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Oda a mi pluma fuente. In memoriam

Hablar de Ana Frank siempre me ha parecido bastante interesante, aunque en los últimos tiempos mi visión ha cambiado, debido a que en el ámbito de la investigación los puntos de vista sobre la autenticidad de su diario señalan su falsedad, declarando que el verdadero autor de dicha obra fue el propio padre de la “autora”, Otto Frank. Pero el texto siempre tiene algo nuevo para reflexionar, para aprender y para recordar sobre la Segunda Guerra Mundial y quienes padecieron debido a ésta.

Con toda la información que se tiene, con las disputas de autenticidad, con el paso del tiempo, todo ha hecho que la perspectiva adquirida tras la lectura de este diario cambie. La última vez que leí el libro llegué a una conclusión tajante: el pensamiento de esta niña de los años 40s plasmado en cientos de hojas va mucho más allá de simples vivencias o asuntos relacionados a su edad, en el trasfondo de la obra puede apreciarse una verdadera crítica ante los tiempos, encontrando de esta manera un explícito odio a los alemanes, una amplia consciencia sobre la sexualidad y un anhelo incesante de libertad ante la realidad de vivir escondida. Este pensamiento no puede más que pertenecer a una persona más adelantada en conocimientos y en sentido crítico con relación a la situación vivida. Pero estas líneas no están presentes aquí para debatir por enésima vez si Ana escribió su famoso diario o no.

Es bien sabido que ella, su familia, la familia Van Pels y el dentista Fritz Pfeffer fueron llevados a Auschwitz, campo de concentración alemán situado en Polonia. De ahí cada uno de ellos enfrentó su propio destino. Ana fue enviada junto con su hermana a Bergen Belsen, en Alemania, donde Margot murió días antes, debido a la fiebre tifoidea que padecía. La fecha más acertada para marcar la muerte de Ana Frank, la cual también se debió a la misma enfermedad que Margot padeció, es el 12 de marzo de 1945, unas cuantas semanas previas a la liberación del campo.

Con relación a su muerte y a lo complejo del pensamiento de Ana encontrado en su diario, el lector puede percatarse de que ella era totalmente consciente sobre lo que sucedía con las personas que eran llevadas a campos de concentración. En un pasaje del diario donde se describe a detalle que su pluma fuente terminó accidentalmente en un hornillo donde quemaban la basura en el anexo secreto, ella dice que su final podría ser el mismo: ser quemada; es decir, ella está expresando que sabe de la existencia de las torturas y de todos los medios por los cuales los nazis daban muerte tanto a judíos como a todas las demás personas que representaban una mancha para el expansionismo alemán.

Si Ana vivió escondida durante más de dos años en el edificio donde solía trabajar su padre, estuvo rodeada de las mismas personas todos los días; si ella y todos los demás recibían visitas constantes de sus protectores y si eran informados sobre lo que sucedía en el mundo de afuera, no es de extrañarse la información con la que contaba Ana, aunque sea un poco difícil de creer a primera instancia, debido a su edad. Esto me hace pensar en Rutka, una adolescente polaca que vivió en la misma época, con la única diferencia de que ella vivía en un gueto y trabajaba para los nazis en una fábrica. Rutka también escribió un diario que, comparado con el de Ana, es sumamente corto (sólo dura alrededor de cuatro meses), pero contiene información muy gráfica al respecto de su vida, tanto de su esencia pueril y sus problemas de adolescencia, como la opinión que tenía ante los sucesos presenciados por ella misma al ver que los soldados alemanes exterminaban a más gente.

Rutka murió en Auschwitz y Ana en Bergel Belsen, probablemente en el mismo año. Ambas sufrieron la calamidad de su época y dejaron un eco de ésta a través de sus
líneas. La opinión de cada lector variará con el paso del tiempo tras las veces que lea el diario de cualquiera de estas dos niñas escritoras, pero jamás dejarán de hablar acerca de ese oscuro, e incluso a veces negado, periodo de la Segunda Guerra Mundial.

*Egresada de la Licenciatura en Letras Clásicas por la UNAM