¿Feminista?

Soy una neófita en esto del feminismo. Eso es lo primero que quiero aclarar. Lo segundo es que esto no es para nada un discurso dogmático, es una simple explicación y búsqueda personal. Es lo bueno de ser un cero a la izquierda en esto de la opinión pública y las polémicas intelectuales.

He rastreado mi historia para comprender por qué no me consideraba feminista. Tal vez porque en mi casa no existía eso, como tampoco el machismo. De cierta manera, en la teoría nos regía el heteropatriarcado —mi madre fue toda la vida, hasta hace poco, ama de casa de tiempo completo; mi abuela estudió una carrera técnica para ser secretaria, pero trabajó muy poco. Ambas dependieron en lo económico de sus maridos—, pero en la práctica, funcionábamos como un matriarcado. Mi familia materna, que fue la que me rodeó más tiempo durante mi infancia y juventud, está compuesta en su mayoría por mujeres. Una de mis tías terminó la carrera profesional de arquitecta y desde que egresó hasta ahora, aún con tres hijos de por medio, ha ejercido. Las otras dos siempre trabajaron, fuera como fuera. A mi hermana, a mis primas y a mí —igual que a mi hermano y a mis primos— se nos impulsó a estudiar. Tengo una prima historiadora, otra médico, otra futura economista, una hermana próxima licenciada en literatura inglesa… y una prima muy pequeña como para saber qué quiere ser en un futuro. Jamás se nos dijo que teníamos que casarnos, que debíamos ser madres.

Dicen que alguna vez mi abuelo fue un macho hecho y derecho. Yo recuerdo a un señor bonachón y complaciente, que ha terminado por ser el viejito más adorable y enamorado: vive por y para mi abuelita. Por otro lado, mi papá tiene algunas ideas retrógradas, pero jamás fue un macho mexicano. Un tiempo vivimos juntos, él y yo, y por su iniciativa hacíamos el quehacer. En mi casa, el que cocina es mi papá y ahora mi hermano. Yo jamás percibí, de niña y más grande, que hubiera una diferencia entre el trabajo de una mujer o de un hombre, que una vida valiera más que otra. Mi papá trabajaba en la CDMX y nosotros vivíamos en Cuernavaca. Lo veíamos los fines de semana, y el resto de los días, mi mamá se las arreglaba para resolver todo.

No conocí el feminismo hasta que entré a la universidad, y en un principio no me llamó la atención. Alguna vez creí que las feministas estaban locas, que creían que podían vivir sin hombres y eso me parecía un disparate. Después tuve un poco de empatía por el viejo feminismo, aquel de la década de 1960, el de Parks y De Beauvoir, el que me permitió votar y poder elegir una profesión. También, debo reconocerlo, llegué a llamar a algunas mujeres «feminazis». Consideraba la literatura de Ángeles Mastretta y Laura Esquivel algo que denominábamos «panochapower». En algún momento —qué pena me doy— llegué a llamarme misógina. Ahora cuando lo recuerdo, honestamente, siento asco por mí misma.

Por eso y retomando mi primera aclaración, este nuevo feminismo que vivo es para mí, ante todo, una búsqueda personal, una lucha conmigo misma. Creo que hay pleitos que no valen la pena, yo no voy a discutir si está bien que las cazafantasmas sean ahora mujeres o si James Bond debe ser una actriz; porque eso me resulta en verdad irrelevante. Lo que me parece deplorable es que un sujeto que ahora gobierna Estados Unidos diga que a las mujeres se les debe tocar sin preguntar, que millones de niñas en el mundo no puedan acceder a educación, que algunas religiones sigan considerando a la mujer un ser inferior, que sigamos sintiendo miedo al caminar por las noches porque en cualquier momento nos pueden atacar, que se mate a las mujeres por el simplemente de serlo. Eso es por lo que quiero pelear. Por un salario igualitario, las mismas oportunidades, para que aquellas que quieran ser madres reciban un trato digno y no se les despida de sus trabajos, por apoyos para madres solteras.

Tener un hijo varón fue también para mí una anagnórisis. Comprobé que la crianza y educación son fundamentales; y también, que los cerebros de hombres y mujeres funcionan en vías distintas. He procurado no marcar distinción de géneros con mi hijo: el otro día me comentó que quería casarse con el hijo de uno de mis amigos y le aclaré que primero tenía que ver si él también quería casarse. Le platiqué a la mamá del futuro esposo de mi hijo y ambas reímos mucho con la idea. No hubo prejuicios. Reconozco en ella, en la mamá de ese chiquillo, otra forma de ser mujer. Y la respeto.

