Mes: octubre 2020
El Nobel de Literatura 2020 es para la poeta Louise Glück
La poeta estadounidense Louise Glück ganó el premio Nobel de Literatura 2020, “por su inconfundible voz poética que con austera belleza hace universal la existencia individual”, según el fallo de la Academia Sueca.
El diario El País señala que “sus temas son la infancia y la vida familiar, a través de la que busca lo universal. Los mitos y motivos clásicos son dos de las herramientas presentes en la mayoría de sus obras para expresar todas estas sensaciones”.
Ganó el Premio Pulitzer de poesía en 1993 por su poemario The Wild Iris (El iris salvaje) y el National Book Award en 2014.
Un adicto al conocimiento
Hace casi medio siglo, a un niño en la Ciudad de México le dio por mirar una gota de agua a través del microscopio. Lo que vio ahí, que no le pareció un líquido contaminado sino una asombrosa diversidad de vida, lo dejó marcado para siempre. Menos mal que esa gota fue de agua sucia, porque la curiosidad que despertó en el niño Molina no se ha agotado todavía, ni siquiera después de que el adulto Mario Molina Pasquel ganara el c junto con Sherwood Rowland y Paul J. Crutzen, en 1995.
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Mario Molina, premio Nobel mexicano
Entrevista con Mario Molina. El cambio climático: modelar lo invisible
La siguiente conversación entre el Premio Nobel de Química mexicano y José Gordon se llevó a cabo en el programa La oveja e l é c t r i c a, revista de ciencia y pensamiento del Canal 22. Mario Molina plantea como la ciencia modeló los daños ecológicos antes de que fueran visibles y se re f i e re al Efecto Mariposa que postula que el simple aleteo de una mariposa puede desencadenar una tormenta. Igualmente, se puede hablar de c a m b i o s sutiles que permitirían salvar nuestro planeta.
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Fallece Mario Molina, universitario excepcional
Justo al cumplir 25 años de haber recibido el Premio Nobel de Química 1995, galardón que marcó de manera especial su vida, falleció hoy el Doctor Mario Molina, universitario excepcional que vistió de gloria a la ciencia mexicana y uno de los pocos científicos que han logrado que sus investigaciones se traduzcan en políticas públicas a nivel global.
José Mario Molina Pasquel y Henríquez (Ciudad de México, 1943-2020) fue un ingeniero químico mexicano egresado de la Facultad de Química de la UNAM y destacado por ser uno de los descubridores de las causas del agujero de ozono antártico.
El 10 de diciembre de 1995 se convirtió en el tercer mexicano egresado de la UNAM en recibir el Premio Nobel, por sus investigaciones sobre la química atmosférica y la predicción del adelgazamiento de la capa de ozono como consecuencia de la emisión de ciertos gases industriales, los clorofluorocarbonos (CFCs).
Molina recibió el Nobel ese año junto a su colega de la Universidad de California-Irvine, Frank Sherwood Rowland, y el holandés Paul J. Crutzen.
Como consecuencia, su muy destacada investigación y publicaciones sobre el tema de los CFCs condujeron al Protocolo de Montreal de las Naciones Unidas, siendo el primer tratado internacional que ha enfrentado con efectividad un problema ambiental de escala global y de origen antropogénico.
El 4 de diciembre de 1995, Molina, Rowland y Crutzen fueron premiados además por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) por su contribución a la protección de la capa de ozono.
A lo largo de su muy exitosa y brillante trayectoria profesional recibió 105 premios, condecoraciones y reconocimientos entre los que se cuentan 39 Doctorados Honoris Causa. Fue miembro de al menos 70 academias científicas, asociaciones de profesionistas, colegios, consejos y comités.
En el ámbito universitario, se desempeñó como profesor, catedrático e investigador en 8 de las más prestigiadas universidades e institutos del mundo, entre las que se destacan la Universidad Nacional Autónoma de México y el Massachussetts Institute of Technology (MIT).
Escribió varios libros y publicó más de alrededor de 200 trabajos especializados. También colaboró con capítulos para al menos 8 libros. Impartió más de 500 conferencias selectas e innumerables pláticas en las que de manera generosa compartió su vasto conocimiento.
Corazón puma
Su larga y productiva carrera en Estados Unidos, Mario Molina siempre mantuvo su corazón en la UNAM, donde fue Doctor Honoris Causa desde 1996 y Profesor Extraordinario a partir de 2014.
