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Laudato Si’, del papa Francisco: ética ambiental para un futuro sostenible

A diez años de su publicación, la encíclica Laudato Si’ del papa Francisco continúa suscitando incomodidad en muchos sectores, precisamente porque no encaja en ninguna categoría fácil. Ni texto técnico sobre medio ambiente ni panfleto espiritual: el documento propone una reflexión ética profunda sobre la forma en que habitamos el planeta y nos relacionamos con lo que llamamos “progreso”.

“La encíclica no es propiamente ecologista ni tampoco una crítica ingenua al desarrollo”, explica el doctor Jorge Eugenio Traslosheros, historiador de la UNAM y especialista en historia eclesiástica. “Es un texto profético en el sentido teológico: denuncia una injusticia estructural —la destrucción de la creación— y propone una vía distinta, centrada en la dignidad de la persona y en nuestra responsabilidad como custodios del mundo”.

En Laudato Si’, Francisco recupera una teología poco citada en el discurso público contemporáneo: la de la creación. Frente a la idea de que el ser humano tiene derecho irrestricto sobre los recursos naturales, la encíclica sostiene que la Tierra no es propiedad privada, sino una casa común, un espacio compartido cuya custodia nos fue confiada. “Somos cuidadores del campo, no dueños del rancho”, resume Traslosheros.

Esta concepción pone en crisis el paradigma del crecimiento sin límites. Francisco no rechaza el desarrollo per se, pero cuestiona una teología del progreso —arraigada tanto en el pensamiento calvinista como en el secularismo moderno— que ha servido para justificar desde la colonización de pueblos hasta la devastación ambiental. “Cuando el progreso se define únicamente en términos de infraestructura o crecimiento económico, se corre el riesgo de invisibilizar los costos humanos y ecológicos que conlleva”, señala el académico.

Uno de los aportes más incisivos de Laudato Si’ es su crítica simultánea a dos extremos: el capitalismo salvaje que subordina todo al mercado y cierto conservacionismo que, al absolutizar la naturaleza, excluye a las personas. La encíclica no propone un retorno romántico a un mundo sin tecnología ni una defensa de la explotación de los recursos. Su núcleo es otro: armonizar el bienestar humano con el equilibrio ecológico.

“La pobreza no es independiente de la devastación ambiental”, advierte Traslosheros. “Cuando se margina a los pueblos del acceso a los bienes de la creación, lo que se genera es exclusión y destrucción”. En este sentido, proteger el medio ambiente no es solo preservar especies o paisajes, sino defender las condiciones materiales para una vida digna, sobre todo en los márgenes del mundo.

La encíclica encuentra su concreción práctica en el Sínodo para la Amazonía, convocado en 2019, donde se convocaron voces indígenas, científicos y líderes sociales para discutir el futuro de una de las regiones más biodiversas y vulnerables del planeta. Allí se puso en práctica la lógica de Laudato Si’: el diálogo entre saberes, la denuncia de estructuras extractivistas y la propuesta de una teología encarnada en los territorios.

Otro de sus aciertos, según Traslosheros, es la reivindicación del diálogo entre la fe y la razón. “El texto se construye con argumentos científicos, sociales y filosóficos que no requieren adhesión religiosa para ser entendidos”, afirma. De hecho, la encíclica ha sido leída en universidades, organismos internacionales y foros políticos como un documento con valor ético universal.

No obstante, también ha sido objeto de críticas desde distintos frentes. Algunos ecologistas la consideran insuficiente por no asumir posiciones más radicales; sectores conservadores, en cambio, la tacharon de ideológica. Para el historiador, ambos extremos cometen una falacia similar: leer el texto con filtros ideológicos que impiden ver su complejidad. “Lo que Francisco propone es una ética del bien común, no una militancia. Es incómodo porque interpela a todos”.

En un mundo atravesado por nuevas formas de autoritarismo, conflictos por recursos naturales y retrocesos ambientales dramáticos, Laudato Si’ se vuelve más vigente. No es un tratado cerrado, sino una invitación abierta a repensar nuestras prioridades como humanidad. “Es un texto que va a crecer con los años”, concluye Traslosheros. “Como la Rerum Novarum en su tiempo, marcará un hito. Su mensaje es claro: o cuidamos la casa común o nos quedamos sin hogar”.