Regalando pulseras en el encuentro Pumas vs Veracruz

https://youtu.be/3cGkqnJBVqw

La verdad duele

Hablemos un poco de libros

El mito histórico cuenta que Gutenberg inventó la imprenta a mediados del siglo XV. Lo cierto es que existían algunos métodos rudimentarios para imprimir anteriores, con placas de madera; lo que Gutenberg realmente creó fueron los primeros tipos móviles. Como cualquier suceso de hace cerca de 500 años, difícil es conocer la verdad. La imprenta revolucionó la forma de hacer libros, que antes eran copiados manualmente por frailes y monjes en su mayoría, por lo tanto, eran pocos y valiosos, inaccesibles para el común de la población.

Con impresoras portátiles que casi todos podemos tener en casa, con dispositivos móviles que nos permiten leer en sus pantallas a cada momento, pocas veces paramos a reflexionar en la historia de los libros. Hace ya algunos años que se viene pronosticando la muerte del libro impreso. Tanta evolución y tanta historia no van a desaparecer así no más por una cosa llamada World Wide Web.

Yo vine a parar a este mundo por los vericuetos extraños de la vida. Al mundo de los libros. Amaba y sigo amando la literatura, antes quería ser «escritora»; pero quizá nunca imaginé que estaría del lado de los que hacen los libros. Un día quise explicarle a la chica que trabajaba en la pollería en qué consiste mi trabajo. Me rendí. En un país con pocos lectores, con familias en cuyas casas no hay ni un solo libro, es un poco complicado explicar la chamba de un corrector/editor.

Mi primer trabajo oficial tenía un título muy rimbombante: «jefa de prensa». Corregía revistas, escribía algunos textos y hacía las veces de periodista cubriendo eventos. Todo en el mundo del sector industrial alimentario. Fue una gran experiencia y me llevó hasta Chicago y Las Vegas. Pero aprender sobre enzimas, edulcorantes y PET para envase no era lo mío. De ahí emigré al submundo en el que me he movido en los últimos años: las editoriales independientes. Trabajé muchos años en una minúscula editorial que en su breve historia publicó seis libros. Yo los corregí todos, reescribí partes completas de algunos. Yo los edité.

¿Qué es editar un libro? Es verificar sus contenidos, su pertinencia. Es checar que tengan sentido, que no digan sandeces. Es cuidar minucias editoriales como las viudas, los rosarios y las huérfanas. Es un proceso lindísimo. Es tener la responsabilidad de que ese libro impreso va a ir lo más impoluto posible, va a ser la mejor versión de sí mismo. Es saber que la gente va a disfrutar su lectura, tanto por el contenido como por el diseño y la formación del mismo. También aprendí toda la parte de tratar de comercializar un libro. Negociar con los grandes consorcios de ventas (librerías con nombres de prócer indio, de espacio debajo de una casa, librerías-cafeterías con famoso logo de búhos). La triste historia de perder siempre esa batalla.

Esa pequeña editorial terminó sus días. No fue algo triste, fue una sabia decisión. Sólo trabajábamos en ella tres personas. Pero mi vida sigue en el detrás de los libros: ahora en los universitarios. Y también, como la orgullosa freelancera que soy, me vendo a quien tenga trabajo. Así fue como colaboré, tangencialmente, con uno de los dos grupos editoriales más importantes que hay en habla hispana.

De los libros que encontramos en las librerías comerciales todos son editados por dos grupos (españoles, ambos), aunque con diferentes nombres. Persisten pocas editoriales que siguen en su luchita independiente, pero casi todas ellas no llegan a la mesa de novedades de las librerías antes mencionadas. Estas grandes casas editoras han dejado de ver los libros como contenedores de literatura. Para ellas es un negocio. Alguna vez alguien muy querido de la legendaria editorial Era me contó que ellos subsisten gracias a Aura, de Fuentes. Nada más. Era publica literatura, buena literatura. Era no le hace ni cosquillas a estos magnos consorcios.

Ellos deciden qué escritores serán famosos y cuáles no van a figurar jamás. Lamentablemente, en su mayoría, la publicación de sus libros se debe más a la responsabilidad de un departamento de márketing que a uno literario. Qué libro de vampirillos va a enloquecer a la chaviza; qué novela de misterios que hablen mal de personajes célebres se va a vender como pan caliente; qué biografía histórica puede interesar a los pseudointelectuales.

Estos señores de las grandes editoriales pagan a 8 pesos la lectura de un libro. La corrección a 15. Y te piden que lo entregues en cinco días. Estos señores de las grandes editoriales cambian los títulos de los libros sin importar los deseos de sus autores —Umberto Eco se revuelve en su tumba— en función de las ventas. Estos señores miden su producción en números, en cifras: tantos libros por mes que se van a vender a tanto.
Por eso están llenos de erratas, por eso están impresos en hojas enormes con letra tamaño 14, para que se vean gordos y puedan costar más. Estos señores me producen migraña y me hacen sentir que todo mi trabajo de cuidado de la edición, de búsqueda de contenidos, de corrección gramatical para que las ideas sean claras no tiene ningún sentido: para qué me quemo las pestañas revisando con tal precisión si al fin y al cabo, mis libros nunca van a entrar en esas tablas de números negros y con varios ceros a la derecha.