Como homenaje, su alma mater, la Facultad de Química de la UNAM, inauguró en 2015 el edificio Mario Molina en la Ciudad Universitaria, un espacio que vincula la investigación entre esa entidad universitaria y la industria.
El edificio fue construido como parte de la celebración de los cien años de la Facultad de Química y está orientado a brindar soluciones a problemas relacionados con la protección ambiental, el uso de la energía y la prevención del cambio climático.
Siempre se mantuvo cerca de su alma mater y estuvo presente en conferencias, congresos y como profesor extraordinario, cargo que combinó con su liderazgo en el Centro Mario Molina para Estudios Estratégicos sobre Energía y Medio Ambiente.
En Estados Unidos Molina fue asesor del equipo de transición del expresidente Barack Obama para cuestiones del medio ambiente en noviembre de 2008, y desde 2011 fue uno de los 21 científicos que formaron parte del Consejo de Asesores de Ciencia y Tecnología de Obama.
Recibió múltiples premios y distinciones, como el Premio Tyler para Logro Ambiental (1983), la NASA Exceptional Scientific Achievement Medal (1989), el ingreso a El Colegio Nacional (2003).
Molina fue uno de los científicos internacionales que ha logrado salir de sus publicaciones científicas para escalar a las decisiones políticas de la ONU en favor del medio ambiente.
Mario Molina falleció hoy, justo en el día exacto en que se anunció a las ganadoras del Premio Nobel de Química 2020, otorgado a las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna.
La digitalización de cintas del 68, un viaje en el tiempo que nos pone en medio del movimiento estudiantil
En 1968, en un país de libertades menguadas y medios sometidos al poder, Radio UNAM se convirtió en un espacio de excepción desde donde los jóvenes opositores al régimen de Díaz Ordaz exponían sus críticas y cronicaban el surgir de una disidencia. Esto se hacía desde emisiones como El movimiento estudiantil informa, del Consejo Nacional de Huelga (CNH), donde brigadistas convertidos en locutores le informaban a gran parte de México aquello que los periódicos y televisión callaban, o al menos así fue hasta el 18 de septiembre, ese miércoles cuando el Ejército invadió CU (donde la radiodifusora tenía su sede) y, a punta de bayoneta, silenció las ondas hertzianas.
Para el actual director de la emisora, Benito Taibo, no cabe duda de que aquel fue el año donde, como sociedad, “perdimos la inocencia aunque, por fortuna, no la memoria” y, como ejemplo de cómo el pasado a veces se abre camino hasta el presente, menciona el caso de 17 cintas de carrete abierto con grabaciones de dicho programa, las cuales, pese a creerse perdidas, terminaron en el acervo de su Fonoteca acumulando polvo, o al menos así fue hasta su hallazgo en 2004, lo que permitió que fueran limpiadas, digitalizadas y subidas a internet en 2020.
“Escuchar las emisiones de El movimiento estudiantil informa es como montarse en una máquina del tiempo, pues nos permite no sólo oír la voz de aquellos jóvenes, sino casi verlos, tal y como eran entonces”.
Hoy, esos 17 audios audios pueden consultarse en la sección Podcast de Radio UNAM y, como señala Benito Taibo, son una instantánea del 68, y evidencia de ello es el hecho de que más de la mitad de ellos abren con Me gustan los estudiantes, tema de Violeta Parra nunca más significativo que en aquel verano, no sólo porque la muerte de la compositora chilena estaba muy reciente (5 de febrero de 1967), sino porque la canción, pese a ser de 1962, retrataba con fidelidad el pensar de cientos de miles de jóvenes de toda Latinoamérica determinados a derrumbar viejas estructuras y a revolucionar conciencias.
¿Pero cómo una propuesta como El movimiento estudiantil informa pudo saltarse las prohibiciones gubernamentales y, gracias a los 50 mil watts de potencia que tenía entonces la emisora, llegar no sólo a la Ciudad de México, sino a una decena más de estados?
Como recordaba Carlos Monsiváis en el suplemento especial Nuestra es la voz, de todos la palabra, aparecido en Gaceta UNAM el 11 de junio del 87: “El programa era básicamente informativo, se transmitía a diario y se hizo de gran público desde el primer momento. Se oía la estación para enterarse de los puntos de vista y los hechos que la gran prensa proscribía. El director de Radio UNAM, Joaquín Gutiérrez Heras, se negó a cualquier censura y sólo pidió un lenguaje racional, a la altura de la actitud mostrada por brigadistas y manifestantes”.
