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¿Por qué las aves son dinosaurios y siguen vivas hoy?

Los dinosaurios nunca se extinguieron: hoy cantan en tu ventana

Cada mañana, cuando un ave canta afuera de tu ventana, en realidad estás escuchando el eco de un dinosaurio. No de uno gigantesco con garras temibles y dientes afilados, sino de un pariente que sigue vivo: las aves.

Las aves no son solo descendientes de los dinosaurios: son su forma actual.

Aunque suene a ciencia ficción, las aves modernas no solo descienden de los dinosaurios: son dinosaurios. Sobrevivientes de una extinción masiva que acabó con sus parientes colosales, estas criaturas aladas conservan en sus huesos neumáticos, plumas y garras la historia de un linaje que se remonta a más de 150 millones de años.

En entrevista para UNAM Global, Ulices Adolfo Carrillo, encargado de la sala “Evolución, Vida y Tiempo” en Universum, Museo de las Ciencias de la UNAM, explicó que algunos dinosaurios no se extinguieron, sino que evolucionaron. Hoy, desde los pequeños pajarillos hasta las imponentes águilas, todos son parte del mismo linaje.

Aunque a simple vista parezcan frágiles, muchas aves conservan el carácter combativo de sus ancestros. El colibrí, por ejemplo, es intensamente territorial pese a su diminuto tamaño. Los guajolotes, por su parte, han llegado a intimidar a más de una persona al perseguirla con inesperada fiereza.

¿Cómo sobrevivieron al apocalipsis?

Hace 66 millones de años, un asteroide cayó en la Tierra y provocó cambios a nivel global: desde altas temperaturas hasta una gran nube tóxica que cubrió la atmósfera.

Los más pequeños sobrevivieron ocultos bajo tierra.

A esto se sumó una intensa actividad volcánica, especialmente en regiones submarinas, que liberó aún más gases de efecto invernadero. Muchas plantas y animales, entre ellos los dinosaurios, no lograron sobrevivir ante la presencia de estos gases letales.

Debido a la contaminación del entorno y a la falta de luz solar —bloqueada por la nube tóxica—, las plantas comenzaron a disminuir, ya que no podían realizar la fotosíntesis, proceso indispensable para su sobrevivencia. Al escasear las plantas, los dinosaurios herbívoros (y otros animales) no podían alimentarse, y poco a poco fueron desapareciendo.

Los dinosaurios carnívoros también sucumbieron. Estaban muy expuestos al humo y requerían grandes cantidades de alimento. Por ejemplo, un Tyrannosaurus rex, de más de tres metros de altura, necesitaba carne fresca para sobrevivir. La carne de un animal que llevaba tiempo muerto perdía calidad nutricional, por lo que no era suficiente para mantener su energía y salud.

La estrategia que muchos organismos adoptaron —sobre todo los de menor tamaño— fue refugiarse en madrigueras subterráneas. Ahí podían alimentarse de raíces u otros organismos de hábitos fosoriales, y así lograron sobrevivir mientras el planeta se recuperaba. Entre esos pequeños sobrevivientes se encuentran los ancestros de las aves modernas.

Sin embargo, no fue sencillo que los dinosaurios cedieran su dominio del planeta. Millones de años después aparecieron aves voladoras y no voladoras de gran tamaño, como Pelagornis chilensis, una gigantesca ave de casi seis metros de envergadura, o las temidas aves del terror, como Kelenken guillermoi, un depredador que se alimentaba de pequeños mamíferos.

Primeras pistas de un linaje alado

Durante mucho tiempo, la idea de que las aves descendían de los dinosaurios fue recibida con escepticismo. Sin embargo, desde 1861, un fósil revolucionó esta percepción: el Archaeopteryx.

Richard Owen, naturalista británico, identificó en este ejemplar características de los dinosaurios —como dientes y garras—, pero también estructuras propias de las aves, como plumas y la fúrcula (conocida como el “hueso de la suerte”). El hallazgo mostró un eslabón evolutivo clave entre los dinosaurios y las aves modernas.

El vuelo moderno nació a partir de múltiples adaptaciones evolutivas.

Archaeopteryx pertenecía al grupo de los Terópodos, un subgrupo de dinosaurios Saurisquios (“de cadera de lagarto”), a diferencia de los Ornitisquios (“de cadera de ave”), lo cual ha causado confusión. Sin embargo, la morfología pélvica de las aves actuales se desarrolló a través de otros procesos evolutivos, no directamente relacionados con los Ornitisquios.

Hoy sabemos que muchos dinosaurios tenían plumas, no solo para volar, sino también para regular su temperatura, camuflarse, cortejar y planear.

De dinosaurios con plumas al vuelo moderno

Según Ulices Adolfo Carrillo, se ha propuesto que las aves surgieron en el periodo Jurásico, hace entre 150 y 160 millones de años. Archaeopteryx data de esa época.

Otro organismo de esos tiempos es Aurornis, un pequeño dinosaurio emplumado hallado en China. Al ser más antiguo que el Archaeopteryx, se considera uno de los primeros representantes del linaje aviar. De ahí su nombre: «el ave del mañana», señaló el biólogo universitario.

Los primeros dinosaurios con plumas no necesariamente volaban, aunque algunos lograban planear. Esta capacidad marcó el inicio del vuelo en varios grupos de vertebrados, como los pterosaurios, también llamados reptiles voladores. Otro grupo que pudo planear, aunque sin plumas, fue el de los escansoriopterígidos, que como los murciélagos y los pterosaurios tenían una membrana llamada patagio. Sin embargo, estos no lograron tanto éxito como los dinosaurios emplumados.

Entre los dinosaurios que desarrollaron adaptaciones para volar apareció un hueso clave: el carpal semilunar. Este elemento fue crucial para estabilizar la muñeca y facilitar la transición del brazo al ala funcional.

Algunos miembros de estos grupos, como Microraptor o Anchiornis, tenían plumas en las extremidades traseras, lo que también les ayudaba a planear. Estas especies representan pasos importantes en la evolución del vuelo y el origen de las aves modernas.

Y así, los dinosaurios nunca se fueron

Aunque gigantes como el Tyrannosaurus rex desaparecieron, el linaje de los dinosaurios encontró una nueva forma de seguir existiendo: las aves. A través de millones de años de evolución, adaptación, reducción de tamaño y transformaciones anatómicas, lograron mantenerse hasta nuestros días.

Por eso, la próxima vez que escuches el trino de un ave fuera de tu ventana, recuerda: estás frente a un dinosaurio. Uno pequeño, ligero y emplumado, pero un dinosaurio al fin.