Esa es mi batalla diaria: la empatía, el respeto. A lo mejor alguna de ustedes lee esto y piensa que soy una pendeja. Exijo respeto. Respeto la opinión de Luiselli si quiere disentir del feminismo; respeto a aquellas que sienten que tienen la verdad del feminismo y que sólo ellas pueden opinar; respeto a quienes toman algo de aquí y más de allá. Respeto a mi hermana que sigue viendo discriminación a las mujeres en todos lados. Respeto a mi madre que a sus 56 años también se está asumiendo como feminista. Respeto a quien todo esto le valga madres. Pero yo no me voy a quedar de brazos cruzados. Voy a seguir buscando espacios para hacer sonar mi voz, voy a seguir trabajando y aportando el 50% de los gastos de mi casa, voy a seguir enfatizándole a Gabriel que hombres y mujeres son completamente iguales.

Hace poco terminé de escribir un libro de cuentos. Aseguro que es feminista. Lo cierto es que busqué describir a varias mujeres, varias situaciones y trate de no emitir juicios. Porque eso es lo que me encanta de ser mujer: esa capacidad de ser tan diferentes y tan iguales, esa amalgama de sentimientos e ideas; esas distancias y cercanías. Espero pronto verlo publicado. Ojalá que a alguien le agrade. Además de corregir excesivamente textos ajenos, es lo que sé hacer. Contar historias. Al menos lo intento.

Finalmente, como epílogo, quiero señalar —aunque esto saque algunas ronchas— que no estoy de acuerdo con la decisión de Café Tacuba de dejar de tocar «La ingrata». En tal caso, tendríamos que prohibir El padrino, porque Michael Corleone hace cosas terribles. O censurar «El Cobrador» de Fonseca, porque lo que narra ahí son crímenes atroces —contra hombres, pero principalmente contra mujeres—. Pero ese es otro ámbito… es el ámbito de la creación y en ese resquicio merecemos libertad. Como dije antes… lo respeto. Pero el sábado pasado, en la boda de unos queridos amigos —ella, una de las mujeres a la que más admiro y él, un hombre al que quiero hasta el infinito— cantamos y bailamos al ritmo de «Ingrata, no me digas que me quieres…» como sólo con esa canción puede hacerse.

Fragmentado, otra pesadilla de Shyamalan

La mente humana es muy compleja, ante un hecho traumatizante puede generar mecanismos de defensa para huir del dolor provocado, por ejemplo, en un niño que ha sufrido abuso sexual, violencia y crueldad de parte de quienes debieron protegerlo. Esos mecanismos de defensa desencadenan un trastorno disociativo o de identidad múltiple, es decir, la convivencia de una o más personalidades dentro de un mismo individuo.
Dentro de Kevin Wendell Crumb (James McAvoy) tres de sus 23 identidades luchan por tomar el control de su comportamiento, cada identidad con un propio patrón de conductas, habilidades y enfermedades. Así, vemos surgir en cuestión de segundos a Dennis el tipo duro, obsesivo y compulsivo; a Barry el homosexual diseñador de moda, a Patricia, una maniaca y fanática religiosa y a Hedwig, el niño de las calcetas rojas y admirador del rapero Kanye West.
Así, asistimos a una función de terror psicológico y suspenso que mantiene la tensión pero que también nos hace reír, que despierta emociones y que nos llama a la reflexión mientras vemos aparecer a la personalidad número 24, “la bestia”.
En palabras del director M. Night Shyamalan, el personaje de Kevin lo empezó a escribir hace unos 15 años y lo rescató hace dos para hacer una película completa. El desorden de trastorno disociativo es el más documentado científicamente y el objetivo de la película es exponer la versión más extrema de la separación mental, la habilidad para enfocarse en lo que se cree “y yo lo veo como un súper poder”.
“Somos lo que creemos que somos”, es el mensaje de la película, “si siempre pensamos que cosas malas nos suceden y nos concentramos en esa versión de nosotros mismos es lo que recibiremos”, afirma el cineasta.
Shyamalan acostumbra hacer un cameo en sus películas, en Fragmentado lo vemos como el conserje del edificio donde está el consultorio de la doctora que atiende a Kevin.
Indudablemente el personaje de Kevin da para más, quizá nos depara mayores sorpresas ya que el realizador hace un guiño a otra de sus películas Unbreakable (El protegido, año 2000).

La prensa escrita no va a desaparecer

A la prensa escrita le quedan unos 20 años, no desaparecerá porque necesitamos su profundidad, las redes sociales generan contenido efímero, la rentabilidad de los diarios la da el papel. Estas fueron algunas de las ideas que surgieron en la presentación de los libros “100 años de Fotografía en El Universal” y “100 años de Caricatura en El Universal”.

Los libros se presentaron en la edición 38 de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, con la participación de Juan Francisco Ealy Ortiz, Presidente Ejecutivo del diario; Juan Francisco Ealy Jr, director general; María Cristina García Cepeda, secretaria de Cultura federal; Juan Ramón de la Fuente y Francisco Santiago, director editorial.

