La serie Adolescencia, donde Jamie Miller, un niño de 13 años, asesina a una compañera de clase, está plagada de violencia simbólica tan sutil que incluso el espectador no la reconoce, porque la tiene normalizada, explicó en entrevista para UNAM Global Ricardo Trujillo, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.
¿Por qué un joven de esa edad cometería un crimen de tal magnitud?, se pregunta el espectador. Tal vez por el machismo de la sociedad, por el ambiente familiar o, incluso, porque el chico tenía problemas mentales.
Sin embargo, Trujillo explicó que el adolescente estaba rodeado de símbolos violentos: en su hogar, la escuela, las redes sociales e, incluso, entre los jóvenes de su edad.
Se trata de un ecosistema lleno de violencias simbólicas, donde este joven resultó profundamente afectado. “La violencia está en todas partes, es una demanda social”, agregó.
Cabe destacar que la violencia simbólica que rodea al protagonista no debe entenderse como una justificación del crimen, sino como una dimensión del contexto social en el que se desarrolla la historia. Comprender estos factores ayuda a reflexionar sobre las múltiples formas de violencia normalizadas, pero de ninguna manera excusa la agresión física ni el asesinato.
La violencia simbólica se refiere a los gestos, actitudes, palabras y relaciones que transmiten desigualdad o discriminación sin ser explícitamente violentas.
“Metafóricamente, es como si el niño fuera un huevo (junto con otros huevos) en una caldera, y de todos, él fue el que estalló”, añadió el académico
De hecho, la violencia es tan común que, cotidianamente, la viven personas transgénero, homosexuales e incluso las mujeres. “Hay mucha violencia vigente en la sociedad y me parece que sería un error decir que el problema es del chico porque tiene un problema en el cerebro”, subrayó.
No obstante, el nombre de la serie, Adolescencia, sesga todos los temas que aborda. “Pudo llamarse Acoso, Redes sociales o incluso Padre de familia”, apuntó el académico.
Símbolos de violencia
De acuerdo con Ricardo Trujillo, la serie presenta los siguientes símbolos de violencia, que además están entrelazados entre sí:
1.- Las redes sociales: “Una red social es un altar de uno mismo, donde nos mostramos a los otros y cómo es nuestra vida. Entonces, ¿quién tiene mayor afecto?, ¿quién no?, ¿qué tipo de íconos usan contigo?, ¿cuántas visualizaciones tienes?”, cuestiona el experto.
Las redes sociales se convierten en un crisol donde se hace evidente una competencia constante por atención y afecto. Pero no se trata solo de un tema adolescente, sino cultural.
Además, al ofrecer cierto grado de anonimato, favorecen los discursos de odio. “Uno puede decir ‘qué bonito día’ y otro responder: ‘eres un estúpido, no sabes que el día no está bonito’, y los demás siguen con las agresiones”.
Por eso, la niña Katie (la víctima) puede atacar fácilmente a Jamie a través de redes sociales, e incluso llamarlo Incel, una palabra que proviene del inglés involuntary celibate (célibe involuntario), y que suele usarse para referirse a hombres jóvenes que se sienten rechazados sexual o afectivamente, lo que puede derivar en frustración, resentimiento y, en algunos casos, discursos de odio.
En este caso, la etiqueta funciona como un insulto que refuerza la exclusión del personaje, un ejemplo más de cómo las redes sociales permiten ejercer violencia simbólica con facilidad.
2.- Cómo debe ser un hombre ante la sociedad: Cuando la psicóloga interroga a Jamie sobre su vida, busca entender cómo fue educado en torno al machismo y la violencia. Él relata un episodio en el que su padre, enojado, destrozó el cobertizo frente a su esposa e hijos. La madre, en vez de confrontarlo, mandó a los niños a sus recámaras.
Ante la pregunta “¿Qué te pareció ese evento?”, Jamie responde que a él y a su hermana les pareció gracioso. Esto muestra cómo los dos jóvenes normalizan la violencia, y cómo la madre, pasiva, también reproduce ese patrón.
Sin embargo, no toda la culpa recae en la familia. Se trata de un microcosmos que no está aislado de la sociedad: la familia es parte de cómo se construye esta cultura.
3.- La familia: Se presenta como una familia típica donde predomina el machismo: el hombre es engrandecido y la mujer, desvalorizada.
Por ejemplo, Jamie elige a su padre para que lo acompañe en el proceso legal. La madre se pregunta: “¿Por qué te eligió a ti para estar con él en el proceso? Yo lo conozco bien, sé lo que le gusta, pero a ti te ve como un dios, te idolatra”.
