Estudios recientes —incluida la opinión de especialistas de la UNAM— muestran cómo el tipo de nacimiento tiene efectos duraderos en el sistema inmune, digestivo y microbiológico del recién nacido.
La primera exposición: microbiota y nacimiento
La forma de nacer —por parto o por cesárea— puede tener efectos en la microbiota de los bebés, y por lo tanto, en su salud a lo largo de la vida. Se conoce como microbiota al conjunto de microorganismos vivos que habitan nuestro cuerpo y que cumplen funciones clave en la digestión, la inmunidad y otros procesos esenciales.
Los niños que nacen por parto están en contacto con las bacterias vaginales y perianales de sus madres, y esto hace que se les desarrolle una microbiota que los protege durante toda su vida.
Por su parte, los niños que nacen por cesárea, en general no están en contacto con estas bacterias, y en años recientes se ha descubierto que eso tiene consecuencias a largo plazo en su salud.
“Malteada de popó”: un experimento clínico en Finlandia
En un ensayo clínico de investigadores de la Universidad de Helsinki, en Finlandia, se encontró que dar a un bebé que nació por cesárea leche que contiene una pizca de las heces de su madre introdujo microbios benéficos en el intestino del infante.
Este estudio —cuyos primeros resultados se reportaron a mediados de octubre de 2024 durante una reunión de epidemiólogos y de especialistas en enfermedades infecciosas celebrada en Los Ángeles, California— fue el primero en el que se evaluó el concepto de la “malteada de popó”, como se le llamó.
Una mínima cantidad de heces maternas puede modificar positivamente el microbioma del recién nacido.
De acuerdo con Otto Helve, director del Departamento de Salud Pública y Bienestar en Helsinki, estos resultados confirmaron un trabajo anterior en el que un trasplante muy pequeño de materia fecal fue suficiente para tener efectos positivos en el microbioma de los bebés.
Consecuencias de no tener contacto bacteriano natural
Otros estudios han encontrado que los infantes nacidos por cesárea tienen un riesgo muy alto de padecer asma, inflamación del sistema digestivo y otras enfermedades relacionadas con un sistema inmune deficiente.
Los científicos consideran que estas diferencias se deben a que estos bebés no estuvieron expuestos a las bacterias vaginales e intestinales de sus madres, que son muy benéficas para el recién nacido, y por lo tanto no fueron colonizados por estas bacterias. También se ha encontrado que estos niños son más vulnerables a los patógenos de los hospitales que los bebés que nacen por parto.
¿Cómo se llevó a cabo el estudio?
En un estudio en el que participaron mujeres programadas para cesárea en el Hospital Universitario de Helsinki, a dieciséis recién nacidos les dieron una mezcla de 3.5 miligramos que contenía heces de la madre y un poco de su leche. Otros dieciséis niños recibieron un placebo.
Al analizar las muestras de las heces de los bebés se encontró que los dos grupos tenían similar diversidad microbiana al nacer, pero que a partir de su segundo día de vida hubo una diferencia muy marcada entre los dos grupos, que persistió hasta los seis meses de edad, más o menos cuando los bebés empezaron a recibir alimentos sólidos.
Los bebés con inoculación fecal desarrollaron una microbiota similar a la de un nacimiento por parto.
El estudio, que observará a los infantes durante sus primeros dos años, todavía está en desarrollo, pero los primeros datos coinciden con los de un estudio piloto de 2020 en el que estudiaron a siete bebés y encontraron que el microbioma de los que recibieron el trasplante fecal de sus madres se desarrolló de manera similar al de los bebés que nacieron por parto.

Perspectiva UNAM: ¿por qué importa la microbiota?
“La cesárea evita que el bebé entre en contacto con bacterias esenciales para su microbiota”, explica Santiago Sandoval Motta, del C3-UNAM.
“En caso de que un bebé no hubiera nacido por el ducto vaginal, con esta inoculación, están introduciendo un conjunto de microorganismos en el cuerpo del bebé porque la cesárea evita que entre en contacto con las bacterias de su madre, que son muy importantes para que el recién nacido desarrolle una microbiota y un sistema inmune saludable a lo largo de su vida”, explica Sandoval, del Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) de la UNAM.
Aunque influyen muchas cosas, esta inoculación es el primer paso en la vida de un ser humano que está en contacto con bacterias del exterior del vientre materno, agrega el investigador.
¿Qué bacterias se heredan realmente?
Se ha observado que en los bebés nacidos por cesárea la microbiota intestinal se parece mucho a las bacterias que hay en la piel de las manos de los médicos que lo atendieron o a las bacterias de la piel de su mamá.
El microbioma se define desde los primeros días. Y depende de qué bacterias lo colonizan.
“Esto tiene sentido porque estos bebés no pasaron por el ducto vaginal, pero son manipulados por las manos de los médicos, por lo que están en contacto con su piel, y con la piel de su madre, pero no con sus bacterias vaginales. Es todo lo contrario de cuando nacen por el ducto vaginal. Dada la cercanía entre el ducto vaginal y la zona perianal, gran parte de los microbios que se inoculan al infante vienen de esa zona e incluye restos de materia fecal”, dice Sandoval Motta.