Estos señores hacen que el problema de la falta de lectores se agrave todavía más: su oferta es pobrísima y sus costos, por el contrario, elevados. En el primer caso, si una persona busca acercarse a la lectura se va a topar sólo con los autores que ellos quieren, en gran medida, que no valen la pena; en el segundo, supongamos que hay entre su catálogo algún libro que nos interese, éste no va a bajar de los 250 pesos; con esa cantidad de dinero, una familia promedio come casi toda la semana. Por eso los libros son un lujo, y lo es aún más saber un poco de ellos.

En los días malos, me deprimo y siento que mi trabajo es insignificante, que de nada sirve si yo me peleo porque sólo aún tenga acento; para qué me desvelo si los libros que yo corrijo o edito van a tener tan pocos lectores. En los días peores sufro porque estos señores tengan secuestrado el medio y hayan hecho a un lado la literatura. En los días buenos siento que mi trabajo es casi como el de un orfebre, como el de un carpintero. Tal vez nadie lo valore, pero a mí me gusta. Amo la literatura, pero también, amo los libros.

El periodismo a debate en La Fiesta del Libro y la Rosa

El regreso de Juego de Tronos

El infierno reservado a los neutrales

Aunque ninguna época es propicia para ser neutral, estos tiempos son demasiado complicados como para elegir serlo y demasiado importantes como para ser imparcial con respecto a la política. Hay mucho en juego para permanecer cobijados con el discurso ciudadano apartidista, que a veces recuerda mucho al pacifismo. Después de ver los horrores de la Segunda Guerra Mundial, los jóvenes tenían miedo de ir a la guerra de Vietnam, nace entonces el movimiento pacifista que toma como bandera el amor y la paz, conceptos con los que nadie estaría en desacuerdo en principio, pero esta postura implicaba no tomar posición y ser pasivos ante la injusticia y las distintas formas de violencia. Lo contrario al pacifismo es la No-Violencia Activa, filosofía que plantea la resistencia ante la injusticia por medios no violentos, encabezada por individuos conscientes que siempre tendrán que tomar posición ante las violencias del estado.

Ante las cosas que en realidad importan es una obligación moral tomar partido, no hay argumento que valga para abstenerse de hacerlo. Vale recordar una frase de la Divina Comedia: “Los confines más obscuros del infierno están reservados para aquellos que eligen mantenerse neutrales en tiempos de crisis moral”. Nada es objetivo, nadie es independiente de pensamiento, somos producto de la experiencia y de la particular ideología a la que estamos expuestos en los mundos que habitamos. Intentar hablar de pureza ideológica o independencia intelectual es una aberración por donde se le quiera ver. A lo más que podemos aspirar es a practicar la honestidad intelectual.

En estos decisivos y convulsos tiempos políticos, entre la abstención y el voto en blanco no hay diferencia. En el contexto actual y dado nuestro sistema electoral ambas cosas son lo mismo, ya que las dos opciones irán a parar al limbo de los que no toman posición y se sumarán a la votación nula. No todo se reduce a ejercer el sufragio, existen diversos canales de participación, en todo tiempo y lugar en el que se reúnen dos o más personas a discutir sobre los asuntos públicos se está haciendo política. Reunirse para manifestarse públicamente, recolectar firmas para una petición o realizar una solicitud de información pública, son maneras de hacer y participar en política, aunque esto no les guste a los ciudadanos químicamente puros que desprecian todo aquello que pueda ser identificado como hacer política.

Bien decía Platón que “el precio de desentenderse de la política, es el ser gobernado por los peores hombres” y qué manera más clara de desentenderse que abstenerse de votar o de emitir opiniones y criticas con el afán de permanecer incólumes ante la suciedad y la amoralidad de la política, para quizá exhibir superioridad intelectual o incluso para ser percibidos como acérrimos críticos del sistema que no toman nunca una posición porque quieren mostrarse neutrales y objetivos. Sin embargo, ante ciertos temas, los temas que en realidad importan como la política, la justicia y lo éticamente correcto es inadmisible esa postura, es obligado elegir de qué lado estamos y actuar en consecuencia.

*Politóloga y profesora universitaria.

“Vivan la experiencia de un intercambio”

Hola, hoy quiero compartirles mi experiencia de intercambio académico en la Ciudad de México.

Les confieso que estoy encantada con la ciudad, pero no les voy a negar que cuando llegué estaba muy temerosa porque es una ciudad inmensa. Apenas el avión empezó a descender se veía grande y muy iluminada.

Conocer esta ciudad ha sido una aventura increíble: su sistema de transporte masivo es un metro que va por debajo de la ciudad y conecta con todas las delegaciones, como se denominan aquí los distritos. Todo muy bien organizado.

