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¿Estamos preparados para el siguiente sismo?


A seis meses del terremoto del 19 septiembre todavía hay muchas lagunas, “a pesar de las condiciones reales de avance, alcance, organización de la reconstrucción y de lo que ha cambiado, son más las cosas que siguen siendo igual que antes. La sociedad está más preparada, pero faltan muchos aspectos aún”, señala el arquitecto José Ávila Mendez, profesor e investigador de la Facultad de Arquitectura de la UNAM.

Para el también miembro del Comité Asesor de Seguridad Estructural del Gobierno de la Ciudad de México, hay que tomar en cuenta la forma en que ha crecido la Ciudad, vista como un producto histórico y una acumulación de acontecimientos en el tiempo: “es muy difícil cambiarla de un día para otro, tanto la parte material como la conciencia social y ese aspecto se tiene que tomar en cualquiera de los planes que se realicen”.

El terremoto del 19 de septiembre de 2017 afectó fundamentalmente edificaciones de uno a cuatro pisos y muchas bardas. Para el especialista, la ciudad es vulnerable por los patrones de crecimiento urbano que son débiles, “es de tipo colonial que ha crecido expansivamente sin planeación, la desigualdad social también se transforma en debilidad espacial y estructural. El espacio se produce socialmente, no podemos mejorar por decreto las condiciones de seguridad estructural de las edificaciones, pero algo que se tiene que hacer, como tener un diagnóstico y una planeación participativa”.

En ese sentido, Ávila Méndez señala que una medida que puede tomarse es instrumentar los edificios para saber cuál fue el movimiento en el suelo y la afectación en los edificios. “Nos interesa la intensidad con que se manifiesta el fenómeno oscilatorio en la Ciudad; tanto su aceleración en el suelo como la frecuencia con que se dan esas aceleraciones”. Llevar a cabo esta medida permitiría tener, en unas horas, un diagnóstico: “hoy a seis meses no hay uno”.

Para el académico de la FA de la UNAM, reducir la vulnerabilidad de las edificaciones depende del desarrollo de la capacidad de planear y ejecutar mejor las obras. Si bien, hubo un cambio favorable en la normatividad, pero que no se acata, “en la práctica profesional no se apega al reglamente debido a que no existe la formación suficiente de profesionistas ni la capacitación de obreros para estar de acuerdo con estas nuevas normas”.

Afirma que hace falta formación de más profesionistas y capacitación de los obreros, pero “después del sismo no hay ningún programa ni se ha pensado en la posibilidad de llevarlo a cabo”. Sin embargo, es fundamental que exista una buena construcción, “de calidad y supervisada, muchos de los edificios que sufrieron daños en este terremoto eran edificios de mampostería, no de columnas y trabes, que dependen mucho de la calidad con la que se pegue el tabique, cuestiones tan sencillas son fundamentales y no siempre se hacen bien”.

En la Ciudad de México predomina la economía informal como la construcción informal, la auto construcción no es en sí misma grave lo grave es el auto diseño, “necesitamos que participen profesionales del diseño y de la evaluación en ellas”.

Finalmente, señaló que si hoy la ciudad sufriera un fenómeno de esa magnitud, no está preparada porque es producto del subdesarrollo y hay muchos déficits económicos, sociales y técnicos, pero sí podríamos hacer un esfuerzo de mejorar: “en el momento que se establezcan las zonas de peligro y que el público lo sepa será primordial, ya que conocerán aquellas zonas en las que tienen que invertir más en seguridad estructural, supervisar las zonas de obra y trabajar en programas de verificación de mejoramiento”.

Lo más importante y satisfactorio fue y sigue siendo la respuesta social ante el peligro y la solidaridad, “la sociedad está madura para que enfrentemos esto de mejor manera”, finalizó Ávila Méndez.