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¿Vivimos en un déficit de atención generalizado?

Mientras viajaba en el transporte de regreso a casa, subió al camión uno de esos vendedores que te ofrecen “promociones” de dulces o cacahuates, de aquellos que te lanzan su speech con un tono tan intimidante que hasta hacen que te preguntes si la experiencia no terminará en un “cáiganle con lo que traigan”.

Afortunadamente no fue así. Lo que llamó mi atención al ver a ese hombre fue la súplica que nos lanzaba: “No me ignores…Se siente feo que te dejen con la mano estirada, que en cuanto te subes la gente se voltea a la ventanilla o se hacen los dormidos, se quedan viendo quién sabe qué en sus celulares”. Y tan sólo dos cuadras más adelante se subió otro vendedor, lo cual me hizo pensar de inmediato en que efectivamente uno también se cansa de escuchar lo mismo.

Sin embargo, ahora que también me estoy dedicando a la Docencia, me doy cuenta de que yo les pido exactamente lo mismo a mis alumnos: “Jóvenes, préstenme atención!” Confieso que a veces siento que “compito” con la atractiva y estimulante información que viaja a través de un whatsapp o que si logro captar la atención de los muchachos el encanto se pierde a los 5 minutos. ¿Cómo hacer entonces para resultar “atractivo” hoy en día y lograr que nos pongan atención?

Podría bastar con decir que por estar en una ciudad enorme es muy normal vivir acelerados. O decir también que nuestros queridos gadgets se han vuelto tan importantes que andar sin ellos es como sentir que nos falta algo. Sin embargo, parece que sólo justificamos el por qué de nuestra selectividad, cuando creo que la pregunta es: ¿qué está pasando con nuestra forma de comunicarnos?, ¿es síntoma de algo más?

Hoy me sorprendió ver la cantidad de personas que vi con el cuello doblado y la vista clavada en el celular mientras el Metrobús circulaba en avenida Insurgentes. Desde los albañiles hasta los oficinistas, y claro, sin excluirme a mí. Así como el número de personas que transitamos con los audífonos puestos, no sé si en la búsqueda de una “ambientación” o de un poco de aislamiento.

¿Será acaso que estamos contagiándonos de un “déficit de atención” generalizado? Y con esto me refiero a esa falta de atención para los otros, a la falta de conexión con el semejante, con sus necesidades. Y quizá hasta con nosotros mismos y con nuestros malestares por convivir con tanta gente.