Así fue como, desde la emisora, se informó de la represión, de la incapacidad gubernamental para dialogar, de la necesidad de desaparecer el cuerpo de granaderos, de lo absurdo del delito de disolución social y de temas ni siquiera mencionados en otros sitios.
Sin embargo, el régimen diazordazista no perdonaría el uso de la palabra y menos con tal libertad y, cuando los soldados tomaron CU, de inmediato allanaron la estación, desaparecieron material grabado, aprehendieron al programador Carlos Bustillo, al operador José Taylor y al locutor Rolando de Castro, y la sacaron del aire. A fin de hacer más evidente su castigo, a Radio UNAM se le despojó de su voz, pues antes de la ocupación militar tenía 50 mil watts de potencia y al regresar, semanas después del 2 de octubre, disponía apenas de cinco mil.
“El movimiento duró 140 días, los disparos en Tlatelolco 29 minutos”, rememora Elena Poniatowska sobre la agresión del gobierno contra sus jóvenes en la Plaza de las Tres Culturas, la cual arrojó, afirmaba Presidencia, 26 muertos, aunque los testimonios más fiables y las investigaciones periodísticas más serias calculan en 325 los fallecidos, es decir, casi 13 veces más de lo señalado por su “verdad histórica”.
Díaz Ordaz le apostó a la represión militar y policiaca para acabar, de una vez por todas, con cualquier disidencia presente y futura, sin saber que con ello sólo avivaría la llama de la inconformidad juvenil y haría del 68 fuente de inspiración para otras movilizaciones, como la de 1971, la #YoSoy132 y tantas otras que vendrían o que después vendrán, pues, como bien decía la canción con que abrían los programas de El movimiento estudiantil informa: “¡Que vivan los estudiantes!, jardín de nuestra alegría, son aves que no se asustan de animal ni policía”.
Al rescate de la memoria
Benito Taibo tenía ocho años cuando participó en la Marcha del Silencio, aquella manifestación del 13 de septiembre del 68 convocada por el CNH para mostrarle al mundo que los estudiantes no eran esos revoltosos de los que hablaba Díaz Ordaz y que nada justificaba la brutalidad militar y policiaca contra ellos. Su padre, Paco Ignacio Taibo, lo había llevado ahí bajo el argumento de “este niño necesita saber en qué país está viviendo”, lo que casi le provoca un infarto a su tía abuela.
“Yo a esa edad no me daba cuenta cabal de lo que sucedía y, sin embargo, el miedo flotaba en el aire”, recuerda el director de Radio UNAM, quien añade que de aquella época le quedan muchas memorias falsas, como la de que en esa ocasión los acompañó el poeta León Felipe, un muy buen amigo de su familia y quien fallecería cinco días después, por lo cual considera aquello muy improbable y, además, por más que ha buscado, no ha localizado evidencias de su presencia ahí.
“La historia se conforma de fuentes documentales, de dibujos, grabados, escritos y sonidos que nos han llegado del pasado. Sin ellos es fácil falsear los hechos y he aprendido que eso no se debe hacer; por eso, aunque se cuentan muchas historias de cómo nos llegaron aquellos 17 audios de El movimiento estudiantil informa e incluso se relatan detalles casi heroicos de cómo sobrevivieron a la toma de CU, en realidad son leyendas. Lo sucedido, en realidad, lo desconocemos”.
Sin embargo, algo que no descarta Benito Taibo es la aparición de más materiales –de ésta u otra época–, en especial porque la Fonoteca Histórica de Radio UNAM (con albergue en el Palacio de la Autonomía) consta de 105 mil soportes entre casetes, dats y cintas de carrete abierto, de los cuales se han digitalizado dos terceras partes y catalogado un 20 por ciento, por lo que aún hay cabida para más descubrimientos. “Además, en nuestras instalaciones de la colonia Del Valle tenemos otros 80 mil archivos digitalizados, lo que nos hace depositarios de gran parte de la historia moderna de la Universidad”.
