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Trump, un año después

Washington D.C., enero 20, 2018.- Con un gran concierto frente al Capitolio se celebró hoy el primer aniversario de Donald J. Trump como Presidente de los Estados Unidos de América.

El espectáculo comenzó con un desfile militar que partió del antiguo Palacio de Correos -hoy, el Trump International Hotel- donde el Gobierno Federal renta tres pisos hasta que concluya la “Gran Remodelación” de la Casa Blanca, localizada tres calles al oeste de la actual residencia de Trump.

A un año de la toma de posesión del Presidente número 45 de la historia de su país, Trump encabezará personalmente durante las próximas semanas las negociaciones del “Gran Remate” de armamento nuclear con que espera recaudar los fondos necesarios para hacer frente a los estragos generados en la economía de todo el país por las guerras comerciales que declaró en contra de China y de México desde el día uno de su mandato.

Convencido de que su plan de ofrecer a “los países amigos” la capacidad de defenderse por sí mismos con bombas nucleares de las amenazas del extremismo islámico y otros enemigos peligrosos, como Irán y Corea del Norte, de ninguna manera pondrá al planeta más cerca de una tercera guerra mundial, Trump ha señalado que él personalmente garantiza que el mundo nunca estará más seguro que bajo su liderazgo.

En su conferencia de prensa cotidiana, el Presidente Trump anunció también que en los próximos días iniciarán, finalmente, los trabajos de cimentación de su “Gran Muro” a lo largo de las 2 mil millas de la frontera sur del país. Culpó del retraso en la obra a la inversión de cerca de $650 mil millones de dólares que fue necesaria para la construcción de los “Grandes Centros de revisión extrema” en que va a recluir a los poco más de 10 millones de “ilegales” que deportará en cuanto el ejército estadounidense concluya sus operaciones de “convencimiento” en diversos países de América Latina.

El colapso económico de México ocurrido de manera inmediata desde el primer momento en que se anunció el resultado electoral demuestra, según dijo, que efectivamente el NAFTA fue “el peor acuerdo comercial de la historia de la humanidad”.

En el mismo sentido, aseguró, su “gran talento como negociador de talla mundial”, le permitirá organizar, en “un par de años” un Gran Encuentro Energético Universal a llevarse a cabo en West Virginia bajo la premisa de que para proteger el medio ambiente y disipar la ilusión de que el cambio climático es una realidad, resulta indispensable proteger la industria del carbón.

Con su usual exuberancia discursiva, el Presidente Trump se felicitó a sí mismo porque de acuerdo al último registro del Departamento de Seguridad Interna, ninguna persona que ha entrado al país en el último año ha declarado profesar la religión del Islam. Celebró: “¡Ninguna. Cero. Nul´!´”.

A 14 meses de las elecciones de noviembre de 2016, la hazaña de Trump todavía parece increíble para muchos.

Parecía imposible. Ninguna encuesta lo dejaba ver. Por supuesto que los expertos “serios” tampoco lo pudieron percibir. Después de todo, Hillary Clinton cerró su campaña al frente de una formidable coalición en la que la apoyaban los grandes sindicatos, personajes como Warren Buffet, George Soros, Bill Gates y Mark Zuckerberg. También, la inmensa mayoría de las mujeres, los latinos, los afroamericanos y una mayoría de la población con estudios universitarios.

Además, el desplome del candidato Republicano de las últimas semanas de ese año permitieron que los grandes medios de comunicación lo presentaran como un personaje profundamente racista, sexista, xenofóbico y, sobre todo, ignorante y con la madurez de un niño pequeño y berrinchudo.

Y sin embargo…

En un resultado que sorprendió al mundo entero, Donald Trump logró capitalizar una especialmente alta participación electoral -cercana al 80 por ciento-, entre los hombres caucásicos de arriba de 50 años de edad que se identifican a sí mismos como cristianos. Ellos, junto con un inusualmente elevado índice de participación (cercana al 50 por ciento) entre los segmentos blancos con menos niveles de educación e ingreso y el hecho de que un importante número de jóvenes seguidores de Bernie Sanders decidieron no acudir a las urnas, fueron las grandes palancas que permitieron que Trump se convirtiera en Presidente.

“La rebelión de los deplorables”, le llamaron algunos. La revuelta de “los loquitos”, como se refirió a ellos el recientemente fallecido senador John McCain.

Una vez que se conocieron los resultados oficiales de ese noviembre, la sacudida en prácticamente todas las economías fue extrema. Salvo en Rusia, donde su triunfo fue celebrado en los alrededores del Kremlin con manifestaciones callejeras, en el resto del planeta la noticia fue recibida con incredulidad y una mezcla de resignación y enojo. Aunque también hubo versiones, no confirmadas, de celebraciones en algunas zonas de Irak controladas por el ISIS.

Por supuesto que donde la derrota de Hillary fue más dolorosa fue en el propio cuartel general de la candidata demócrata -localizado en la calle de Clinton, en Brooklyn, Nueva York-, pues desde entonces ha tenido que gastar más de 80 millones de dólares para pagar a los abogados que intentan evitar que vaya a la cárcel como lo prometió el candidato Trump desde la campaña.

En ese contexto, resulta poco sorprendente que la ex senadora, ex Secretaria de Estado y ex Primera Dama no se haya defendido de quienes atribuyen su derrota del 2016 a su “personalidad desconfiable” y “falta de carisma electoral”.

En su plan de gobierno para su segundo año en el poder, el Presidente Trump ha señalado que luego de 22 años de no pagar impuestos federales, es posible que hacia el último año de su primer mandato tenga que volver a pagar algo. “Aunque todavía estoy explorando mis opciones”, aseguró.

Su “gran talento” para los negocios, dijo, le ha permitido mantener durante estos años su “gran carrera” como hombre de negocios, al mismo tiempo que, como Comandante en Jefe de la maquinaria militar más poderosa del orbe, trabaja “más que nadie” en cumplir su promesa de “make America great again”.

Lo cual, “sin duda alguna”, dijo, está asegurado para cuando deje la Presidencia, en enero de 2025.