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Ciudades invadidas: cómo el calentamiento global beneficia a las ratas

Hace más de 10,000 años, cuando los primeros seres humanos empezaron a formar comunidades agrícolas, un pequeño animal comenzó a convivir estrechamente con ellos. Al cultivar y almacenar grandes cantidades de alimentos, los humanos crearon un entorno favorable para la supervivencia de las ratas, que se acercaron a los depósitos de grano y otras fuentes de comida.

Aunque inicialmente el contacto directo entre ambos era limitado, con el tiempo se volvió más frecuente. Las ratas empezaron a adaptarse al entorno urbano, habitando almacenes, casas y basureros. A medida que las ciudades crecían, las ratas se ajustaron a los avances urbanos, aprovechando las infraestructuras y los sistemas de alcantarillado como espacios ideales para su supervivencia.

Hoy en día, existe un factor adicional que podría estar contribuyendo a la proliferación de las ratas en las grandes urbes: el cambio climático. Un estudio publicado en Science Advances realizado por la Universidad de Richmond en Estados Unidos evaluó 16 ciudades para determinar si las variaciones de temperatura están afectando las poblaciones de ratas. Los resultados muestran un panorama preocupante para la salud pública: las ratas están aumentando en número.

Entre dichas ciudades, las que presentan un aumento de estos roedores son las urbes estadounidenses de Washington, San Francisco, Nueva York, Oakland, Buffalo, Chicago, Boston, Kansas City y Cincinnati, así como Toronto, Canadá, y Ámsterdam, Países Bajos. En cambio, Louisville y Nueva Orleans (Estados Unidos) y Tokio, Japón, registran una disminución significativa, debido a sus políticas de prevención que combinan monitoreo constante, control de plagas y participación ciudadana.

Jonathan Richardson, uno de los autores del estudio, explicó que la variabilidad en la duración del invierno en las ciudades (según un análisis, esta estación ha durado, en promedio, una semana menos cada año durante la última década) permite que las ratas se alimenten y reproduzcan durante más tiempo. Esto podría generar una o dos generaciones adicionales cada año, contribuyendo al crecimiento de su población.

“Si el clima se calienta y el invierno se acorta, las ratas ganan semanas adicionales para alimentarse y reproducirse. Es una receta para el crecimiento acelerado de la población”, comentó.

Pero también hay otras causas

Aunque, como lo muestra el trabajo de los científicos estadounidenses, el cambio climático es un factor para el incremento de las poblaciones de ratas en las ciudades, la bióloga Ella Vázquez Domínguez aclaró que no debe considerarse como causa única de este crecimiento, ya que la expansión de las áreas urbanas y la alta densidad poblacional también inciden en este fenómeno.

“Tomemos como ejemplo a Nueva York, una de las ciudades afectadas por esta situación. Esta ciudad estadounidense es una de las más pobladas, y las ratas han encontrado en el metro un lugar propicio para proliferar debido a que la gente tira mucha comida. Cuando llega el invierno, no se ven mucho, pero en la temporada cálida aprovechan para alimentarse y reproducirse (desde los 2 o 3 meses ya son sexualmente activas); entonces, si la temporada de invierno se reduce, tienen más oportunidades”, explicó la especialista del Instituto de Ecología de la UNAM.

Y agregó: “En este ejemplo, tenemos una ciudad con una alta población que genera grandes residuos de comida, no solo en el metro, sino en los alrededores; si le sumamos inviernos más cortos y suaves debido al cambio climático, obtenemos un ambiente propicio para la proliferación de las ratas. Además, las ratas están ampliando su rango de distribución, porque las áreas frías donde antes no entraban ahora se están volviendo más cálidas”.

Consecuencias

Vázquez Domínguez indicó que, por lo general, las ratas intentan evitar el contacto con los humanos y solo atacan cuando se sienten amenazadas, por lo que es poco probable que lleguen a ser agresivas de manera masiva.

Sin embargo, la proliferación de estos roedores en las ciudades puede tener varias consecuencias negativas tanto para la salud pública como para la infraestructura urbana. La experta universitaria señaló que las ratas son portadoras de diversas enfermedades peligrosas que pueden transmitirse a los seres humanos, como la leptospirosis, el hantavirus y algunas afecciones gastrointestinales. Igualmente, los parásitos que las ratas hospedan, como pulgas y garrapatas, también pueden transmitir enfermedades.

Además, la presencia de ratas en mercados y restaurantes aumenta el riesgo de intoxicaciones alimentarias, pues estos animales tienen contacto con residuos y excrementos. Sus heces y orines también pueden generar alergias respiratorias y agravar el asma en personas que padecen este trastorno pulmonar.

Por otro lado, las ratas son conocidas por roer cables eléctricos, plomería y materiales de construcción, lo que puede ocasionar cortocircuitos, incendios y daños estructurales en infraestructuras públicas y privadas. En Estados Unidos, la industria del control de plagas estima que estos roedores provocan en el país pérdidas económicas de 19 mil millones de dólares cada año.

Por si no fuera suficiente, el daño que ocasionan no se limita a los gastos económicos o la transmisión de enfermedades. También pueden desplazar a especies nativas al competir por recursos y alterar el equilibrio ecológico de los ecosistemas urbanos, afectando la biodiversidad.

Y la CDMX… ¿enfrenta algo similar?

En los últimos años ha sido frecuente ver en las noticias reportes de plagas de ratas en las alcaldías Venustiano Carranza, Cuauhtémoc (específicamente Tlatelolco y la Zona Rosa) y Benito Juárez, así como en el cauce Canal Nacional (que abarca Iztapalapa, Coyoacán, Xochimilco y Tlalpan) y en Iztacalco. 

Al respecto, Vázquez Domínguez comentó que, aunque no se cuenta con suficientes datos para determinar si hay un incremento en la proliferación de ratas, la ciudad reúne condiciones que favorecen este fenómeno:

En la CDMX es cada vez más frecuente ver edificios grandes, y la producción de basura en estos es inmensa. Estamos perdiendo áreas verdes, lo que provoca la ausencia de predadores de las ratas. Los mercados en la calle dejan basura que a veces se queda hasta el día siguiente, y hay un aumento importante en los puestos callejeros. Cuando sumas esos factores, van aumentando las posibilidades de que las ratas encuentren recursos para proliferar”.

Para concluir, la especialista universitaria apuntó las estrategias clave para reducir la población de ratas y evitar su expansión en las áreas urbanas:

  1. Mejorar el manejo de residuos: es esencial almacenar la basura en contenedores cerrados y resistentes, así como hacer una recolección más frecuente, especialmente en áreas con alta concentración de población, y asegurarse de que las calles, los parques y otros espacios públicos estén libres de desechos alimenticios.
  • Educar a la población sobre la importancia de mantener la ciudad limpia y evitar dejar alimentos a la intemperie. También es necesario informar sobre cómo identificar señales de infestación de ratas y cómo actuar en esos casos.
  • Realizar el control de plagas.
  • Promocionar la higiene en comercios y restaurantes. Inspeccionar de manera frecuente estos establecimientos para asegurarse de que no haya signos de infestación de ratas e implementar medidas rigurosas de higiene para evitar atraer a estos roedores.

La convivencia entre humanos y ratas, que comenzó con los albores de la agricultura, ha evolucionado hacia un desafío urbano y sanitario global. El cambio climático, con inviernos más cortos y temperaturas más cálidas, actúa como un acelerador de su proliferación, pero no es el único factor, ya que la expansión caótica de las ciudades y la generación excesiva de basura crean un entorno ideal para estos roedores.