Y ni qué se diga de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México), una verdadera ciudad universitaria. Es enorme, cada facultad tiene sus propias oficinas y existen campus de pregrado y postgrado. Usamos además el llamado pumabus, un transporte gratuito para los estudiantes que te lleva por toda la ciudad universitaria facilitándote el recorrido. Aquí nos ofrecen también muchos más servicios como el bicipuma, bicicletas de alquiler para recorrer toda la universidad.

Por otra parte puedes practicar natación, baile y otros múltiples deportes (fútbol americano, rugby, béisbol, vóley, fútbol, box, gimnasia). Todos los estudiantes cuentan con acceso a 188 bibliotecas, museos, además de otras actividades recreativas a las que puedes ingresar de forma gratuita mostrando la credencial. Cuentan con su propio estadio de fútbol, donde se puede disfrutar de los partidos del equipo representativo de la universidad, denominado “Los Pumas”.

Desde que llegamos nos han tratado muy amablemente. Puedes compartir diversos conocimientos no solo con personas de aquí sino con otras que también vienen de intercambio. De esta manera, en el tiempo que llevamos aquí hemos hecho muchos amigos, los cuales nos han tratado súper bien al igual que los profesores, siempre dispuestos a escuchar nuestros aportes. La pasamos muy bien y ellos están dispuestos a ayudarnos si tenemos algún inconveniente.

Por todo lo anteriormente mencionado, este viaje va ser muy provechoso y útil. Además de la educación y todo el aprendizaje que me brinda la Universidad Nacional Autónoma de México, también tengo ahora la experiencia de aprender y afrontar el hecho de vivir sola en un país totalmente nuevo para mí. Todo este tiempo aquí me va a servir para cambiar mi forma de pensar y ver las cosas con una nueva perspectiva; asimismo, complementará y aportará al proceso de maduración que tendré.

Estoy demasiado feliz de haber hecho realidad mi sueño de estudiar fuera del país, y de ser parte de este programa de intercambio. Agradezco a la Universidad Privada del Norte porque gracias a sus convenios internacionales tenemos la oportunidad de ser parte de esta grandiosa experiencia. A todos los que están leyendo esto, de verdad los invito a que participen de este programa, van a quedar muy satisfechos y llenos de conocimientos nuevos. Sin duda alguna tienen que vivirlo.

*Este post es un testimonio de Kristin Távara Franco, estudiante de la carrera de Administración de la Universidad Privada del Norte y fue originalmente publicado en el Blog dicha universidad > http://bit.ly/2nGDDAx.

¿Dónde está la justicia?

Retrovisor: Las seductoras de la Independencia

Los artistas plásticos suelen representar iconográficamente a la Independencia de México como una mujer. Sin embargo, resulta irónico que la memoria colectiva e incluso la historiografía suelan olvidar o relegar la participación de las mujeres en ese episodio de la historia de nuestro País. Cuando pensamos en la Independencia, por nuestras mentes desfilan algunos pocos nombres femeninos: acaso los de Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario o Mariana Rodríguez del Toro.

Por fortuna, historiadoras como Carmen Saucedo Zarco han rescatado del cementerio del olvido a una gran cantidad de mujeres que participaron en la Independencia, entre ellas, a un grupo a quien califica como las seductoras.

Gertrudis Bocanegra. Después de que la guerra le arrebató a su esposo e hijo, se entregó por completo a la causa insurgente. Le fue encomendada la tarea de ir a Pátzcuaro para averiguar el estado de las tropas realistas, conspirar y convencer a sus elementos de desertar. Fue capturada y pasada por las armas en octubre de 1817.

Carmen Camacho. Solía convencer a soldados realistas de cambiarse al bando insurgente mientras compartía con ellos algún trago. Pero cuando trató de convencer a José María García, éste la acusó con sus superiores, quienes la sentenciaron a muerte. Fue fusilada el 7 de diciembre de 1811. De su cuerpo colgaron un cartel que decía “seductora de tropa”

María Tomasa Esteves y Salas. Además de fungir como espía consiguiendo información del ejército realista, se encargaba también de persuadir a los soldados realistas de integrarse al ejército insurgente. El propio Agustín de Iturbide reconoció que de no ser por el patriotismo de su tropa “habría sacado mucho fruto por su bella figura”. Fue ejecutada el 9 de agosto de 1814 y su cabeza expuesta en la plaza de Salamanca.

Juana Barrera, María Josefa Anaya y Luisa Vega. Fueron delatadas por el Cabo Ignacio Ibarra y detenidas por el Coronel Ordóñez, quien le informó al virrey Calleja que “franquearon hasta sus propios cuerpos al logro de sus ideas”. También fueron fusiladas.

Si bien solemos relacionar la palabra seducir como el acto de atraer sexualmente a otra persona y, aunque algunas de ellas sí lo hicieron, su principal fin no era carnal, sino político y la extrema severidad del castigo que recibieron, es la muestra del peligro que constituían para los realistas.

Así como ellas, son muchas las mujeres que participaron en este y otros episodios de nuestra historia y son afortunadamente cada vez más los historiadores e historiadoras que nos hablan de ellas.