Para entender lo excepcional de estos audios, añade el escritor, primero debemos entender que en México los programas radiales en vivo no se grababan sino hasta los años 80. Nosotros tenemos productos de 1957, como el radioteatro La hermosa gente, dirigido por Juan José Gurrola; la serie sobre poesía francesa del 58 Una antología caprichosa, a cargo de Octavio Paz, y el serial Foro de la mujer, la primera emisión feminista del país, conducida en las décadas de los 70 y 80 por la poeta Alaíde Foppa y declarada por la UNESCO, el año pasado, Memoria del Mundo.
“Es preciso conservar la memoria para no perderla y, aunque suene a verdad de Perogrullo, la única manera de lograrlo es manteniéndola viva, esto es, preservándola, difundiéndola y haciéndola presente. Eso es lo que nos permiten estas grabaciones: escuchar de viva voz aquello que, de otra forma, se hubiera perdido sin remedio. No es exagerado decir que, oír estos materiales, es casi como viajar en el tiempo”.
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Nobel de Física 2020: el mexicano que hizo una de las primeras mediciones de la masa del hoyo negro en el centro de la galaxia
La Real Academia Sueca de Ciencias reconoció esta mañana con el Nobel de Física 2020 a tres investigadores por revelar la existencia irrefutable del agujero negro supermasivo ubicado en el centro de nuestra galaxia, cuya masa fue medida por el astrónomo mexicano Luis Felipe Rodríguez desde 1978.
El Nobel de Física fue concedido al estudio de “uno de los secretos más oscuros del Universo”, dijo Göran K. Hansson, secretario de la Real Academia Sueca de Ciencias, y a las contribuciones del británico Roger Penrose, junto con los astrónomos Reinhard Genzel, de Alemania, y Andrea Ghez, de Estados Unidos, quien se convirtió así en la cuarta mujer en ser reconocida con el Nobel de Física en la historia de estas preseas.
Se le otorga a Penrose por “descubrir que la formación de un hoyo negro es una robusta predicción de la teoría general de la relatividad”, mientras que a Genzel y Ghez los reconocieron por “el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en el centro de nuestra galaxia”, anunció Hansson.
Para Luis Felipe Rodríguez, esa frase le es bastante familiar. Su tesis con la que obtuvo el grado de doctor en 1978, titulada “Observaciones de las líneas de recombinación de radio del gas ionizado en el centro galáctico”, revelaba, justamente, las primeras señales de la presencia de una fuente supermasiva en el centro de nuestra galaxia.
En ese tiempo no le llamaban agujeros negros simplemente porque había demasiadas dudas de que existiesen. “El concepto de hoyo negro era muy mal visto pero esto fue cambiando. En la actualidad ya todo el mundo lo acepta, pero sí costó mucho trabajo, el mismo Einstein era muy escéptico de que hubiera hoyos negros”, cuenta Rodríguez a Noticias IFUNAM.
La escritora Marcia Bartusiak documenta esta historia en su libro “Agujero negro: cómo una idea abandonada por los newtonianos, odiada por Einstein y apostada por Hawking, se volvió amada”.
“Durante más de medio siglo, los físicos y los astrónomos se mantuvieron en una acalorada disputa sobre la posibilidad de que hubiera agujeros negros en el universo. La extraña noción de un abismo del espacio-tiempo del que nada escapa, ni siquiera la luz, parecía confundir toda lógica”, cuenta Bartusiak.
Luis Felipe Rodríguez, quien actualmente es investigador del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM, fue uno de los pocos mexicanos que dieron las primeras batallas para cambiar esa tendencia, entender que el Universo está conformado por fuentes de energía titánica que solo pueden entenderse a la luz de la relatividad, y lograr con ello que los hoyos negros pudieran ser nombrados, descritos e, incluso, más recientemente, fotografiados.
Las primeras señales
Desde los años 70 los radioastrónomos habían encontrado que en el centro de nuestra galaxia había una fuente bastante intensa de ondas de radio y desde esa época se empezó a sospechar que podía ser un hoyo negro, pues se sabía que alrededor de esa fuente ardía gas ionizado.
Pero la “magia” de confirmar su existencia no era (ni es ahora) una tarea sencilla, debido a que el centro de la galaxia no se puede ver con las técnicas clásicas de la astronomía visible por el exceso de gas y polvo cósmico.
Así que, para su trabajo, Luis Felipe Rodríguez utilizó ondas de radio, que sí pueden atravesar ese polvo. Y, específicamente, usó radiotelescopios, parábolas metálicas muy grandes, para captar las ondas de radio que vienen del centro.
