La historia nos cuenta que el maíz fue domesticado por la humanidad hace aproximadamente cinco mil años en la zona de las Balsas en Guerrero. No obstante, una nueva investigación de la UNAM revela que fue un largo proceso que comenzó hace 10 mil años en la zona de Jalisco.
Alejandra Moreno Letelier y Luis Eguiarte Fruns, investigadores de los Institutos de Biología y de Ecología de la UNAM realizaron un estudio genético del maíz para determinar dónde y cómo se domesticó.
Su origen silvestre
Hoy se conocen diferentes tipos de maíz que sirven para cocinar desde pozole y esquites, hasta preparar tortillas y palomitas. Sin embargo, todos tienen el mismo origen en su pariente silvestre: el Teocintle.
Existen dos subespecies de Teocintle: aquella que crece en las partes altas del Centro de México, como Xochimilco o Chalco, y la otra que se da en lugares tropicales, como en la zona de la cuenca del Río Balsas y las tierras bajas de la costa del Pacífico en el centro de México.
Para llevar a cabo el estudio, los investigadores de la UNAM acudieron a poblaciones de esta planta silvestre y recolectaron semillas para así averiguar su variación genética y sus relaciones genealógicas.
En esta investigación colaboraron con investigadores de Estados Unidos y Francia, además de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad, por medio de Daniel Piñero, quien fue director del Instituto de Ecología de la UNAM.
A través de técnicas moleculares usando el ADN de estas plantas analizaron miles de marcadores para conocer la variación en sus genomas. Lograron obtener más datos y evaluar la diversidad en las poblaciones.
¿Cómo comenzó la domesticación?
“Yo quería saber cómo comenzó la domesticación, exactamente en qué parte de México, cómo había sucedido, cuáles grupos humanos la comenzaron y hace cuánto tiempo”, dijo Luis Eguiarte.
Surgió otra pregunta: ¿cuál es el rol de las subespecies del Teocintle en la domesticación del maíz? “Se proponía que la subespecie del Balsas en Guerrero era el principal ancestro, sin embargo, la evidencia llevó a los investigadores a otra respuesta.
Al tener la oportunidad de estudiar una gran diversidad de maíz, debido al trabajo conjunto con otras instituciones, encontraron que las poblaciones de las tierras bajas del estado de Jalisco eran las ancestrales.
“Nos dimos cuenta que había mucha más variación proveniente de Jalisco que en casi todas las demás poblaciones de los parientes silvestres juntos”, explicó Alejandra Moreno.
Descubrieron gran diversidad de esta zona que no se había tomado en cuenta, porque Jalisco generalmente se omitía o muestreaba pobremente en los estudios anteriores.
“Hicimos otra serie de estudios y encontramos que hubo estos eventos de cruzamiento entre el maíz y el pariente silvestre, y una vez que se domesticó el proceso se repitió varias veces”.
Detectaron que los agricultores de hace miles de años seleccionaron maíces que se entrecruzaban con su pariente silvestre y eso ocurrió en varias ocasiones.
Se trata de un proceso que ha continuado a lo largo de toda la historia de los seres humanos y ha prevalecido hasta nuestros días, donde los agricultores continúan seleccionando el maíz.
Fuente de variación evolutiva
Conservar a los parientes silvestres de las plantas domesticadas es fundamental, porque son la fuente de toda la variación, tanto evolutiva como morfológica y eso les permitirá a los agricultores tener en el futuro cultivos viables.
La evolución sólo es posible cuando existe suficiente variación disponible para que los organismos se adapten a los cambios: si no hay diversidad ocurre la extinción.
El hecho de que en México existan dos grupos de parientes silvestres cercanos al maíz y que coexistan junto a los cultivos de los agricultores permite que esta especie sea evolutivamente viable.
Con los parientes silvestres del maíz se podrán generar nuevas variedades y razas criollas, incluso aquellas que se adapten a las necesidades cambiantes de la humanidad.