• Silvia Núñez García refirió que este encuentro manda una señal positiva
• A pesar de las diferencias en migración o seguridad, el comercio florece: Roberto Zepeda Martínez
• María Cristina Rosas González consideró que la relación entre México y Canadá es el eslabón más débil
• Para Tomás Milton Muñoz Bravo, México debe evitar le transfieran las obligaciones de EUA en materia migratoria
En la relación de los tres países de América del Norte es absolutamente indispensable que existan proyectos de largo alcance centrados en otros temas como salud y educación, más allá del comercial. A partir de que inició la primer Cumbre de Líderes de la región no se ha logrado un sentimiento de comunidad y, más que avanzar en las coincidencias, prevalecen las divergencias, señalaron expertos de la UNAM.
Para hacer frente a tópicos como prosperidad económica, cambio climático, migración o pandemias, es imprescindible la cooperación internacional, y en especial la regional. Los estados se ven obligados a trabajar juntos confiando en los esfuerzos colectivos y como prueba de la interdependencia entre las naciones, añadieron en la conferencia de medios a distancia ¿Qué, con la X Cumbre de Líderes de América del Norte?
Silvia Núñez García, directora del Centro de Estudios Mexicanos UNAM-Los Ángeles, e investigadora del Centro de Investigaciones sobre América del Norte (CISAN), expuso que este encuentro envía una señal siempre positiva donde se mantiene el diálogo. En un escenario, regional y global, complejo, pospandemia, quedan asignaturas pendientes como el rescate de las economías.
Sin embargo, cada uno de los líderes tiene una serie de temas estratégicos -que no necesariamente se atienden con un enfoque trilateral- y que refieren a las prioridades de sus naciones. Ejemplo de ello es apuntalar a la clase trabajadora para que escale a las clases medias o la movilidad laboral, en Canadá; el tema migratorio, para Estados Unidos; o la inseguridad en México, que manda una señal de preocupación para los inversionistas extranjeros.
En ese sentido, comentó la especialista, esperaría que los presidentes de EU y México, y el primer ministro de Canadá, no se limiten a una mirada “cortoplacista” la semana entrante.
En la relación hay una serie de esfuerzos -bilaterales e incluso trilaterales- donde se puede ir “bordando fino” hacia un futuro compartido, aunque no llegará mientras la interdependencia sea profundamente asimétrica como lo es entre México, Estados Unidos y Canadá, ya que estos dos últimos tienen otro nivel de desarrollo en contraste con nuestro país.
Roberto Zepeda Martínez, también académico del CISAN, recordó que a partir del Tratado comercial entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) se ha generado mayor integración económica y hay cadenas de suministro integradas, en industrias como la automotriz o electrónica.
América del Norte, destacó el universitario, es una de las regiones más competitivas del mundo, con 500 millones de consumidores, 30 por ciento de la producción de bienes y servicios a escala mundial, y por ser la zona de libre comercio más grande del planeta.
Además, precisó, 14 millones de empleos en la Unión Americana dependen del comercio con sus vecinos del norte y del sur; lo mismo ocurre en México, con 10 millones de puestos de trabajo, y en Canadá, con tres millones. A pesar de las diferencias en temas como migración o seguridad, el comercio florece.
Aunque la relación trilateral no es profunda, dijo, existe. Prueba de ello son estos encuentros, y la generación de oportunidades de empleo, protección a los trabajadores, garantía de sindicalización, aumento de los salarios y generación de nuevas inversiones en industrias manufactureras vitales. Ahora se abre la oportunidad de que México insista en un acuerdo que propicie migración regulada, segura y con respeto a los derechos humanos. “Hay que ver a estas cumbres como la oportunidad de hacer frente a los problemas comunes y fortalecer a la región”.
María Cristina Rosas González, académica de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS), consideró que la relación entre México y Canadá es el “eslabón más débil”; aunque se ha fortalecido en lo comercial, las inversiones y el turismo, “la realidad es que se ha distinguido por la incomprensión, la lejanía geográfica y la retórica”.
La experta recordó que México prometió al inicio de la negociación del T-MEC ir “codo a codo” con los canadienses, pero de repente se desprendió de ese compromiso por su relación con Estados Unidos durante la administración de Donald Trump.
Ese, entre otros puntos, dañó la relación bilateral México-Canadá y no se ha dado una “operación cicatriz”; no ha habido un acercamiento ni gestión política ni diplomática para sanar esas “heridas”. En ese sentido, se esperaría que, a partir del lunes próximo, durante la reunión del presidente mexicano con Justin Trudeau se avance en esa meta y que los temas que han enturbiado la relación bilateral sean solventados.
Podría haber voluntad de las dos partes para realizar mejor gestión política y mirar al presente, pero sobre todo al futuro, en un momento complicado en el cual el mundo es convulso, resurge la pandemia y es necesaria la recuperación económica. México requiere inversiones y relaciones comerciales más predecibles, aseveró.
De acuerdo con Tomás Milton Muñoz Bravo, también integrante de la FCPyS, las comitivas en la Cumbre establecen una idea de los temas a tratar: EUA se centraría en seguridad y migración; México trabajaría en los mismos tópicos; pero la de Canadá “es escueta”, con la presencia de las ministras de Asuntos Exteriores y de Pequeñas Empresas, por ejemplo, y “probablemente se amplíe”.
El académico externó que en las cumbres IX y X hay continuidad de temas, entre ellos promoción de la salud, fomento de la competitividad en el mundo, así como seguridad (enfocada al narcotráfico y tráfico de personas y armas), además de migración y medio ambiente. “Hay que dar seguimiento a cada uno, porque no todos los elementos a los cuales se comprometieron los tres mandatarios en la cumbre pasada han tenido avances significativos”.
Muñoz Bravo recalcó que México no debe ser un país inseguro para los migrantes, ni aceptar que las obligaciones de Estados Unidos en la materia se le transfieran. En la práctica, nuestro país sigue admitiendo a una gran cantidad de migrantes, solicitantes de asilo y de refugio; eso significa que están saturadas numerosas ciudades del norte del territorio, pero sin un compromiso claro de los estadounidenses para apoyar.