Ciudad, historia y fulgor

En este breve video se aborda la importancia de la Ciudad para los historiadores. La ciudad y lo urbano requieren de miradas multidisciplinarias. A partir de la década de los años sesenta, surgió la nueva historia urbana para estudiar “el conflictivo proceso de producción de la ciudad y de la vida metropolitana”. En México, los historiadores buscan interpretar a la Ciudad “como un espacio o un fenómenos subsidiario de prácticas institucionales, sociales, políticas y culturales”.

 

Créditos: Coordinación de Humanidades y Coordinación de Universidad Abierta y Educación a Distancia.

El profesor que no sabía multiplicar

Cuando Navarro llegó a su casa había olvidado ya el humillante golpe que esa mañana le había propinado a uno de sus estudiantes por balbucear incorrectamente la palabra “alcance” mientras leía un texto del libro de Español.

No hace falta decir que el profesor de cincuenta años nunca había tenido una preparación pedagógica que lo ayudara a impartir sus clases, pero sus veinticinco años de experiencia lo habían vuelto un especie de leyenda dentro del pueblo. Todos sabían que, aunque sus métodos estuvieran basados en el más puro estilo de la inquisición, el profesor desaparecía las lagunas alfabéticas de sus estudiantes.

Ése había sido el resultado de tantos años en el mismo puesto, la exposición de sus temas era sumamente fluida y la secuencia preveía las dudas y seguía el tren de pensamiento de sus alumnos. Había aprendido a analizar los exámenes resueltos de sus pupilos, encontrando patrones lógicos y logrando entender por qué era común que, resolviendo, erraran de una u otra forma.
] Después de limpiarse los pies sobre la jerga de la entrada, recordó asomarse al buzón de su casa. Dentro, encontró la cuenta del agua y también la del gas, rompió con cuidado el borde del sobre usando una navaja oxidada y miró el número al final de la página: era mucho más alto que el mes anterior. Incluso pensó que quizá podrían estar equivocadas las cuentas, pero al intentar hacer las operaciones le falló la memoria de cómo multiplicar y terminó volviendo a doblar la carta dentro del sobre y entrando a casa.

Pensó que tenía sentido que hubieran subido los precios, el cierre de carreteras mantenido por los compañeros había disparado los costos del transporte y, por lo tanto, de la mercancía que llegaba del exterior al pueblo. En el mercado, el precio del aguacate estaba por los cielos.

Durante toda la cena estuvo intentando recordar cómo era que se hacía una multiplicación. En la guía que les habían entregado para la evaluación de profesores era uno de los temas subrayados como “indispensable”.

Lo cierto es que Navarro jamás había aprendido cómo hacer una multiplicación, su profesor de matemáticas en la primaria se había saltado ese tema de la guía. Probablemente tampoco conociera el razonamiento matemático.

Navarro estaba preocupado por la evaluación y, en la mesa, preguntó a su hija:
-Oiga -habló seriamente, intentó ocultar su ignorancia-, ¿usted sabe multiplicar?
– No, papi -contestó la niña sonriendo mientras jugaba con los fideos que tenía en el fondo del cuenco-, nos van a enseñar hasta quinto año, cuando usted le dé clase a mi grupo
– ¿Eh? ¿Quién dice?
Ximena estaba entretenida haciendo remolinos de pasta, ayudándose con el tenedor para adherirlos a los bordes del plato. No escuchó la pregunta de su padre por lo que llamó su atención y le repitió la pregunta.
– ¿Mande? Mmm, lo dice en la guía de Matemáticas.
El profesor Navarro palideció y volteó a ver a su esposa.
– Marta, ¿tú sabes multiplicar? La mujer lo miró y se enrojeció negando con la cabeza.
A la niña le dio sueño pronto y dejó su labor con los fideos para irse a la cama, antes de retirarse se colgó del cuello de su padre para darle un besito de buenas noches. Mientras Marta se llevaba de la mano a la pequeña de trenzas negras, Navarro sonreía sin poder ocultar la pesadumbre que llevaba inquietándolo todo el día.

