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Todas las dictaduras necesitan dar la impresión de unanimidad: Serna

La dictadura del PRI necesitaba una prensa servil que le rindiera culto a la personalidad del presidente en turno, porque todas las dictaduras necesitan dar la impresión de unanimidad, señala en entrevista Enrique Serna.

En ese régimen, Carlos Denegri logró medrar con muy buena fortuna. Era un periodista muy bien preparado, hablaba alemán, francés e inglés, tenía una red de contactos internacionales. “Era un periodista con el que los políticos podían pararse el cuello, un gato de angora del sistema”.

El autor de El vendedor de silencio acota que Denegri sintió que era copartícipe del poder, que no era un subalterno, sino un socio de los diferentes presidentes “y que podía tratarse un poco de tú a tú por ese engreimiento que le dio la impunidad”.

Cuando llegaron los cachorros de la revolución (gobierno de Alemán), precisa, los licenciados que sustituyeron a los generales en el poder, Denegri sentía que pertenecía por derecho propio a esa camarilla y encajó perfectamente con el grupo de Miguel Alemán. Le tocó una pequeña parcela de poder y supo explotarla lo mejor que pudo para enriquecerse.

Los políticos usaban a esos columnistas, añade, para mandarse mensajes cifrados y no llegar a las confrontaciones directas con sus enemigos. “Eran columnas que sólo podían entender los que sabían leer entre líneas, los que estaban muy interiorizados en las grillas políticas de la época. En la novela se da este diálogo entre Denegri y el director de Excélsior, en ese entonces, Rodrigo de Llano: “En este negocio (prensa) no sólo vendemos información y espacios publicitarios: por encima de todo vendemos silencio”

Serna indica que el Excélsior de la época de Denegri tenía 100 mil lectores, la columna de Denegri, la Miscelánea dominical, se dividía en dos secciones, una de política y otra de sociales. “Iba dirigida a la casta divina de la política de los negocios y esos mensajes los entendían solamente ellos. Por eso, a principios del sexenio de Ruiz Cortines en enero del 53 cuando estaban en la cruda de esa rapiña que fue el sexenio de Miguel Alemán, Denegri encabeza su columna con una frase que decía: “todavía nos queda un recurso, enriquecernos lícitamente”.

En la prensa de esa época, cuenta Serna, ninguna demanda por difamación prosperaba. Denegri es un “personaje novelesco, que a pesar de haber estado intoxicado de poder tenía un talón de Aquiles, una debilidad de carácter que lo arrastraba al despeñadero con más fuerza que la ambición”. El vendedor de silencio es una “reconstrucción de época, porque un personaje de estas características sólo pudo existir en ese momento de la vida pública mexicana”.

Los puse con sus nombres, porque si Denegri fue un líder de opinión que manipuló la opinión pública durante una larga temporada se merece aparecer tal cual como lo fue y también las figuras de la época, donde si cambió los nombres fue en el de sus parejas porque es muy poco lo pudo averiguar sobre esas relaciones íntimas de Denegri y no quería falsear cosas y jugar al historiador en ese terreno