Una de las preocupaciones constantes de los presentadores fue la supervivencia de la prensa escrita frente al crecimiento de las nuevas tecnologías. Un diario con 100 años poniéndose a prueba ante los lectores tiene claro que la innovación comenzó hace casi 20 años, como lo expresó Juan Francisco Ealy Jr.

En el caso de El Universal se recordó que en sus rotativas se imprimió la Constitución de 1917. El diario como testigo de una nación, reflejo de sus progresos pero también de sus contradicciones.

Mérito mayor del diario fue que abrió sus páginas a todas las corrientes ideológicas a finales de la década de los 60. Un país convulso, con los estertores del 68 necesitaba que voces como las de Heberto Castillo tuvieran una tribuna. Es por eso, contó Ealy Ortiz, que decidió acudir a Lecumberri para reclutar al ingeniero, al inventor de la tridilosa. Y los textos fluyeron desde el “Palacio Negro” hasta el diario.

Por su parte, Juan Ramón de la Fuente acotó que un cartón tiene un impacto mayor en lo inmediato, pero que los efectos de una columna política son de mayor duración.

Finalmente, la secretaria de Cultura federal enfatizó que se necesita de la profundidad de la prensa escrita.

Las balas del 68 en Tlatelolco aún resuenan

La matanza de los estudiantes mexicanos en 1968 es una herida abierta, no una cicatriz, señaló Rosa Albina Garavito.

Luis González de Alba en su último libro “Tlatelolco aquella tarde” vuelve a contar la historia que lo obsesionó durante toda su vida: la de aquella tarde del 2 de octubre de 1968, la tarde en que se terminó con el sueño de toda una generación.

José Woldenberg, Raúl Trejo Delarbre y Rosa Albina Garavito comentaron, en el marco de la 38 Feria Internacional del Palacio de Minería, el libro de González de Alba.

Las páginas de “Tlatelolco aquella tarde” son un descenso al infierno, aún resuenan las detonaciones, las balas, la confusión, las botas militares. Woldenberg evoca los pasajes en donde González de Alba retrata la condición humana de los soldados, un “acto de honestidad intelectual”. El verdugo que también era una víctima. Y así, no sólo era un represor, sino el que le dio fruta, una cobija y fingió golpearlo al paso de sus supervisores.

El académico de la UNAM y ex consejero presidente del Instituto Federal Electoral (ahora INE), señaló que la generación del 68 desafió al poder Presidencial, un poder que en ese entonces era intocable. Agregó que las libertades que hoy se ejercen son producto de la lucha de las generaciones anteriores.

En tanto, Rosa Albina Garavito afirmó que para González de Alba el 68 no era un tema cerrado. Narrar una y otra vez el 68, ese era su responsabilidad histórica y perseguía ser absuelto por la Historia.

El autor de “Tlatelolco aquella tarde” luchó siempre por un mundo de libertades y no era ingenuo, sabía que la libertad genera vértigo. Garavito recapituló el pleito que González de Alba tuvo con Elena Poniatowska. “Los días y los años” versus “La noche de Tlatelolco”. Dos versiones distintas de los hechos. La primera, la de González de Alba buscaba que se reconociera el triunfo de la lucha de los estudiantes. La izquierda no sabe reconocer sus triunfos, acotó Garavito.

El dos de octubre de 1968 no puede ser sólo la crónica de una tragedia, fue una tarde, insistía González de Alba. Poniatowska, cita Garavito lo escrito por el autor de Los días y los años, escribe desde la perspectiva trágica y la tragedia inmoviliza, petrifica.

Finalmente, Raúl Trejo Delarbre precisó que Luis González de Alba no era un hombre amargado y que en alguno de sus textos había compartido que alguien le dijo que había sido parte de una generación afortunada, una generación que tuvo esperanzas.

Todos somos peregrinos

[vc_row][vc_column][vc_column_text]De pronto olvidamos que el viaje más importante es el interior. «Escritos de un incierto peregrino»  de Carlos Mendoza Álvarez fue presentado en la FIL de Minería.

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Los demonios del insomnio

Cuando los demonios te acosan es porque estás en un delirio, te dejas poseer por un sueño de demonios, eso es el insomnio para Alberto Ruy Sánchez.

En entrevista con Deyanira Morán y Mario Conde durante el programa Parvadas de Papel de Radio UNAM, desde la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, Ruy Sánchez habló de dos de sus temas favoritos: el insomnio y la poesía.

Recalcó que no padece el insomnio, lo disfruta. Escribe durante la noche porque de día trabaja. No se vive de la escritura y menos si se escribe poesía.

