Cuando vives rodeado de aguas negras, rellenos sanitarios legales y clandestinos, calles inseguras y arbitrariedades policíacas, lo único que puedes esperar es la violencia como modo de vida.
Martín Sánchez impartió la conferencia La convivencia de los jóvenes en escenarios de violencia en la edición 38 de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
Presentó una investigación que realizó junto con Miguel Bautista, ambos de la Escuela Nacional de Trabajo Social, en la que se estudió una zona de Chimalhuacán, Estado de México. El estudio concluyó que los jóvenes han internalizado la violencia, es estructural.
Lo que sigue es la marginación, deserción escolar, adicción a las drogas, y en muchos casos, la incorporación de estos jóvenes a las filas del crimen organizado.
El estudio indica que la familia como institución ya no existe, queda al margen, la calle sustituye a las familias. Se deja de creer en las instituciones y la respuesta de los jóvenes es el crimen, el hurto, el graffiti.
Martín Sánchez acotó que socializan en la calle, todo está fuera de la casa y aunque ocasionalmente visitan a sus familias ya no permanecen, se refugian en terrenos baldíos, en las cajas de tráileres.
La concepción del tiempo se modifica, no hay esperanzas: “vivir hoy, mañana quién sabe”. El académico contó el caso de una mujer de 17 años que ya no se consideraba joven: “no soy joven, soy madre, tengo un hijo”.
Ante la pregunta sobre si existe alguna esperanza de rescatar a esta generación perdida, señaló que al ser invisibilizados por las instituciones rechazan cualquiera de sus ofertas. Estas políticas públicas no funcionan porque son generales y se necesitan especificidades. Si existe una solución tendrá que provenir de la sociedad civil y se necesita que los jóvenes se sientan involucrados.