En cambio, la relación con la madre es cariñosa, pero no tan profunda ni tan afectiva.
La dinámica familiar está marcada por una clara desigualdad de género: el padre es idealizado, mientras que la madre y la hija adoptan roles sumisos. “Es una violencia simbólica porque establece una diferencia en las jerarquías (el hombre vale más que la mujer), la serie está plagada de esto”, señaló el académico.
4.- Agradar a todos: Durante su charla con la psicóloga, Jamie le pregunta: “¿Te agrado?”. El niño vive en constante competencia por ser visible, querido y admirado. “Es muy feo estar en un grupo social donde el más bajo es uno mismo”.
Aunque digamos que no queremos ser admirados, reconocidos o visibilizados, es lo que en el fondo buscamos. Por eso, el chico constantemente lucha por destacar dentro de un sistema plagado de violencias simbólicas.
Incluso cuando la psicóloga le dice que es guapo, él responde que no es cierto, porque las chicas de su edad lo consideran Incel. “Ahí hay una violencia simbólica”, comenta el académico.
Jamie acumula discursos de odio que la sociedad toma como naturales, describió Trujillo.
5.- Los chicos de su edad: Los jóvenes que aparecen en la serie también muestran conductas violentas. Por ejemplo, la amiga de Katie agrede físicamente a un compañero acusándolo de haber matado a su compañera. Cuando le preguntan por qué lo hizo, responde que no lo sabe.
Katie también fue víctima de violencia al enviar una foto semidesnuda al chico que le gustaba. Él, en lugar de guardarla con respeto, la difundió en toda la escuela. Tras esa humillación, Katie agrede a Jamie en redes sociales, después de rechazarlo. “Somos víctimas, victimarios y cómplices a la vez”.
Otro elemento es que el mismo amigo de Jamie le da un cuchillo para amedrentar a Katie, aunque solo esperaba que la asustara, el simple hecho de amenazarla ya es violencia.
La exclusión no es nueva
“Los jóvenes de hoy no están respetando los nuevos tiempos y creen que están condicionando nuevos valores, no están escuchando a la autoridad y hacen lo que quieren. Están llevándonos a una sociedad de la catástrofe y del desastre con esta nueva juventud”. Se trata de una cita de 1857, que Ricardo Trujillo recordó para este tema y que tomó de su tesis de licenciatura.

Los medios de comunicación se han enfocado en “cómo si estuviéramos descubriendo una forma de adolescente, que ha sido contaminada por las redes sociales y el personaje principal de la serie fuera el resultado”.
Sin embargo, no es algo nuevo. Por ejemplo, hace unos años surgió la película Tenemos que hablar de Kevin y hubo el mismo debate: la sociedad es deficiente y por lo tanto los adolescentes no tienen empatía.
De acuerdo con Ricardo Trujillo, “está más relacionado con una visión adultocéntrica, porque criminalizamos al adolescente y a la palabra misma; “adolece”. “Ahora resulta que los adultos no adolecen y los jóvenes son inferiores”.
Al respecto, el académico de la UNAM dijo: “Yo he visto jóvenes de 15 a 20 años muy maduros, y adultos de 40 a 50 años bastante inmaduros”.
¿De verdad son la generación de cristal? Regularmente los adultos dicen: “a mí sí me tocaron los guamazos, a ellos no, ellos lo tienen todo fácil. En ese sentido dudaría, me parece que tiene que ver más con nuestro propio sesgo”.
El experto comentó que, aunque hoy se utilicen nuevas palabras para desacreditar a alguien —como Incel en el caso del protagonista—, el mecanismo de exclusión no es nuevo. En su juventud también existían formas de marginar o ridiculizar a las personas por su apariencia, comportamiento o vida íntima. Lo que ha cambiado son los términos, no la lógica detrás: señalar al otro para reforzar jerarquías y ejercer violencia simbólica.
“La serie muestra que somos una sociedad individualista que uno quiere destacar por encima del otro, y que estamos en una especie de pirámide, cada quien empujando uno por encima del otro, para ver quién sube más”, concluyó.
La serie Adolescencia no busca señalar culpables individuales, sino evidenciar una estructura social que normaliza la exclusión, el odio y la violencia desde edades tempranas. Jamie no es solo un personaje: es un espejo incómodo de una sociedad que premia la competencia, castiga la vulnerabilidad y calla cuando el dolor no grita. Comprenderlo no es justificarlo, pero sí es el primer paso para romper el ciclo.