Contrario a la creencia popular, la predisposición al insomnio tendría un origen genético y no sólo derivado de factores de estilo de vida tales como el estrés, afirman investigadores que identificaron siete genes asociados a ese trastorno del sueño.
El insomnio es una de las quejas más frecuentes entre las personas, así que un equipo de científicos de Alemania, Islandia y Países Bajos se dio a la tarea de buscar mecanismos biológicos que podrían estar relacionados a la falta de sueño, a través de dos estudios genéticos.
El grupo de investigación, dirigido por la profesora Danielle Posthuma, del Departamento de Genética y Neurociencia, de la Universidad Vrije, Países Bajos, reclutó a 113 mil 006 individuos para conducir un estudio de asociación de genoma (GWAS) y otro basado en los genes de todo el genoma (GWGAS).
Los resultados de los análisis mostraron la primera evidencia que contradice la afirmación de que el insomnio es puramente una condición psicológica, sostienen los investigadores en un artículo publicado en la revista Nature Genetics.
Los investigadores identificaron siete genes (MEIS1, HHEX, RHCG, IPO7, TSNARE1, MED27 y SCFD2) que aumentan el riesgo en las personas a desarrollar la enfermedad del sueño.
El llamado MEIS1 ha sido previamente relacionado con otros dos trastornos del sueño, movimientos periódicos del sueño en las extremidades (PLMS) y síndrome de piernas sueltas (RLS), y las variantes de este gen “parecen contribuir a los tres trastornos”, sugieren.
“Estos genes desempeñan un papel en la regulación de la transcripción, el proceso donde el ADN se lee y hace una copia de ARN de la misma, y la exocitosis, la liberación de moléculas por las células para comunicarse con su entorno”, explican.
El equipo también encontró una fuerte superposición genética con otras características, tales como trastornos de ansiedad, depresión, neurosis y bajo bienestar subjetivo.
Los investigadores también estudiaron si las mismas variantes genéticas eran igual en hombres y mujeres, y encontraron que una parte de éstas son diferentes y conducen de distintas formas al insomnio, cuya prevalencia es mayor en la población femenina (33 por ciento) que en la masculina (24 por ciento).
“Nuestros hallazgos son el inicio de un camino hacia la comprensión del insomnio en el ámbito de la comunicación dentro y entre las neuronas y, por lo tanto, hacia la búsqueda de nuevas formas de tratamiento”, asegura el profesor Van Someren, de la Universidad de Vrije y coautor del estudio.
Este descubrimiento podría allanar el camino a un mejor tratamiento de las personas que sufren de este trastorno del sueño común, el cual a menudo es muy desestimado y atribuido a que “todo está en la cabeza” del paciente, pero “todo estaría en los genes”.