Después de acostar a Ximena, la pareja se sentó lado a lado en unas sillas que habían colocado afuera de la casa. Las estrellas brillaban como sólo Oaxaca las ha visto resplandecer y Marta, advirtiendo el silencio de su marido, preguntó si sucedía algo.
– Marta -susurró Navarro y apretó su mano -, ¿qué vamos a hacer con la niña?
– ¿A qué te refieres? – preguntó ella volteando hacia su marido, visiblemente extrañada, él tardó unos segundos en contestar y pronunció cada sílaba con cautela.
– La niña no sabe multiplicar… – las luces nocturnas se reflejaron en los ojos vidriosos de Navarro.
– Pero, Miguel…
– Siento vergüenza Marta, de ser el profesor del quinto año y no podérselas enseñar.
– Pero ¿cómo ibas a aprenderlas, hombre? No seas tan duro contigo mismo, hiciste lo mejor que pudiste con lo que se te dio.
Navarro ignoró estos vanos intentos de su esposa por hacerlo sentir mejor y la interrumpió bruscamente.
– ¿Qué hago Marta? ¿No lo ves? Por un lado pienso que si renuncio quizá entraría alguien más preparado que podría educar a la niña y prepararla para conseguir un buen trabajo, pero nosotros nos quedaríamos sin lana ¿Y qué hacemos entonces? Ni para comer habría si dejo el trabajo en la escuela. No acompletamos tu y yo juntos si dejo ese ingreso. ¡Y ésa es otra Marta! ¿A qué hora estudio para el examen?
Además del empleo de profesor que comenzaba de lunes a viernes a las siete de la mañana y terminaba a las tres, Navarro siempre había trabajado en la casa del señor Osorio, un político con un alto cargo en el gobierno del estado. Su trabajo de chofer variaba en horarios, pero solía ser de tres de la tarde a diez u once de la noche entre semana y de nueve a dos de la mañana los sábados. Navarro regresaba todos los días a casa oliendo a sudor, con la columna destrozada y arrastrando los pies fatigado y añorando acostarse sobre el viejo colchón.
-¿A qué hora voy a aprender todo lo que me están pidiendo para poder seguir dando clases?
Marta lo miró de frente y enjuagó las lágrimas de su marido mientras le tomaba las manos y se las acercaba a los labios para besarlas con ternura, pero no supo qué contestar, así que se quedó callada.

El último tango

Seguro que usted me conoce, soy una artista famosa. ¿No me vio en Mama Dracula? El cine francés siempre ha sido muy respetable y yo soy una de sus principales figuras, ¿no? Protagonicé las películas de Bertolucci, de Antonioni. ¿Ya se va acordando? Bueno, seguro que usted conoce a mi padre, Daniel Gélin, una celebridad gala. Él nunca me reconoció, ¿sabe? Fui producto de una aventura que tuvo con mi madre. Ella vendía libros. Esa falta de reconocimiento suya, quizá, hizo que me interesara tanto ser una estrella de la pantalla.

¡El cine! Qué cosa maravillosa. Ahora nos parece cotidiano, pero en aquella época, ir al cine era más sagrado que asistir a la misa dominical. Imagínese, en la década de 1960, todo lo que significaba sentarse y dejarse deslumbrar por un mundo diferente: las imágenes a color, el sonido inundando los oídos. No todos tenían televisores en casa; por eso ir al cine era todavía más significativo. Era nuestra vía de escape. Haga un esfuerzo, seguro que me vio cuando yo era joven con Delon. Qué guapo era él, todo un caballero, con esa nariz afilada y puntiaguda y esos ojos claros, derretía a cualquier chica… y yo tenía sólo diecisiete años.

Me escapé de casa de mi madre porque ella era muy retrógrada. Se enojaba porque yo iba a ver películas tres veces por semana. Pensaba que quería encontrar a mi padre. No me interesaba; si él no había querido figurar en mi vida, yo tampoco sería parte de la suya. Yo lo que amaba, lo que deseaba más que ninguna otra cosa, era ser parte de ese mundo.
Pero en serio que estaba yo guapa. Ahora me ve usted aquí, toda deslucida, me queda poco de mi radiante melena y ya no tengo esa figura que levantaba todas las miradas. El medio cinematográfico siempre ha sido muy machista. Si no eres bonita, tienes que tener un talento bárbaro. Yo en serio que le eché ganas, por eso me gané un nombre, por eso fui una estrella. Claro, era guapa. Mi problema fue El tango.

Quisiera poder decirle que ese incidente no marcó mi vida, quisiera repetirle lo que me he repetido a mí misma durante más de treinta años. ¿Usted vio El Padrino? ¿Usted vio Apocalypse? ¿A poco no era imponente el hombre? ¿A poco no daba miedo?

Le estaba yo contando de mi carrera. Actué con Jack Nicholson y con ese ser extraordinario que era David Bowie. ¿Qué más podría pedir? Un poco de reconocimiento, tal vez. Creo que di lo mejor de mí, traté de aprender de grandes maestras como Brigitte Bardot, con quien incluso viví un breve tiempo, Catherine Deneuve y Sophia Loren. Las europeas éramos las más guapas, para ser totalmente honestos. Además, mucho más atrevidas, no teníamos pudor o tapujos moralinos. Por supuesto nunca imaginé que sucedería lo que sucedió. Le juro que no guardo rencores, he perdonado, he encontrado la paz.

Por ahí va a oír usted que estoy loca, que traté de matarme, que he pasado la mitad de mi vida en psiquiátricos. Mi publicidad pareciera más mala que buena. En lugar de hablar sobre las más de treinta películas en las que aparezco, sólo comentan lo de Calígula, que me negué a encuerarme, que me tuve que internar. Usted yo no sé si se hace o en verdad no me reconoce… pero muchos que me ubican sólo vuelven a lo mismo: ¿tan fuerte fue que se refugió en las drogas?