En sus escritos, señaló, se recrea lo que sucede al despertar: hay mal aliento, hay ronquidos, no todo tiene que ser agradable. Si se quiere vivir con la misma persona encuentras los rituales para seguir convirtiendo en amor lo desagradable, eso se llama conjuro, exorcismo.

Su libro “Luz de colibrí” editado por ERA es el relato de la experiencia de cómo despertar juntos. Saber que el otro es humano.

Ruy Sánchez saludó al público de la FIL de Minería desde la cabina donde era entrevistado y convocó en ese instante a un concurso de ronquidos, el premio: su libro de poesía. Los mejores ronquidos se llevaron las letras del poeta.

El periódico, testigo de la historia de un país

El periódico refleja los progresos y contradicciones de una nación. En la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería fueron presentados los libros 100 años de Fotografía en El Universal y 100 años de Caricatura. Estuvieron presentes el presidente del diario, Juan Francisco Ealy Ortiz; Juan Ramón de la Fuente y la secretaria de Cultura del Gobierno Federal, María Cristina García Cepeda.

Parvadas de papel

Las balas del 68 en Tlatelolco aún se escuchan

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La matanza de los estudiantes mexicanos en 1968 es una herida abierta, no una cicatriz, señaló Rosa Albina Garavito.

Luis González de Alba en su último libro “Tlatelolco aquella tarde” vuelve a contar la historia que lo obsesionó durante toda su vida: la de aquella tarde del 2 de octubre de 1968, la tarde en que se terminó con el sueño de toda una generación.

José Woldenberg, Raúl Trejo Delarbre y Rosa Albina Garavito comentaron, en el marco de la 38 Feria Internacional del Palacio de Minería, el libro de González de Alba.

Las páginas de “Tlatelolco aquella tarde” son un descenso al infierno, aún resuenan las detonaciones, las balas, la confusión, las botas militares. Woldenberg evoca los pasajes en donde González de Alba retrata la condición humana de los soldados, un “acto de honestidad intelectual”. El verdugo que también era una víctima. Y así, no sólo era un represor, sino el que le dio fruta, una cobija y fingió golpearlo al paso de sus supervisores.

El académico de la UNAM y ex consejero presidente del Instituto Federal Electoral (ahora INE), señaló que la generación del 68 desafió al poder Presidencial, un poder que en ese entonces era intocable. Agregó que las libertades que hoy se ejercen son producto de la lucha de las generaciones anteriores.

En tanto, Rosa Albina Garavito afirmó que para González de Alba el 68 no era un tema cerrado. Narrar una y otra vez el 68, ese era su responsabilidad histórica y perseguía ser absuelto por la Historia.

El autor de “Tlatelolco aquella tarde” luchó siempre por un mundo de libertades y no era ingenuo, sabía que la libertad genera vértigo. Garavito recapituló el pleito que González de Alba tuvo con Elena Poniatowska. “Los días y los años” versus “La noche de Tlatelolco”. Dos versiones distintas de los hechos. La primera, la de González de Alba buscaba que se reconociera el triunfo de la lucha de los estudiantes. La izquierda no sabe reconocer sus triunfos, acotó Garavito.

El dos de octubre de 1968 no puede ser sólo la crónica de una tragedia, fue una tarde, insistía González de Alba. Poniatowska, cita Garavito lo escrito por el autor de Los días y los años, escribe desde la perspectiva trágica y la tragedia inmoviliza, petrifica.

Finalmente, Raúl Trejo Delarbre precisó que Luis González de Alba no era un hombre amargado y que en alguno de sus textos había compartido que alguien le dijo que había sido parte de una generación afortunada, una generación que tuvo esperanzas.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

Jornadas de Cómic en la FIL de Minería

Dar un empujón a los que comienzan, a los más jóvenes y que ya tienen un material que mostrar, es el principal objetivo de las Jornadas de Cómic inauguradas en la 38 Edición de la Feria del Libro del Palacio de Minería, señaló el historietista y escritor Bernardo Fernández (BEF).

El diseñador lleva 30 años “batallando para hacer cómics” y después de 20 ha ganado el reconocimiento al dedicarse a la profesión a la que adora, por lo tanto “hay que aprovechar estos espacios “que cuando yo empecé no había”.

Con estas jornadas también se busca reconocer a la gente que se ha dedicado a esto durante mucho tiempo como Helioflores, quien es más conocido como caricaturista, pero ha sido un historietista muy pródigo.

Al presentar a dos jóvenes historietistas, Edgar Camacho y Flori Guga, quienes platicaron sobre la ardua labor de hacer cómics, Bef expresó su deseo de que los historietistas “se puedan dedicar a esto de igual modo que un escritor o pintor de manera profesional y vivir de esto, que se generen las condiciones para que esta forma de comunicación, lectura popular y desarrollo creativo sea su modus vivendi”, señaló.