Desde que los perros dejaron de ser lobos para convertirse en nuestros compañeros, su alimentación ha cambiado radicalmente. Sin embargo, algunos creen que volver a sus orígenes es lo más natural y nutritivo. Por eso optan por darles carne cruda, con la idea de respetar su instinto carnívoro. Del otro lado, quienes prefieren las croquetas defienden su balance nutricional y practicidad. ¿Qué tan acertada es la comparación con sus ancestros salvajes?

En entrevista para UNAM Global, Carlos Gutiérrez Olvera, académico del Departamento de Nutrición Animal de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la UNAM, explicó que muchas veces se confunde la nutrición con la alimentación.
“La nutrición consiste en brindar los nutrientes que el perro necesita para desarrollarse adecuadamente y mantenerse sano. En cambio, la alimentación se refiere a la forma en que proporcionamos esos nutrientes”, detalló.
“La alimentación está muy dirigida por la mercadotecnia o por ideas personales, pero lo importante son los nutrientes. La nutrición debe buscar la salud del animal, y la alimentación también debería tener ese objetivo”, agregó el especialista.
¿Carne cruda o croquetas? La nutrición canina más allá del instinto
La popularidad de la carne cruda en perros no es nueva. En la década de 1990, el veterinario australiano Ian Billinghurst introdujo el concepto de la dieta BARF (Biologically Appropriate Raw Food o Bones and Raw Food).
Billinghurst argumentó que, al descender de los lobos, los perros están biológicamente adaptados para consumir carne cruda, huesos y vísceras, tal como lo harían en estado silvestre. Esta propuesta revolucionó la forma en que muchos tutores conciben la nutrición canina, aunque también generó controversia.
Para Carlos Gutiérrez, lo más importante es que la comida sea inocua: que no cause problemas, enfermedades ni daños.
“Debemos partir de que los perros no son lobos. Existen muchas razas y todas han sido modificadas por los humanos.”
Cada raza tiene características distintas y no procesa los alimentos igual que un lobo. Diversos estudios han demostrado que los perros han desarrollado enzimas digestivas específicas —como la amilasa pancreática— que les permiten aprovechar los carbohidratos, algo que los lobos no pueden hacer. Mientras que estos últimos tienen solo un gen para producirla, los perros tienen al menos diez.
También hay diferencias clave en la forma de consumo: el lobo caza y devora inmediatamente a su presa, ingiriendo gran cantidad de parásitos. Por ejemplo, Trichinella, que habita en el músculo de sus presas, continúa su ciclo dentro del cuerpo del depredador. Esto acorta su esperanza de vida: los lobos silvestres suelen vivir menos que los domesticados.
Sin parásitos y sanos
“A veces creemos que los animales en libertad viven de maravilla, pero no es cierto”, enfatizó Gutiérrez. Los lobos en zoológicos viven más tiempo, precisamente por la ausencia de parásitos.
Mantener a los animales de compañía sin parásitos protege su salud y también la de quienes conviven con ellos. Aquí es donde la carne cruda representa un riesgo, ya que tiene mayor probabilidad de contaminación.
Aunque se dice que la carne cruda conserva más nutrientes, la cocción mejora su digestibilidad y permite un mejor aprovechamiento de las proteínas.
“¿Por cuántas manos pasó esa carne antes de llegar a tu cocina? ¿Se congeló y descongeló varias veces? Todo eso aumenta el riesgo de microorganismos patógenos.”
Además de la manipulación, el calor destruye bacterias peligrosas como Listeria monocytogenes, E. coli, Salmonella y Toxoplasma gondii, todas ellas con potencial de causar enfermedades graves.
Crudo no es sinónimo de completo
Carlos Gutiérrez no se muestra totalmente en contra de la alimentación cruda. Incluso reconoce que tiene un componente poético: conecta a los perros con sus orígenes. Sin embargo, insiste en que no se puede garantizar su inocuidad.
“El lobo tiene un pH estomacal mucho más ácido que el perro, lo que le permite destruir bacterias con eficacia. Los perros, en cambio, tienen un pH más parecido al de los humanos, por encima de 4.”
Esto los hace más vulnerables a ciertos microorganismos. Por ejemplo, las amibas biogénicas que pueden encontrarse en carne en descomposición se han vinculado a procesos cancerígenos.
Además, la carne por sí sola es baja en calcio, sodio y en vitaminas como la A y la D. “Si solo le doy masa muscular cruda a mi perro, no obtendrá todos los nutrientes que necesita”, explicó. Los lobos complementan su dieta con vísceras, riñones, hígado y otras partes.
Recomendación
La cocción de alimentos fue un parteaguas en la evolución humana, y también influyó en la de los perros. En sus orígenes, cuando el ser humano era cazador, alimentaba a los perros con los desechos de la presa. Más adelante, cuando comenzó a cocinar, también compartía alimentos cocidos. Eso, lejos de perjudicarlos, pudo haber mejorado su nutrición.
“Nuestros perros son más inteligentes que los lobos. Quizá más flojos, pero más inteligentes.”
Aunque no se opone totalmente al consumo de alimentos crudos, Gutiérrez enfatiza que deben manejarse con extremo cuidado. Lo fundamental es conocer las necesidades específicas de cada animal y construir una dieta que las cubra.
“La cocción, en la mayoría de los casos, mejora la digestibilidad y el aprovechamiento de los nutrientes.”
Finalmente, recomienda acudir siempre a un médico veterinario, que pueda orientar sobre la mejor forma de alimentar al perro, ya sea con croquetas, comida casera o una combinación de ambas.
Las croquetas comerciales suelen incluir los nutrientes necesarios. En cambio, si se opta por una dieta casera, probablemente se requerirá suplementación vitamínica y mineral para mantener el equilibrio nutricional del animal.