Pues sí, sí quedé un poco perturbada, pero de eso ya tanto tiempo… he procurado olvidar. Brando fue mi amigo hasta el final. Una amistad rara, distante, permeada por ese suceso que nunca volvimos a mencionar. Se puso tan gordo, tan feo. Lo cierto es que en la década de 1970 ya no era un galán, ¡pero era Marlon Brando! Su simple presencia imponía; tenía una espalda que era como dos veces la suya, sin ofender. Nunca habrá otro como él, con esa quijada dura, con esos ojos profundos y turbios, con ese cabello indomable. ¿Quién diría usted que está más loco, él o yo? ¿Se acuerda que en lugar de ir por su Oscar a la ceremonia de la Academia mandó a una india? ¿De eso sí? ¿De su extraña isla de la que no salía? ¿De que nadie podía someterlo, ni siquiera Coppola? Hacía su voluntad. Nadie le daba órdenes. Almas como la de Marlon y la mía no vuelven seguido, créame. Escúcheme lo que le digo: no nos repetimos.

Le voy a ser sincera hasta más no poder, al que me costó más disculpar fue a Bertolucci. Pero ya qué queda. Nuestro tiempo es prestado. A mí ya me ganó la batalla este cáncer… sólo me consuela recrear los viejos tiempos, las alfombras rojas, las cenas de gala, las fiestas exóticas. Cuando llegue mi hora, moriré satisfecha porque sé que mi paso no fue en balde. Tal vez usted no, pero mucha gente me recordará. Mucha gente hablará de mí. Al menos eso espero.

París… qué bella ciudad. Todo pasa en París, desde siempre. Hasta su nombre es hermoso; en francés, obviamente. Repita conmigo: paguí, paguí. Tantas canciones, tantos poemas: Elle est née d’aujourd’hui/ Dans le coeur d’un garçon/ Sous le ciel de Paris/ Marchent des amoureux. Quién no quiere enamorarse en la Ville lumière, quién no quiere ser parte de su luz, usted seguro que conoce París: sus puentes, su torre, la brisa gélida del Sena en las noches de enero; sus Champs Élysées, su Arco del Triunfo. París es para mí símbolo de todo lo bueno y todo lo malo. De mi éxito y mi ruina, mi vida y mi muerte. París y Brando. Lo más amado y lo más odiado.

Nuestro último tango no podía ser en otro lugar que no fuera París. Cuando escapé de casa de mi madre, no dudé en dirigirme a la Ciudad Luz. Todo sucede ahí. ¿Sabe usted lo que es el tango, a todo esto? Pareciera que le hablo de cosas del pasado, que usted no me entiende nada. El tango surgió a orillas de otro río, no del Sena, sino del de La Plata. Hay mucho de europeo en los rioplatenses. La música se produce con pocos instrumentos: el piano, el contrabajo, el violín y el bandoneón. Sin los mugidos tristes del bandoneón, no hay tango.

Triste, el tango es triste, es sufrimiento, melancolía; pasión, una pasión desbordante, exacerbada. La pareja se acerca, se aleja, se ama, se agrede, se busca, se repele; la música sube, baja, las piernas se entremezclan, los ojos lloran, el bandoneón pega, el violín raspa. El amor no existe, sólo el sufrimiento.

¿Se da cuenta, entonces? Todo de lo que le hablo: el cine, el tango, París. ¿Se da cuenta la tremenda combinación que pretendía materializar Bertolucci? Su guion era muy sencillo: un hombre y una mujer se conocen en un apartamento vacío. Ambos quieren rentarlo. No se dicen nada, no se conocen, pero algo surge entre ellos. Algo como un tango, como una necesidad insaciable del otro. ¿Comprende usted lo que es necesitar así a alguien? Yo nunca estuve casada, no sé lo que puede ser un amor como aquel. Pero ahí reside la grandeza del intérprete. Los demás tienen que creer que de verdad uno lo siente.

Mi personaje, Jeanne, siente esa atracción por Paul, Marlon Brando. Sin nada por perder, comienzan una relación. Pero para qué le cuento más, vea usted la película. Seguro que le encanta.

Yo tenía sólo 19 años. Censuraron el largometraje en varias partes del mundo. Creo que nos excedimos un poco; bueno, ellos. Sí es verdad, nunca más quise hacer un desnudo. Me gané muchas críticas y el apodo de loca. ¡Entiéndanme! ¡A mí nadie me lo dijo! ¡Me violaron ante una cámara! Y digo me porque fueron los dos, aunque encima sólo haya tenido a Brando.

Yo sabía que el papel iba a requerir de mí un esfuerzo más grande. Que, como toda buena historia, se trataba de una tragedia. Pero no tuvieron la decencia de advertirme que me iban a sodomizar. ¿Sabe que lo de la mantequilla fue algo que surgió de último momento? ¿Sabe usted que mis lágrimas son reales?

Pero los he perdonado, a los dos confabuladores: a Marlon y a Bernardo. Quiero irme en paz. Quiero que la gente me recuerde como una gran actriz francesa, y no como a la pobre niña a la que consumió El último tango en París.

¿Vivimos en un déficit de atención generalizado?

Mientras viajaba en el transporte de regreso a casa, subió al camión uno de esos vendedores que te ofrecen “promociones” de dulces o cacahuates, de aquellos que te lanzan su speech con un tono tan intimidante que hasta hacen que te preguntes si la experiencia no terminará en un “cáiganle con lo que traigan”.

