En los estadios de futbol se da una “desindividualización”, no hay responsabilidad personal porque todos están en grupo y pueden hacer cosas que solos no harían.
El futbol “coloniza” espacios de otras entidades que son mal vistas por la sociedad. Hay gente que en vez de hacer crítica social o participar en política, prefiere ser parte de una afición. Y hay aficionados que se “anclan” a un equipo para formar parte de una identidad compartida, de un ser colectivo que después de un gol hace “la ola” o luego de una victoria de la Selección Nacional se congrega para festejar y dar la vuelta al Ángel de Independencia.
El maestro Erik Salazar Flores, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM, dice que ser parte de la afición de un equipo es un rasgo identitario social compartido con alguien más.
Además de la identidad personal, agrega, tenemos identidades adquiridas durante nuestro desarrollo en la sociedad. Estas identidades colectivas nos dan sentido de pertenencia a una familia, a un partido político, a un grupo religioso o a un equipo de futbol.
En el futbol, sin embargo, no se trata sólo de identificarme con tal o cual equipo, sino de que su afición “me reconozca como parte de ella”, ser parte de su barra brava. Por eso, unos se ponen la camiseta de los Pumas para distinguirse de los fans del América o de otros equipos.
Todo eso nos da un sentido de pertenecía, de comunión, de ser un nosotros. Por lo mismo, “lo que hace el equipo, lo estoy haciendo yo”, y si hay un gol a favor, festejamos y decimos: metimos un gol, ganamos. O al revés: perdimos.
Más relevante es cuando juega la Selección Nacional. Es más claro el sentido de pertenencia. Soy mexicano y es mi equipo y sus logros o fracasos también son míos.
Placer y sufrimiento
Salazar Flores apunta: la victoria, gritar “ganamos”, tiene a nivel cerebral un efecto parecido al de una droga. Detona en el cerebro la secreción y la liberación de oxitocina y dopamina, hormonas asociadas al placer.
Que gane mi equipo, me alegra “porque estoy triunfando”, pero me hace más feliz, por mi mexicanidad, si la Selección Nacional derrota a la de un país rico. “En el futbol nos reivindicamos” cuando ganamos a Estados Unidos, por razones históricas y políticas.
Por el contrario, al perder el TRI, sobre todo ante la selección de Estados Unidos, el aficionado mexicano sufre, se frustra, “siento como si me dieran un golpe“.
Por la mediación identitaria que tengo con mi equipo, las sensaciones que me produce la derrota son equiparables a perder una pelea con alguien, aunque físicamente no reciba un golpe.
Cuando le meten un gol a nuestro equipo, el sufrimiento de estar perdiendo, de sentirnos menos que el otro, cuyo equipo va ganando, puede conducir a manifestaciones violentas.
El sufrimiento por la derrota —asegura Salazar Flores— refuerza la identidad compartida pues el otro que también es aficionado de mi equipo sufre conmigo. Uno prefiere sufrir o tener una experiencia placentera en compañía. Eso es parte de la identidad colectiva, muy relevante para los seres humanos.
Cuando hay equipos que durante años no ganan una copa, como Cruz Azul, o como la Selección Nacional, que nunca pasa de cuartos de final en los mundiales, hay algo en el sufrimiento que nos une, que se podría equiparar al masoquismo, “como si nos gustara sufrir en colectivo”.
La afición, ser social articulado
La afición en el estadio no son individuos sino todo un ser social, articulado, que puede actuar coordinadamente para hacer una porra y gritar todos al mismo tiempo. Al hacer “la ola expresamos que no somos uno solo”.
Cuando la Selección Nacional gana, señala Salazar Flores, cada uno puede estar en su casa saltando de alegría, pero hay una necesidad de expresarse colectivamente, de voltear a ver al de al lado y decirle “nosotros ganamos”.
Para compartir esa dicha se busca un espacio público, simbólico, que en la Ciudad de México es el Ángel de la Independencia. Llegamos ahí y festejamos porque nuestro equipo ganó. Por un momento dejamos atrás las tareas cotidianas para unirnos a los demás, para estar alegre, cara a cara, porque frente al televisor nos hace falta algo: ver al grupo al que pertenecemos y que igualmente está eufórico.
Con la pandemia Covid-19 y el aislamiento y los partidos de futbol en estadios casi vacíos, “si hay pierde” porque el ser humano está diseñado para interactuar cara a cara. Es diferente cuando la interacción está mediada por una pantalla. Hay mayor euforia en ver un partido en un estadio que en la televisión.
Sin embargo, subraya, como cada vez hay más mediaciones (celulares, tabletas, computadoras) nos acostumbramos más y más a los aparatos electrónicos. Aunque no es lo mismo, ya no hay tanta diferencia estar en vivo en un partido o en un concierto que verlos en el celular o en una computadora.
Las copas mundiales, por ejemplo, son muy exitosas y la afición “también nos involucramos mucho en esos eventos aunque no sean presenciales”.
La derrota como afrenta
—Las rivalidades entre los equipos, sus aficionados las llevan a otro nivel, al odio y a la violencia, ¿por qué llegan a esos extremos?
Hemos visto —dice Salazar Flores— aficionados que prácticamente son linchados por alguna turba, peleas dentro de los estadios, agresiones a los jugadores. En 1994, un defensa colombiano de apellido Escobar metió un autogol. Por tal acción totalmente accidental, capos de la mafia de Colombia lo mandaron matar.
Definitivamente, considera, son hechos lamentables que nos tienen que hacer reflexionar sobre ¿por qué se tiene que expresar así la afición?
Porque al final, agrega el profesor universitario, la derrota se vive como una afrenta y se tiene que buscar un culpable y castigarlo. Hay que liberar la frustración, desquitándose “con quien sea”, con algún aficionado del otro equipo o con personas del propio entorno familiar.
Esto también ocurre porque en los estadios se da una “desindividualización”, no hay responsabilidad personal porque estamos todos en grupo y podemos hacer cosas que solos no haríamos, como atacar a alguien o destruir algún lugar. Eso es lamentable
Es bonito pertenecer a la afición de un equipo, pero hay fans que van más allá, que en ser puma de la Universidad, chiva del Guadalajara, águila del América … “les va la vida, como le podría ir la vida a alguien que está defendiendo a su país”.
El futbol, sus equipos y la afición ocupan el espacio de otras entidades mal vistas por la sociedad, como los partidos políticos y sus partidarios, a los que se les llama “chairos” o con otros apelativos.
Pese a ciertos estigmas en algunos grupos de aficionados, normalmente tiene más aceptación social la afición al futbol, que ser crítico de la sociedad. En algún equipo anclamos nuestra identidad para desarrollarnos en la sociedad, y nuestra lucha que debería estar en otro lado, de algún modo, está anclada o “colonizada por el futbol”.
—Finalmente ¿la afición es machista-homofóbica cuando grita “puto”?
“Desde mi punto de vista, sí. Es un grito como de cobardía ¿no? Es una de las acepciones que tiene la palabra, pero evidentemente el lenguaje es polisémico, las palabras significan muchas cosas, y sabemos que esta palabra principalmente tiene el significado de homosexual, por lo menos en la cotidianidad. Y va de la mano del machismo”.
A muchos les preocupa que por este grito la selección de México podría no participar en la próxima copa mundial y sea vetada de estadios, pero lo que nos debe preocupar más es que se exprese ese grito homofóbico, porque es degradante y es un insulto a una orientación sexual. Porque describe perfectamente mucho de lo que somos como sociedad con quien es diferente a “la normatividad dominante, que es la heterosexual”.