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Fecha de publicación de la nota original: 13 de junio de 2018[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]

Tanto los organismos internacionales como los Estados y las diversas sociedades han reconocido que el maltrato hacia las personas envejecidas es una realidad que trastoca tanto el ámbito de lo privado como el público, que impacta negativamente a las personas y colectivos dañanado la salud, la forma en la que nos relacionamos con la vejez, los viejos y el envejecimiento y, finalmente, las relaciones que establecemos como comunidad.
En la Declaración de Toronto para la Prevención Globlal del Maltrato de las Personas Mayores, se define al maltrato en la vejez como “la acción única o repetida, o la falta de respuesta apropiada, que ocurre dentro de cualquier relación donde exista una expectativa de confianza y la cual produzca daño o angustia a una persona anciana. Puede ser de varios tipos: físico, psicológico/emocional, sexual, financiero o simplemente reflejar un acto de negligencia intencional o por omisión”.
Aunque no existen suficientes datos respecto a la problemática, algunos estudios señalan que entre el 2.2 y el 14 por ciento de la población envejecida en el mundo ha sufrido algún tipo de maltrato. Entre los más frecuentes encontramos el abuso financiero, el maltrato emocional, la violencia sexual y la negligencia. Sin embargo, hay grupos en los que el maltrato es aún más frecuente, tal es el caso de las personas con deterioro cognitivo o aquellos que viven en residencias o centros de cuidado de largo plazo (OMS, 2015).
El maltrato por sí mismo, constituye una violación de los derechos humanos, pues afecta los principios de igualdad y dignidad y violenta el derecho de las personas envejecidas a vivir en condiciones de vida adecuadas. Sin embargo, se ha constituido en una práctica cotidiana que encuentra espacios para reproducirse en contextos de desigualdad e inequidad de género, pobreza, falta de oportunidades para el desarrollo personal y colectivo, ausencia de espacios de participación social y, en contextos en los que el marco jurídico y el sistema de impartición de justicia es débil o inexistente para atender esta situación.
El 19 de septiembre de 2011, la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas aprobó la resolución 66/127 en la que estableció el 15 de junio como el Día Mundial de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez. La pregunta es: ¿Qué podemos reflexionar hoy como universitarios y como miembros de una sociedad que envejece?
En principio es importante que reconozcamos que el maltrato se da como resultado en muchos casos de una discriminación, del hecho de pensar al otro como un ser inferior, débil, como objeto o incluso, dejar de considerarlo persona. La discriminación hacia las personas por el hecho de ser viejas, se denomina viejismo y las prácticas viejistas constituyen formas de maltrato que en muchos casos son más comunes de lo que pensamos. De hecho, la mayor parte de nosotros maltratamos aún sin darnos cuenta.
Entre las formas de viejismo más comunes encontramos:
- Burlas: Cuando hacemos comentarios negativos sobre la edad, sobre algunas enfermedades asociadas a la vejez o que resaltan ciertas características. “Ya déjalo, ya está chocheando”, “Es el alemán, que la trae así..”
- Rechazo: Cuando expresamos abierta o veladamente la idea de que la vejez es negativa. “Yo no quiero llegar a viejo”, “Ojalá me muera antes de los sesenta”.
- Inferiorización: Cuando se usan expresiones o se les habla como seres inferiores, como cuando decimos “los viejitos vuelven a ser como niños”, les hablamos de manera pausada como si no fuesen capaces de comprender o les hablamos usando un tono y lenguaje infantil. Estas formas de trato denotan una actitud de superioridad de quien habla y al mismo tiempo la inferioridad de quien envejece. El uso de diminutivos es también una forma de inferiorizar: “Ya vienen los abuelitos a su clase”, o llamar al señor Juan, Juanito, porque ya cumplió sesenta años
- Cosificación: Cuando tratamos a las personas como objetos que se pueden mover de un lado a otro, quitar, eliminar o guardar. “Ya que se lo lleven a su casa, que le deje el lugar a los más jóvenes”.
- Invisibiliación: Cuando no les preocupan los viejos, no tienen en la mente la idea de llegar a viejos y simplemente los tienen fuera de sus pensamientos y sentimientos. Cuando los viejos no existen.
- Homogeinización o normalización: Cuando las personas e instituciones asumen que todas las personas envejecidas son iguales y tienen las mismas necesidades (requieren bastones, lentes, pañales o dar por hecho que todos tienen alguna discapacidad o son pobres).
Las anteriores son solo algunas formas de viejismo que son cotidianas y que se traducen en maltrato, pues finalmente dañan y causan angustia a las personas envejecidas. Este día, podemos comenzar a tomar conciencia de aquello que hacemos, que decimos, de la forma en la que nos relacionamos con los viejos, con la vejez y con el envejecimiento. Podemos hacer concientes aquellas acciones y pensamientos que, sin aparente intención, colaboran en la reproducción del maltrato y entonces, evitarlas. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad en la que los viejos sean siempre considerados personas, sus derechos sean respetados y su dignidad preservada.
*Profesora de la Facultad de Estudios Superiores Zaragoza de la UNAM
Referencias
World Health Organization. World report on ageing and health. Geneva: WHO; 2015. Disponible en http://apps.who.int/iris/bitstream/10665/186463/1/9789240694811_eng.pdf


Algunos movimientos involuntarios (en la boca) y sonidos que emiten las personas mayores “son inherentes a ciertas enfermedades neurodegenerativas (

Este descubrimiento llevó al investigador, que tiene un interés científico en el envejecimiento, a hacerse una pregunta adicional: por qué un cerebro viejo, de un adulto mayor, le cuesta trabajo y prácticamente tiene cerrada la posibilidad de aprender cosas nuevas, pero puede recuperar memorias de su infancia.
“Se debe identificar qué cambia para poder proponer herramientas farmacológicas dirigidas a revertir esa pérdida; es decir, en el futuro se podría traducir en un fármaco y es una carrera contra el tiempo, porque actualmente sabemos que al restituir ciertos elementos celulares que se pierden al envejecer, las neuronas vuelven a ser funcionales y recuperan sus capacidades plásticas perdidas durante el envejecimiento”, señaló el investigador.

“Hablar de sexualidad no siempre es fácil, pero en mi caso considero que no he perdido la libido ni la capacidad de sentir deseo sexual. Creo que con eso, un poco de imaginación y Viagra se resuelve. A esta edad, y con las mujeres con quienes me relaciono, que son digamos más maduras, el tema del sexo es distinto porque llego a acuerdos con ellas, nos planteamos gustos que ya no son temas sobre la pena.”
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La coordinadora del Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV) de la UNAM, Verónica Montes de Oca Zavala, considera también que: debemos construir las mejores condiciones para vivir en libertad, la vejez no es una enfermedad, se han vivido aspectos vinculados a una pérdida progresiva de los derechos humanos que se habían ganado en las últimas dos décadas.

Celebración incluyente




