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¿Qué son las redes alimentarias alternativas y por qué están cambiando nuestra forma de comer?

¿Qué hay detrás de lo que comemos?

La forma en que se produce, distribuye y consume la comida no es inocente. La globalización, el crecimiento urbano y la industrialización han generado que los alimentos viajen cada vez más lejos, lo que ha provocado una desconexión entre producción y consumo, afectando no solo la dimensión geográfica, sino también la política y cognitiva de la alimentación.

Según la Dra. Ayari Genevieve Pasquier Merino, del Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades (CEIICH) de la UNAM, este distanciamiento ha hecho que no sepamos de dónde proviene lo que comemos, cómo fue producido ni qué impactos genera en el ambiente o en las relaciones sociales.

“El sistema alimentario industrial ha convertido a la alimentación en un problema técnico y comercial, invisibilizando su dimensión política, social y cultural”, explicó durante la conferencia “Las Redes Alimentarias Alternativas como espacios de intercambio para la transformación”.

¿Qué son las redes alimentarias alternativas?

Las Redes Alimentarias Alternativas (RAA) son sistemas organizados desde la sociedad civil —principalmente colectivos ciudadanos, no empresas— que buscan reconectar los vínculos entre quienes producen, distribuyen y consumen alimentos, bajo principios de sostenibilidad, justicia social y apoyo a la economía local.

Estas redes se construyen a través de relaciones de cercanía, confianza y colaboración, y no suelen contar con respaldo institucional ni gubernamental, por lo que dependen de la voluntad, el compromiso y la autogestión de sus integrantes.

Las RAA no se reducen al consumo local: también implican construir conocimiento, generar empleo y crear vínculos identitarios entre productores, consumidores y gestores.

¿Quiénes participan?

De acuerdo con Pasquier Merino, existen tres grandes perfiles que suelen conformar estas redes:

  • Productores: en su mayoría de pequeña escala, que no siempre tienen certificaciones formales, pero implementan prácticas agroecológicas.
  • Consumidores: interesados en el impacto ambiental, social y ético de sus decisiones de compra.
  • Gestores: muchas veces jóvenes o mujeres vinculadas a universidades, ONGs o gobiernos locales, que articulan los esfuerzos para conectar la oferta y la demanda.

En conjunto, estos actores dan forma a un sistema donde el alimento no es solo un producto, sino también un vehículo de transformación social.

Beneficios y limitaciones reales

Las redes alimentarias alternativas ofrecen acceso a alimentos frescos, saludables y producidos de forma responsable, y abren nichos de mercado para sectores excluidos por el sistema convencional. Además, generan empleos, promueven el comercio justo y ayudan a recuperar prácticas culturales.

Sin embargo, enfrentan tensiones importantes:

  • La gestión suele recaer en pocas personas, lo que genera desgaste organizativo.
  • No siempre es posible sostener la participación voluntaria sin apoyos estructurales.
  • Existen desigualdades entre los actores, sobre todo entre productores y gestores.
  • Algunas críticas provienen incluso de sectores progresistas, que cuestionan si estas redes realmente se desmarcan del modelo capitalista dominante.

“Una de las grandes dificultades que enfrentan es la sobrecarga de trabajo sobre los pequeños productores. Muchas veces son campesinos y campesinas de contextos vulnerables que trabajan sin derechos laborales, descanso o vacaciones”, subrayó Pasquier Merino.

Además, ante la falta de infraestructura logística, muchas personas deben transportar sus productos en transporte público o sin refrigeración adecuada, lo que limita el alcance y sostenibilidad del modelo.

Diversidad en la práctica, no en el juicio

No todas las RAA funcionan igual. Algunas se desarrollan en mercados comunitarios; otras, mediante plataformas digitales sin contacto físico. Para la investigadora, no se trata de valorar unas sobre otras, sino de reconocer que cada forma responde a contextos específicos.

“Las redes alimentarias alternativas tienen un valor simbólico, cultural y político que va más allá de la eficiencia económica. Son espacios de reencuentro entre personas y territorios”.

El poder transformador del consumo informado

La propuesta de estas redes no es solo económica o alimentaria: es un planteamiento político que busca transformar nuestra relación con la tierra, con los otros y con nosotros mismos. Al elegir lo que comemos, también elegimos qué tipo de mundo queremos construir.