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Ventilador de emergencia LINX, un paso más adelante


“Hoy nos acaba de llegar de CONACYT la aprobación técnica del ventilador para uso invasivo desarrollado y validado en un tiempo récord de 8 semanas por LINX-ICN-UNAM, como respuesta al proceso de certificación iniciado el 19 de mayo pasado. Continuamos ahora con las etapas subsecuentes del trámite de certificación temporaria, ya en curso ante COFEPRIS, para tratar de pasar lo antes posible a la etapa de producción de al menos 200 ventiladores que, con un costo unitario inferior a 1000 USD, serán producidos y donados a entidades del sector público de salud en forma gratuita por la UNAM con el apoyo altruista de diversas empresas:

STEREN ELECTRÓNICA S.A. de C.V.
BIOMÉDICA DE REFERENCIA S.A. de C.V.
TRUPER S.A. de C.V.
GIMBEL MEXICANA S.A. de C.V.
LITOPROCESS S.A. De C.V.
PUBLICIDAD VIRTUAL S.A. De C.V
ENGIE México SA de CV
Equipos de Biomedicina de México (EBIME) SA de CV.”

Obtener esta validación no ha sido sencillo. Para el equipo de LINX no sólo se ha tratado de desarrollar y construir un artefacto específico para apoyar a la respiración de afectados gravemente por la COVID-19. El laboratorio del ICN ha tenido que trabajar codo a codo con otros centros de investigación, ponerse en contacto con empresari@s, negociar y dialogar con agencias gubernamentales, y evaluar constantemente los contenidos de sus comunicaciones. Ha sido un proceso arduo porque junto con todos estos actores sociales, LINX tuvo que crear un proceder inédito en la historia de nuestro país por las características de la urgencia, un camino lo más eficiente posible que vincule a todos los sectores políticos, educativos, productivos y comunicativos de México, para resolver un problema sustancial e implementar una solución de orden tecnocientífico: desarrollar, construir y llevar los ventiladores del LINX a los sitios más remotos del país, donde no hay luz, no hay hospital, no hay caminos ni infraestructura de salud, y donde para llegar al primer hospital se requiere de horas, a veces días… Tiempo y recursos que ante la pandemia pueden costar vidas.

¿Por qué invertir en el espacio cuando hacen falta ventiladores y equipos médicos en el país? ¡Pues por eso!

Con frecuencia, el desarrollo de tecnología aeroespacial en México se pone en entredicho, pues ante los problemas nacionales, no poca gente se pregunta si vale la pena invertir en desarrollo para la exploración espacial. Se considera a la investigación básica o al desarrollo tecnocientífico en ámbitos como el espacial, como un mero divertimento sin futuro ni beneficio concreto.

En particular, al ICN y a la UNAM se les cuestiona con frecuencia por la existencia del Laboratorio de Instrumentación Espacial LINX, dirigido por el Dr. Gustavo Medina Tanco, investigador del Departamento de Física de Altas Energías, donde se crean desarrollos tecnocientíficos para la exploración espacial. El proyecto más conocido y más cuestionado se conoce como COLMENA, pues busca enviar unos pequeños robots autoensamblables a la Luna. Los escépticos al proyecto argumentan que, después de todo, en México vamos tarde en la carrera espacial, y que se trata de una investigación modesta y posiblemente irrelevante, en comparación con lo que realizan grandes corporaciones gubernamentales y empresariales en otras naciones y consorcios geopolíticos.

Compartimos con ustedes nuestra respuesta, ilustrada claramente por los tiempos que vivimos. Es una respuesta que como comunidad de científic@s y tecnólog@s debemos conocer y comunicar: todo el trabajo de desarrollo en física e ingeniería, y todo el proceso de gestión política con gobiernos y empresas que se aprendió durante el proyecto aeroespacial del Laboratorio de Instrumentación Espacial LINX, de la UNAM, permitió que en un tiempo récord se creara un ventilador mecánico invasivo para cubrir las necesidades de los lugares más apartados de México, y que además se implementara una línea de producción empresarial, con miras a enfrentar la pandemia.

De los conocimientos e implementaciones en física e ingeniería, a la resolución de retos sociales y políticos

La premura por construir ventiladores de bajo costo, transportables, que respondan a las precarias condiciones de muchas poblaciones de nuestro país, también ha promovido que agencias gubernamentales como Conacyt y la Comisión Federal para la Protección Contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) modifiquen y adapten sus procedimientos para responder a la contingencia, mediante los desarrollos de colaboraciones entre las universidades, los centros de investigación y las empresas.

En el ámbito de la formación de recursos humanos prioritarios, podemos constatar que mientras los estudiantes creaban un ventilador de emergencia del laboratorio en el que colaboran, pudieron formarse y adquirir experiencia no solo cómo ingenieros o físicos; también conocen hoy, mejor que nadie, qué huecos, fisuras, vacíos legales, dificultades y negociaciones enfrentamos en México ante desarrollos similares. Estos estudiantes que se forman en ingeniería o en física, se forman a su vez como potenciales políticos de ciencia y tecnología adaptados para el contexto mexicano.

Con el ojo puesto en la investigación aeroespacial, en el camino, todos hemos aprendido a resolver problemas nacionales. Los spin-offs del desarrollo tecnocientífico no son únicamente artefactos tecnológicos; siempre, en paralelo, hay spin-offs para lograr la implementación y la gestión política y social de estos desarrollos. Sin la necesidad de implementación de uno, no deviene la necesidad de gestión del otro. Sin desarrollo tecnocientífico no hay modo de elaborar una política científica contextualizada a las necesidades de México para su implementación, ni se adquiere experiencia para la implementación de otros desarrollos futuros, muchos de ellos apremiantes. No desarrollar tecnociencia en México produce un inevitable punto ciego en nuestras posibilidades de creación de políticas para la implementación justa, coherente y eficiente de la ciencia y la tecnología en el espacio social.

De la Luna al espacio social

Con los desarrollos tecnocientíficos no sólo se producen teorías y artefactos que se aplican y sirven con un fin concreto: los conocimientos para llegar a la Luna también pueden aplicarse en otros contextos. En paralelo, el desarrollo tecnocientífico también requiere de una infraestructura política y sociológica que debe construirse y aceitarse continuamente para resolver ya no sólo problemas sobre nuestras tecnologías espaciales, sino para enfrentar asuntos de salud, seguridad y política regional. Esta infraestructura de reglamentaciones y procedimientos políticos, económicos y sociales nunca se crearía si no existe el reto de la implementación tecnocientífica, aunque su motivación sea el espacio o una colaboración con fines de investigación básica. Es decir, los desafíos tecnocientíficos siempre producen y requieren, para cristalizarse, de conocimiento político y social, es decir, de una cultura de política científica: nos desafía a tod@s, para tomar decisiones respecto al mundo común y las implementaciones tecnocientíficas en él.

Finalmente, toda esta batería de conocimiento, a la larga, nos apertrecha mejor para resolver nuestros problemas, con nuestros recursos, en nuestros términos. Las investigaciones básicas y las materializaciones tecnocientíficas que no tienen relación alguna con problemas concretos, a la larga, también nos equipan para enfrentar lo que ni siquiera imaginamos que, en el futuro, deberemos resolver junt@s: empresas, universidades, gobiernos, comunidades, grupos sociales y agentes comunicantes.