¿Qué implica nacer por cesárea?
Cuando se descubrió esta diferencia entre los recién nacidos por parto y por cesárea se vio que tenía efectos a largo plazo porque los niños que nacían por cesárea en ocasiones tenían problemas gastrointestinales a muy temprana edad, y en ocasiones desarrollaban muchas enfermedades, como alergias o asma.
Una de las primeras ideas fue poner en contacto a estos infantes con las bacterias vaginales: pasaron un pedazo de tela por el ducto vaginal y con estas bacterias “bañaron” a estos niños.
Con el tiempo se dieron cuenta de que a pesar de que algunas bacterias se introducían en el sistema digestivo, no había tanta adherencia, duraban un lapso muy breve.
El siguiente paso fue usar heces maternas filtradas, con resultados más estables.
“Aunque suene un poco disparado, lo que se les ocurrió, dada la cercanía entre la vagina y el ano, fue inocular a estos infantes con un pedacito de materia fecal de su madre”, explica el académico.
¿Cómo se selecciona a las madres donadoras?
En este estudio hicieron una selección de casi cien mamás programadas para cesárea, pero filtraron o descartaron a la mitad. El filtrado consistió en observar si había patógenos en las heces fecales de la madre o si había secuencias de algunos patógenos. Las mamás en las que se encontraron patógenos en sus heces fueron descartadas del estudio.
“Los patógenos en la materia fecal de la madre implicaban un riesgo muy alto para el infante; es posible que algunos hubieran sobrevivido gracias a su sistema inmune, pero era un riesgo que no se puede tomar, no es ético exponer a un infante a ningún riesgo”.
Resultados observados en bebés con inoculación fecal
Los investigadores observaron algo muy interesante: que los infantes que recibieron la inoculación de las heces de la madre se desarrollan de una forma muy similar, casi indiferenciada, a los que nacieron por parto.
Una microdosis (3.5 mg) puede proteger al bebé de los efectos de la cesárea.
“Esto es un gran logro porque en caso de que un bebé no pueda nacer por parto, con este método se evita la cascada de consecuencias que tendría la cesárea”, dice Santiago Sandoval.
En el estudio tomaron una fracción mínima de las heces de la madre, 3.5 miligramos. Recordemos que en las heces hay millones y millones de bacterias en un fragmento muy pequeño. Esto significa que esta cantidad, aunque parezca muy pequeña, es más que suficiente para introducir especies muy importantes para el desarrollo del infante.
Pero primero se analizaron las heces de la madre para ver cuáles especies contiene. Si en las heces se detecta algún patógeno, esa madre se descarta. Si no hay patógenos en las heces de una madre, se sigue todo el proceso de filtrado, hasta que se inocula ese micro pedacito al infante.
El papel de la leche materna
La leche materna es muy relevante para el desarrollo del bebé porque le proporciona nutrientes esenciales, lo protege contra infecciones y enfermedades gracias a que contiene anticuerpos y otros factores que protegen al infante contra infecciones, alergias y enfermedades crónicas.
También es muy importante para el desarrollo de la microbiota saludable en el infante. En este caso también hay una inoculación: tanto la parte de alrededor del pezón que tiene bacterias de la piel como la leche misma contiene algunas bacterias seleccionadas y algunos oligosacáridos que ayudan a que los intestinos del infante tengan estas bacterias importantes para que se vaya formando una microbiota saludable.
La lactancia materna también inocula bacterias benéficas y fortalece el sistema inmune.
Todos estos procesos que en principio suceden de forma natural contribuyen al desarrollo de un sistema inmune fuerte, una microbiota saludable y estable en el infante, que evitan alergias, enfermedades, infecciones por otros patógenos.
¿Qué pasa después?
Una parte muy importante de este estudio es que hay un seguimiento de los niños durante dos años, lapso que tarda en formarse la microbiota de un infante. También depende de cuánto tiempo lo alimentaron con la leche materna y cuándo se le empieza a dar alimentos sólidos.

El seguimiento de la microbiota es esencial para confirmar su estabilidad y función.
“Desde mi punto de vista, un seguimiento de dos años es suficiente para considerar que hay un comportamiento estable”, dice el investigador.
Pero los efectos de la inoculación de las heces de la madre en el intestino del infante se ven a partir del segundo o tercer día. En las primeras heces del bebé se empiezan a detectar bacterias.
Ahora bien, las bacterias que recibió el organismo podrían no aceptarlas, no se adhieren al intestino y se desechan, y es como si no se hubiera hecho nada. Por eso es importante darle el seguimiento desde el principio para ver si se han mantenido.
“Desde mi perspectiva, con todo lo que sabemos, de que el estudio se hizo en un ambiente controlado, con un filtrado específico para descartar que la madre no tenga patógenos, es una gran idea con mucho potencial para la salud de los infantes nacidos por cesárea”, finalizó el investigador universitario.