La tos ferina es una enfermedad respiratoria altamente contagiosa causada por la bacteria Bordetella pertussis. Afecta principalmente a niños pequeños, aunque también puede presentarse en adolescentes y adultos mayores. Se transmite de persona a persona a través de la tos y los estornudos, y se puede prevenir mediante la vacunación.

En distintas partes del mundo, las autoridades sanitarias han reportado aumentos en los casos de tos ferina en diversos periodos. Expertos en salud pública advierten que esta enfermedad presenta brotes epidémicos cíclicos cada tres a cinco años, lo que hace necesario mantener medidas de prevención constantes.
El epidemiólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la UNAM, Dr. Víctor Gómez Bocanegra, señala que la presencia de estos brotes puede atribuirse a diversos factores. Uno de los más relevantes es la disminución en la cobertura de vacunación contra la tos ferina, la difteria y el tétanos. Aunque organismos de salud han impulsado campañas para recuperar estos niveles, aún persisten rezagos en algunas regiones.
Otro factor es la llamada “deuda inmunológica”, un concepto que describe la baja exposición a bacterias debido a períodos prolongados de aislamiento social. “Cuando el sistema inmunológico no se enfrenta a agentes externos con regularidad, pierde la capacidad de respuesta ante infecciones comunes”, explica Gómez Bocanegra.
Síntomas y complicaciones
La tos ferina evoluciona en dos etapas. En la primera, que suele comenzar entre 7 y 10 días después del contagio, los síntomas incluyen moqueo, congestión nasal, ojos llorosos, fiebre y tos leve.
En la segunda etapa, que se desarrolla alrededor de dos semanas después del contagio, la tos se vuelve incontrolable y puede causar vómitos, fatiga extrema y un sonido característico al inhalar aire. En esta fase pueden surgir complicaciones como neumonía, infecciones del oído medio, pérdida de apetito, alteraciones del sueño, desmayos, deshidratación, convulsiones e incluso encefalopatía. En algunos casos, los pacientes requieren hospitalización.
Tratamiento
El tratamiento de la tos ferina se basa en el uso de antibióticos de primera y segunda línea. Los de primera línea son los macrólidos, como la eritromicina, la azitromicina y la claritromicina. En casos específicos, se pueden administrar combinaciones de trimetoprim y sulfametoxazol.
Además de los antibióticos, es fundamental el uso de medicamentos para controlar la fiebre y la congestión nasal. Los pacientes deben mantenerse hidratados y, en casos graves, recibir atención hospitalaria.
Prevención
La vacunación sigue siendo la medida más eficaz para prevenir la tos ferina. Las mujeres embarazadas pueden proteger a sus bebés aplicándose la vacuna Tdap entre las semanas 27 y 36 de gestación. Si no reciben la vacuna durante el embarazo, el bebé debe ser inmunizado con la vacuna DTaP, que se administra en cinco dosis a lo largo de la infancia.
Para reducir el riesgo de contagio, los niños que presentan síntomas de tos ferina deben evitar asistir a la escuela y a reuniones públicas hasta recibir el tratamiento adecuado. El aislamiento en caso de sospecha de infección es clave para evitar la propagación.
“El mejor enfoque ante la tos ferina es la prevención. Vacunar a los niños y a las embarazadas es la forma más efectiva de evitar brotes. Si se siguen las recomendaciones médicas, no hay razón para alarmarse”, concluye el Dr. Gómez Bocanegra.