“En particular observamos lo que se llama una línea, una emisión del hidrógeno, y la vimos muy ancha, y eso nos llevó a pensar en un hoyo negro”, cuenta Rodríguez. “Estudié alrededor del hoyo negro y encontré que el gas estaba rotando muy rápido y que, si no había algo que lo jalara gravitacionalmente, ese gas ya se hubiera extendido hace mucho”.
Luis Felipe Rodríguez calculó la masa que hacía falta y obtuvo una de 5 millones de masas solares, es decir 5 millones de veces la del Sol. A pesar de que ya se sabía que ahí podía haber un hoyo negro, la aportación de Rodríguez fue darle al mundo una de las primeras determinaciones de su masa.
Su trabajo, publicado en 1979, le valió el Premio Robert J. Trumpler, que reconoce a la mejor tesis doctoral de astronomía hecha en los Estados Unidos.
Llegó el futuro: medir el movimiento de las estrellas
Fue en esa época que el mexicano conoció en Harvard a quien hoy fue reconocido con el Nobel de Física, el alemán Reinhard Genzel. Después del trabajo de Rodríguez, Genzel realizó otra investigación, publicada en 1984, para estudiar el mismo gas y concluyó que, en efecto, se trataba de un objeto supermasivo pero su cálculo fue de 3 millones de masas solares.
Sin embargo, ninguno de esos trabajos tuvo suficiente repercusión. “Lo que pasó es que el gas es muy fácil moverlo con una explosión de una estrella, con lo que llamamos vientos, y la gente dijo: ‘No, eso se está moviendo por otra razón, no es un hoyo negro’. Así que Genzel, inteligentemente, se dio cuenta que lo que había que demostrar era el movimiento, pero ya no en el gas, que es tan susceptible a otros efectos, sino en las estrellas”, explica el astrónomo.
Y dio en el blanco… o, mejor dicho, en el negro. Aunque las ondas de radio sirven para estudiar mejor el gas, lo que usó Genzel para medir el movimiento de las estrellas fue el infrarrojo, que también puede atravesar el polvo. El movimiento del gas sí puede cuestionarse ya que puede deberse a otras causas, pero en el caso del movimiento de las estrellas, usando el infrarrojo, es muy difícil argumentar que pueda deberse a otra cosa más que la gravedad de un cuerpo muy masivo.
Así que Genzel se fue por esa ruta. Inició un programa para estudiar las estrellas que habían alrededor de ese hoyo negro y después de más de 35 años de trabajo intenso, él y su equipo lograron ver cómo estas estrellas están moviéndose alrededor del hoyo negro rápidamente y con base en eso pudieron determinar su masa actualmente aceptada: 4 millones de veces la del Sol. “O sea, quedó entre su estimación y la mía iniciales”, dice Rodríguez.
Al mismo tiempo, una astrónoma joven, Andrea Ghez, quien hoy comparte el Nobel de Física con Genzel, había iniciado un programa similar, también usando infrarrojo, que la llevó, prácticamente al mismo tiempo, a la misma conclusión: ahí hacía faltaba un cuerpo muy masivo que no emitía luz.
Los caminos que se bifurcan
Rodríguez cree que otra historia habría sido si él hubiera decidido quedarse en Estados Unidos en lugar de volver a México tras terminar su doctorado.
“Es claramente una bifurcación interesante. Yo me regresé a México con los recursos muy limitados, necesitaba gente y equipos que tuvimos que conseguir del extranjero”, dice.
Genzel, en cambio, experimentó pocas necesidades en Alemania. “Es un personaje muy importante y recibe un apoyo tremendo para construir estas cámaras que captan la radiación infrarroja y que permiten colocar la posición de las estrellas. Andrea estaba haciendo lo mismo en Estados Unidos. Entonces uno ve cómo, en efecto, se bifurcan las carreras: una persona que está en el primer mundo puede darle vuelo a su ambición y a sus deseos y hacer cosas; en México, pues la tenemos muy difícil y tiene uno que sacrificar cosas de la carrera”.
A pesar de ello, a pesar del tiempo que ha pasado, y a pesar de la carrera que no continuó en un país de primer mundo, Rodríguez, uno de los científicos mexicanos más reconocidos y premiados, está satisfecho con la contribución que hizo en esos años.
