Los cenotes, con sus aguas cristalinas y paisajes subterráneos de ensueño, se han convertido en uno de los principales atractivos turísticos del sureste de México, concretamente en la península de Yucatán. Su belleza natural, que combina formaciones rocosas, vegetación exuberante y una atmósfera mística, atrae a visitantes de todo el mundo en busca de aventuras, contacto con la naturaleza y momentos de relajación.

Sin embargo, más allá de su valor escénico y recreativo, los cenotes poseen una profunda relevancia histórica y cultural. Para los antiguos mayas, estas formaciones no solo eran fuentes vitales de agua en una región carente de ríos superficiales, sino también portales sagrados hacia el inframundo, lugares de conexión espiritual, rituales y ofrendas.
Comprender su papel dentro del mundo maya nos permite apreciar los cenotes no solo como maravillas naturales, sino como testigos silenciosos de una rica cosmovisión.
Estudioso del tema, el Dr. Roberto Romero Sandoval, investigador del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM, ha explicado la visión maya de los cenotes y por qué eran considerados espacios sagrados y fundamentales por esta civilización.
“Para entender por qué los cenotes eran importantes para los mayas, hay que comprender que, para ellos, todas las aberturas geológicas (cenotes, cuevas) representaban espacios sagrados. De hecho, la mayoría de las ciudades mayas están construidas sobre cuevas. Estas cavidades eran vistas no solo como accesos al inframundo, sino también como lugares de origen y regeneración, donde nacía la vida”, expresó.
“Además, estos espacios formaban parte de su cosmovisión, que concebía el universo en niveles: el cielo, la tierra y el inframundo, siendo las cuevas y los cenotes los puntos de conexión entre estos planos”. Por ello, servían como escenarios donde los sacerdotes mayas realizaban rituales e iniciaciones para comunicarse con los dioses, en especial con Chaahk, el dios de la lluvia.
Este simbolismo no era meramente abstracto: en diversos cenotes se han hallado vestigios arqueológicos que confirman su uso ceremonial, como objetos rituales, cerámicas, joyas y herramientas depositadas como ofrendas. Tales descubrimientos refuerzan la idea de que los cenotes eran considerados puertas de comunicación con lo divino, sitios donde el mundo humano se encontraba con lo sagrado.
Por otro lado, documentos históricos como el Chilam Balam de Chumayel narran rituales en los que los futuros gobernantes se arrojaban a los cenotes sagrados como parte de pruebas iniciáticas. Si sobrevivían, adquirían legitimidad divina para gobernar. Estos relatos no solo evidencian el valor espiritual de los cenotes, sino también su papel central en los procesos sociales y políticos de los antiguos mayas.
Chichén Itzá: clave para entender el papel de los cenotes
En la península de Yucatán, de acuerdo con el Instituto de Física de la UNAM, existen más de siete mil cenotes. Entre ellos destacan Ik Kil, Samula, X’Kekén, X’Batun, Papakal y Zací. No obstante, uno de los más significativos es el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, que respalda lo planteado por Romero Sandoval, ya que los estudios realizados en esta zona lo identifican como un sitio central de peregrinación y rituales.
El experto universitario señaló que, gracias a Fray Diego de Landa, existen documentos que avalan dicha afirmación y revelan la importancia de estas formaciones geológicas en el siglo XVI. Estos registros históricos describen cómo los antiguos mayas realizaban ofrendas, ceremonias y sacrificios en los cenotes.
“Hay un relato de Landa en el que expresa su horror por los ritos que presenció. En particular, menciona cómo los mayas fusionaron elementos del cristianismo, como la crucifixión, con sus propias prácticas. A las personas que eran sacrificadas, además de extraerles el corazón y decapitarlas, las arrojaban crucificadas a los cenotes. Estas ofrendas de vida eran la entrega máxima que podía hacerse a los dioses, y se han podido corroborar porque se han encontrado materiales como cruces y clavos”, explicó.
Por otro lado, antes se creía que las personas sacrificadas eran doncellas, especialmente jóvenes vírgenes. Sin embargo, esa teoría ha sido desmentida. Investigaciones recientes revelan que los niños eran los principales protagonistas de estos sacrificios rituales. “La razón de que fueran niños, sobre todo si eran muy llorones o tenían doble remolino en la cabeza, se debe a que su llanto era considerado una ofrenda valiosa para los dioses”, comentó Romero Sandoval.

La visión astronómica de los cenotes
Desde una perspectiva simbólica e histórica, los cenotes han sido elementos fundamentales en la cosmovisión de los pueblos mayas. Diversos investigadores han planteado la hipótesis de que algunos de estos cuerpos de agua pudieron haber funcionado como observatorios astronómicos, permitiendo medir los movimientos del sol. Aunque estas ideas aún se consideran con cautela por falta de evidencia concluyente en el ámbito maya, representan indicios valiosos para comprender su posible uso ritual y científico.
Por ejemplo, el Cenote Sagrado de Chichén Itzá y los de Holtún, Xtoloc y Kanjuyum se encuentran distribuidos en los cuatro puntos cardinales alrededor de la pirámide de Kukulcán (El Castillo), formando un cosmograma, una representación simbólica del universo y su orden sagrado. Este patrón no es accidental, ya que El Castillo (y las pirámides en general) actúa como punto de conexión entre el cielo, la tierra y el inframundo.
Es un diseño vinculado con conceptos astronómicos, religiosos y políticos que sustentaban la civilización maya. El especialista universitario explicó que la pirámide también se relaciona con el calendario maya: cada uno de sus cuatro lados cuenta con 90 escalones y 5 en la parte superior, al sumarlos, se obtienen 365, número que representa los días del año solar. Este detalle no solo revela la extraordinaria precisión matemática y astronómica de los mayas, sino que también demuestra cómo integraron su comprensión del tiempo y el cosmos en su arquitectura ceremonial y en los cenotes.
Más allá de los mayas
Romero Sandoval indicó que, más allá de su importancia para entender el mundo maya, los cenotes han revelado hallazgos arqueológicos y paleontológicos de gran relevancia para comprender la presencia humana en América durante el Pleistoceno. Estos cuerpos de agua, que en tiempos prehistóricos eran cuevas secas, han preservado restos fósiles debido a sus condiciones únicas.
Por ejemplo, entre los descubrimientos más destacados se encuentra la “Mujer de Naharon”, cuyos restos datan de hace aproximadamente 13,600 años, convirtiéndola en uno de los fósiles humanos más antiguos conocidos en América. Asimismo, la “Mujer de Las Palmas”, hallada cerca de Tulum, presenta una antigüedad estimada de 10,000 años y ha sido objeto de estudios que sugieren una conexión con poblaciones del sureste asiático. Por último, es importante mencionar a Naia, quien tenía 15 años y cayó en un cenote hace 12 mil años aproximadamente.
“De igual manera, se han encontrado restos de megafauna extinta, como perezosos gigantes y caballos prehistóricos, lo que proporciona una visión más completa de los ecosistemas del Pleistoceno en la región”, dijo Romero Sandoval.
La preservación excepcional de estos vestigios en los cenotes subraya la importancia de estos sitios como archivos naturales de la historia humana y ambiental de América.
Necesario preservarlos
Los cenotes, más allá de ser atractivos turísticos, constituyen elementos esenciales para comprender la complejidad espiritual, política y científica de la civilización maya. En sus aguas se reflejan no sólo los ecos de antiguos rituales, sino también la precisión matemática y astronómica de un pueblo profundamente conectado con su entorno.