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Quemarlo todo

¿Por qué, desde hace algunos años cientos de miles de mujeres alrededor del mundo salen a las calles para exigir sus derechos? ¿Qué acaso no tenemos aseguradas la educación, el trabajo, la seguridad, la vida? ¿Por qué hay tanto enojo en muchos sectores del feminismo? ¿Por qué las mujeres han de cubrir sus rostros e intervenir monumentos y calles para hacer notar que existen? Si bien estas preguntas dan cuenta de que el complejo y diverso movimiento feminista está vivo y reclama justicia, también revelan, por un lado, el enorme desconocimiento que la sociedad tiene sobre los postulados del feminismo y, por otro, el pánico que la unión de las mujeres despierta.

El carácter disruptivo del feminismo es de larga data. Ya fuera la osadía de ilustradas, socialistas o sufragistas de demandar el reconocimiento de las mujeres como ciudadanas en los siglos XVIII y XIX, o los actos de protesta a favor de la libertad sexual, la maternidad deseada y el acceso a espacios exclusivos de varones que marcaron el siglo pasado, las mujeres han sido protagonistas de una serie continua de acciones que buscan resquebrajar los mitos, las prácticas, las ideas y las instituciones que justifican su subordinación. Estas acciones les han valido la ridiculización, la censura, la cárcel, la condena social y hasta la muerte.

Las reacciones poco amigables a las luchas feministas son un signo claro de cuán incómodo resulta cualquier intento de cambio social. Cuando las feministas mexicanas se apropian del espacio público –incluyendo el de las redes sociales- trastocan con sus cuerpos, con sus voces, con su violencia y con su rabia nociones de feminidad asociadas con el buen comportamiento y la obediencia. Es en ese trastrocamiento en donde yace uno de los puntos nodales para el debate sobre el feminismo en nuestro país, a saber: ¿cuáles son, si es que las hay, las formas correctas de exigir justicia cuando las instituciones y las personas encargadas de procurarla no escuchan?

Quemarlo todo se ha convertido, para algunos grupos feministas, en una consigna estratégica tanto simbólica como literal. Quemarlo todo encapsula furia y deseo: la furia de vivir en un mundo hostil para las mujeres y para los sujetos feminizados, y el deseo de creer que aún es posible construir otro tipo de formas de vida. Quemarlo todo con el “fuego de mil cambiantes llamaradas” no es, sin embargo, suficiente para enfrentar los enormes retos provocados por la desigualdad de género ni para detener las reacciones misóginas que brotan cada vez que las mujeres alzan la voz. Es urgente y necesaria una reflexión colectiva. El feminismo contemporáneo ha colocado a la sociedad mexicana en una posición de no retorno que debe evitar maniqueísmos, que debe fomentar espacios de crítica y autocrítica, que debe impedir que el fuego nos consuma y el humo nos ciegue y ahogue. Siempre es tiempo de feminismo, y el feminismo es un proyecto para todas las personas que buscamos vidas más dignas.

Para saber más

Moreno y Alcántara. Conceptos clave de los Estudios de Género, volúmenes 1 y 2, México: Centro de Investigaciones y Estudios de Género, 2018.