“Creo que fue una contribución interesante porque mantuvo viva esta idea de que ahí había un cuerpo muy masivo. La verdad es que esto no lo creyó la gente hasta que no se demostró con el movimiento en las estrellas, pero sirvió para buscar ese agujero negro”, dice el astrónomo.
Su trabajo sirvió para seguir la esencia de la ciencia misma (y que va más allá de los premios): buscar respuestas.
Corta y pega: hora de editar el genoma
Corta y pega: hora de editar el genoma”, 16 hrs. Transmisión en vivo por #FacebookLive desde Universum, Museo de las Ciencias y desde el Facebook del Instituto de Ciencias Nucleares. Resumen: “En los genes están las instrucciones de cómo deben operar las maquinarias moleculares de quienes los portan. Por eso, modificar las instrucciones genéticas constituye una de las herramientas más trascendentes que ha creado la tecnociencia contemporánea. Y como dijeran por ahí: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”. Acompáñanos al diálogo entre el investigador Mario Zurita Ortega, experto en expresión genética, epigenética y genoma del desarrollo, y la reconocida divulgadora de la ciencia María Emilia Beyer, para que discutamos junt@s sobre la relevancia del método CRISPR/Cas9, galardonado con el Premio Nobel de Química 2020. El gran poder ya está aquí. Es nuestro. También es nuestra responsabilidad.”
XLIV Coloquio Internacional de Historia del Arte “El Giro Material”
La edición 44 del Coloquio Internacional de Historia del Arte propone discutir los materiales y las técnicas artísticas como fundamentos de sus capacidades expresivas y comunicativas. Se trata de dirigir la mirada hacia problemas centrales del estudio de los objetos: las relaciones entre conceptos, materiales, tecnologías, medios y respuestas culturales, así como repensar las categorías y definiciones de conceptos como “materialidad”, “técnica” y “tradición”.
Transmisión a través del canal de YouTube
del Instituto de Investigaciones Estéticas
@iieunam
Hombres al borde de un ataque de cuidados
Retransmisión. Huracán DELTA: Una visión desde la ingeniería
Discutirán en un ciclo de pláticas los retos y cambios de la formación artística en la virtualidad
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En octubre llega Vindictas-cine, ciclo organizado por la Filmoteca UNAM y el Instituto Mexicano de Cinematografía, a través de la plataforma FilminLatino
Pumas campeones de la segunda edición de la Liga Mexicana de Ajedrez
El equipo de ajedrez de la UNAM se coronó campeón en la segunda edición de la Liga Mexicana de esta disciplina deportiva, un torneo que se realizó en línea y en el cual participaron mil 806 jugadores en total.
En la final se enfrentaron 10 equipos de toda la República Mexicana, y fue el cuadro liderado por Fidel Machado, presidente de la Asociación de Ajedrez de la UNAM, quien obtuvo el lugar de honor con 612 puntos sobre el equipo de Chihuahua que hizo 558 unidades y el de Veracruz que acumuló 534 puntos para quedarse con el tercer lugar.
Los tres jugadores con mejor puntaje del equipo puma fueron Luis Enrique Rodríguez Barragán, alumno de la Facultad de Ciencias, con 44 puntos, seguido de Isaac García Guerrero, quien cuenta con el grado de Maestro FIDE y es exalumno de la ENP 8 (43 puntos), y Gabriel Germán Montoya, entrenador de la Asociación de Ajedrez de la UNAM (42 puntos).
“Fue un torneo muy emocionante porque había cuatro grandes maestros participando en el torneo y otros jugadores con mucho nivel. Sabía que iba a ser una competencia difícil, sin embargo la UNAM es un equipo fuerte y constante. El trabajo en equipo fue lo que hizo la diferencia”, expresó Luis Enrique Rodríguez, quien estudia la carrera de actuaría.
“Creo que los torneos en línea son una modalidad que llegó para quedarse, es más fácil conectar a las personas por internet que de manera presencial”, añadió.
En esta segunda edición de la Liga Mexicana de ajedrez participaron 35 equipos de toda la República Mexicana, incluyendo un equipo formado en conjunto por Colima y Nayarit, dos de la Ciudad de México y dos de Yucatán, además de la UNAM y el IPN.
Una novedad en esta edición del torneo fue que se creó la liga filial de desarrollo, integrada por extensiones de los primeros equipos. En ella los jugadores sembrados con menor nivel pudieron participar con la posibilidad de ascender al primer equipo de acuerdo a su desempeño.