Afortunadamente no fue así. Lo que llamó mi atención al ver a ese hombre fue la súplica que nos lanzaba: “No me ignores…Se siente feo que te dejen con la mano estirada, que en cuanto te subes la gente se voltea a la ventanilla o se hacen los dormidos, se quedan viendo quién sabe qué en sus celulares”. Y tan sólo dos cuadras más adelante se subió otro vendedor, lo cual me hizo pensar de inmediato en que efectivamente uno también se cansa de escuchar lo mismo.

Sin embargo, ahora que también me estoy dedicando a la Docencia, me doy cuenta de que yo les pido exactamente lo mismo a mis alumnos: “Jóvenes, préstenme atención!” Confieso que a veces siento que “compito” con la atractiva y estimulante información que viaja a través de un whatsapp o que si logro captar la atención de los muchachos el encanto se pierde a los 5 minutos. ¿Cómo hacer entonces para resultar “atractivo” hoy en día y lograr que nos pongan atención?

Podría bastar con decir que por estar en una ciudad enorme es muy normal vivir acelerados. O decir también que nuestros queridos gadgets se han vuelto tan importantes que andar sin ellos es como sentir que nos falta algo. Sin embargo, parece que sólo justificamos el por qué de nuestra selectividad, cuando creo que la pregunta es: ¿qué está pasando con nuestra forma de comunicarnos?, ¿es síntoma de algo más?

Hoy me sorprendió ver la cantidad de personas que vi con el cuello doblado y la vista clavada en el celular mientras el Metrobús circulaba en avenida Insurgentes. Desde los albañiles hasta los oficinistas, y claro, sin excluirme a mí. Así como el número de personas que transitamos con los audífonos puestos, no sé si en la búsqueda de una “ambientación” o de un poco de aislamiento.

¿Será acaso que estamos contagiándonos de un “déficit de atención” generalizado? Y con esto me refiero a esa falta de atención para los otros, a la falta de conexión con el semejante, con sus necesidades. Y quizá hasta con nosotros mismos y con nuestros malestares por convivir con tanta gente.

Reseña #MásGordoelAmor y 3 Días

https://youtu.be/ZKeyDXCjC2I

El lado oculto de José Emilio Pacheco

 

 

David Huerta compartió con algunos vecinos de Coyoacán la experiencia de haber trabajado con José Emilio Pacheco, a principios de los años setenta, durante la elaboración de su antología sobre “Cuentos románticos”.

Parte de la presentación a cargo de David Huerta y Blanca Estela Treviño sobre el romanticismo mexicano del Siglo XIX en el ciclo #ViernesdeLibros en la Casa de las Humanidades.
Consulta más presentaciones y actividades en torno a los libros aquí: goo.gl/YCcLJI

 

30 días con Clementina

 

La librería itinerante “Clementina Díaz y de Ovando” cumplió su primer mes de recorridos en las sedes de la Escuela Nacional Preparatoria y del Colegio de Ciencias y Humanidades de la UNAM.

Para celebrarlo, les presentamos un pequeño recorrido televisivo en donde se resume el objetivo esencial de “La Clementina” recorrer en busca de nuevos y asiduos lectores.

Agradecemos al programa “Creadores Universitarios” de Foro TV y a la Agencia N22 del Canal 22 por su curiosidad y difusión a nuestra librería itinerante.

La Clementina, Librería en cuatro ruedas de la UNAM

Mermelada de letras

https://youtu.be/lkxWTgKnA34

Oda a mi pluma fuente. In memoriam

Hablar de Ana Frank siempre me ha parecido bastante interesante, aunque en los últimos tiempos mi visión ha cambiado, debido a que en el ámbito de la investigación los puntos de vista sobre la autenticidad de su diario señalan su falsedad, declarando que el verdadero autor de dicha obra fue el propio padre de la “autora”, Otto Frank. Pero el texto siempre tiene algo nuevo para reflexionar, para aprender y para recordar sobre la Segunda Guerra Mundial y quienes padecieron debido a ésta.

Con toda la información que se tiene, con las disputas de autenticidad, con el paso del tiempo, todo ha hecho que la perspectiva adquirida tras la lectura de este diario cambie. La última vez que leí el libro llegué a una conclusión tajante: el pensamiento de esta niña de los años 40s plasmado en cientos de hojas va mucho más allá de simples vivencias o asuntos relacionados a su edad, en el trasfondo de la obra puede apreciarse una verdadera crítica ante los tiempos, encontrando de esta manera un explícito odio a los alemanes, una amplia consciencia sobre la sexualidad y un anhelo incesante de libertad ante la realidad de vivir escondida. Este pensamiento no puede más que pertenecer a una persona más adelantada en conocimientos y en sentido crítico con relación a la situación vivida. Pero estas líneas no están presentes aquí para debatir por enésima vez si Ana escribió su famoso diario o no.

