Catedrática de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM, Francisca Robles ha sido la guía de más de 600 estudiantes: “Me gusta apoyar a los alumnos, tengo vocación de servicio, atenderlos, tenerles paciencia, orientarlos y sacarlos adelante. Es su meta, yo nada más soy un instrumento para que lleguen”.
La doctora considera que apoyar a los alumnos es digno, “me motiva a venir. Lo importante no es el sueldo, el reconocimiento, los aplausos, lo importante es el servicio académico”.
Tiene tres alumnos que fueron a la guerra, “eso es muy grato porque les digo que la Universidad les dio su formación. Ellos tienen que regresar un poco a la Universidad”.
Los alumnos la buscan, saben que cada 15 días, los sábados, está en la cafetería de la facultad a las nueve de la mañana. “No tengo cubículo, trabajo en jardineras, cafeterías, salones vacíos, salas de maestros”.
No trabaja con pretextos, trabaja con resultados. Evita que los alumnos se saboteen con las metas, los presiona y los motiva. Todos los trabajos deben tener la óptica de las ciencias sociales y todos usan el método científico. “Aquí entrando a las instalaciones eres un alumno que no cumplió un requisito y yo soy una profesora que te va a ayudar a cumplirlo”.
Indica que los trabajos de los alumnos deben tener un objetivo, una pregunta eje de investigación, un motivador del trabajo. Una forma de agradecimiento es dejar una huella de su experiencia como un reporte de lo que han hecho en su labor periodística.
Si alguien quiere ser reportero de guerra ya hay ahí, “al menos de mi parte, tres testimonios que les van a decir cómo se hace, cómo lo fueron haciendo ellos, cómo lo resolvieron. La generosidad de la Universidad se tiene que corresponder. Nos dio nuestra formación casi gratuita”.
Una de las circunstancias que le ha tocado vivir es la de asesorar a personas con 20, 30 y hasta 40 años de haber egresado. Buscan titularse, requieren el documento o tienen el espíritu de cerrar un ciclo. En algunos casos ha titulado al alumno y luego al papá. “Titulo al alumno y el papá se me acerca y me dice: ‘maestra, yo tampoco me he titulado. ¿Tengo 60 años, hay algún problema?’. Nuestra alma mater no tiene ninguna restricción. Uno dejó un pendiente y regresa en cualquier momento, hace trámites, la Universidad lo recibe, es generosa. Nuestro reglamento es muy generoso para todos”.
En vez de ser fugitivos de la tesis, afirma, ¿por qué no enfrentamos el reto y aprendemos? “Con aciertos y con errores la tesis nos va a quedar bien porque la supervisa un asesor y cuatro revisores y uno va aprendiendo profesionalmente”.
A quienes llevan más de 20 años fuera de las aulas les tiene paciencia, ha titulado a muchas personas de entre 60 y 70 años, “y es para mí un orgullo también porque es una forma de apoyar sus sueños y sus metas y de que el capital cultural de la Universidad sea de profesionistas con título”.
Quienes trabajan con ella tienen la conciencia, la madurez “y ya saben que el título no es un adorno, es un requisito y es una necesidad formativa y los papás que me han tocado me dicen: ‘es que mi hijo me está poniendo el ejemplo. Él ya se tituló y me pregunta ¿por qué yo no?’. O al revés, tengo papás que me dicen: ‘cuando le digo a mi hijo cuándo te titulas me dice: ¿y cuándo te titulas tú?’”.
Cuenta que muchas madres dejan la escuela por los hijos, dejan sus sueños pero también regresan. “Tarde o temprano se acuerdan que pisaron las aulas y que pueden aspirar a su título”.
La vinculación con los tesistas dura de tres a seis meses, “en ese proceso nos vamos conociendo y mi trabajo es derribar cualquier obstáculo emocional, mental. Todos tienen barreras simbólicas para titularse, las hemos vencido y las seguiremos venciendo”.
La doctora Francisca Robles invita a los alumnos a que elijan la tesis como opción para titularse. “En algún momento de su vida les van a pedir planeación, la tesis es planeada, visión estratégica, es metodología, es método científico, el perfil de un profesional”.
Uno de los trabajos que más orgullo le da es trabajar con personas con discapacidad visual, un proceso de mayor dificultad. La Universidad tiene programas de apoyo, cuentan con software que les ayuda a redactar. “Son muy responsables, muy respetuosos. Uno de ellos es productor en Radio Educación, Cruz Mejía y me manda a todos los alumnos que pasan por su camino: ‘Váyanse a titular con la maestra porque ya me tituló a mí’”.
En la convivencia entre tesistas se arman grupos de trabajo entre personas que no se conocen, que nunca se habían visto. Lo que tienen en común es que van a la misma asesoría. “Los alumnos son mi motor. He dejado huella en los alumnos y para mí eso es gratificante. Mi labor no va sola, los revisores asignados por la facultad contribuyen a que los alumnos se titulen. Este año cumplo 35 años de docente en la UNAM”.