Es bien sabido que ella, su familia, la familia Van Pels y el dentista Fritz Pfeffer fueron llevados a Auschwitz, campo de concentración alemán situado en Polonia. De ahí cada uno de ellos enfrentó su propio destino. Ana fue enviada junto con su hermana a Bergen Belsen, en Alemania, donde Margot murió días antes, debido a la fiebre tifoidea que padecía. La fecha más acertada para marcar la muerte de Ana Frank, la cual también se debió a la misma enfermedad que Margot padeció, es el 12 de marzo de 1945, unas cuantas semanas previas a la liberación del campo.

Con relación a su muerte y a lo complejo del pensamiento de Ana encontrado en su diario, el lector puede percatarse de que ella era totalmente consciente sobre lo que sucedía con las personas que eran llevadas a campos de concentración. En un pasaje del diario donde se describe a detalle que su pluma fuente terminó accidentalmente en un hornillo donde quemaban la basura en el anexo secreto, ella dice que su final podría ser el mismo: ser quemada; es decir, ella está expresando que sabe de la existencia de las torturas y de todos los medios por los cuales los nazis daban muerte tanto a judíos como a todas las demás personas que representaban una mancha para el expansionismo alemán.

Si Ana vivió escondida durante más de dos años en el edificio donde solía trabajar su padre, estuvo rodeada de las mismas personas todos los días; si ella y todos los demás recibían visitas constantes de sus protectores y si eran informados sobre lo que sucedía en el mundo de afuera, no es de extrañarse la información con la que contaba Ana, aunque sea un poco difícil de creer a primera instancia, debido a su edad. Esto me hace pensar en Rutka, una adolescente polaca que vivió en la misma época, con la única diferencia de que ella vivía en un gueto y trabajaba para los nazis en una fábrica. Rutka también escribió un diario que, comparado con el de Ana, es sumamente corto (sólo dura alrededor de cuatro meses), pero contiene información muy gráfica al respecto de su vida, tanto de su esencia pueril y sus problemas de adolescencia, como la opinión que tenía ante los sucesos presenciados por ella misma al ver que los soldados alemanes exterminaban a más gente.

Rutka murió en Auschwitz y Ana en Bergel Belsen, probablemente en el mismo año. Ambas sufrieron la calamidad de su época y dejaron un eco de ésta a través de sus
líneas. La opinión de cada lector variará con el paso del tiempo tras las veces que lea el diario de cualquiera de estas dos niñas escritoras, pero jamás dejarán de hablar acerca de ese oscuro, e incluso a veces negado, periodo de la Segunda Guerra Mundial.

*Egresada de la Licenciatura en Letras Clásicas por la UNAM

Retrovisor: Rosa Parks

En diciembre de 1955, la señora Rosa Parks (Alabama, 4 de febrero de 1913 – Detroit, 24 de octubre de 2005), desafió una práctica que clasificaba a los individuos por el origen de su raza, al trastocar una regla que consideraba injusta; como cualquier otro trabajador, luego de una jornada laboral, tomó asiento en la zona del autobús reservada para blancos y prefirió ir a la cárcel que ceder su asiento.

El ejemplo de Parks propició que la comunidad negra se organizara para boicotear a los autobuses de la ciudad como protesta. En el boicot participó el 90 por ciento de la población negra y estuvo encabezado por la “Asociación de Mejoramiento de Montgomery” que presidía Martín Luther King Jr.

En el transcurso del boicot, se intentó desalentar la protesta mediante actos terroristas: se colocaron bombas que causaron explosiones en iglesias, hogares y espacios públicos. La violencia no detuvo a la organización hasta obtener el fallo favorable de la Suprema Corte de Justicia de los Estados Unidos que declaró inconstitucionales las leyes estatales y locales de Alabama, las mismas que dictaban la segregación racial en autobuses.

Para invitar a la comunidad universitaria a reflexionar sobre derechos humanos, inclusión, combate a la discriminación, activismo y buenas prácticas ciudadanas, la Cátedra Nelson Mandela de Derechos Humanos en cine y literatura exhibe las piezas Rosa Parks y Cellular Power, en la explanada del Museo Universitario Arte Contemporáneo (MUAC), del 10 de febrero al 17 de marzo.

Esta muestra se realiza en colaboración con el Museo de Memoria y Tolerancia y la Embajada de Estados Unidos en México, en el marco del mes de la negritud que se celebra en Estados Unidos.

Instalaciones

En la explanada del MUAC se instaló la réplica del emblemático autobús de Rosa Parks, realizada por el equipo de museografía del Museo de Memoria y Tolerancia. Se trata de una pieza interactiva a la que el público podrá subir, tomar asiento y ver la proyección de un documental que cuenta la historia de Parks y el movimiento de resistencia que detonó con su acto de desobediencia civil.

También se presenta la instalación Cellular Power, compuesta por una caja rectangular con una entrada por uno de sus laterales, con capacidad para seis personas. En el interior está tapizada con una gigantografía, realizada a partir de imágenes de la organización de las Panteras Negras de 1968, en las que aparecen protestando con celulares en mano. Es un dispositivo que muestra cómo hoy en día la tecnología ayuda a denunciar injusticias y abusos de autoridad.

El uso de la tecnología en la educación