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¿Por qué me pasó esto a mi?

31 de diciembre de 2019. Cena, fiesta, amigos, familia, buenos deseos, “borrón y cuenta nueva”, planes de boda, proyectos, negocios, “este año sí nos va ir bien”, etc. El “veinte-veinte” era esperado con ansiedad para comenzar otro ciclo lleno de promesas. Nadie se imaginaba que tres meses después de esos festejos la vida cambiaría para todos.

Una enfermedad comenzó a propagarse entre las personas de todo el mundo. Las naciones tomaron medidas sanitarias ante el incremento de enfermos y muertos. Se suspendieron las clases y se instauró el trabajo desde casa para algunos profesionales.

Se cerraron parques, cines, gimnasios, playas y museos; se cancelaron espectáculos, se limitó el ingreso al supermercado, se instauró distancia entre los humanos y se les obligó a usar cubrebocas.

Iniciaron los recortes y despidos de personal de las empresas por la pandemia. Otros se enfrentaron a la enfermedad y llenaron los hospitales. Al principio, algunos hacían encuestas en redes sociales: “¿conoces a alguien con coronavirus?”, y a la vuelta de los días aumentaron los casos cercanos: la vecina, el jefe de mi esposo, el primo, la conductora de televisión, el empresario, el doctor.

Ante las pérdidas, por supuesto las preguntas sobraron y las respuestas escasearon: “¿por qué a mí?”, “¿por qué me sucedió esto a mí?”, “¿por qué perdí mi trabajo?”, “¿por qué tenía que morir mi padre?”.

Aunque parezca increíble, hay una filosofía que enseña a cambiar esas preguntas sin respuestas.

Víctor Frankl, sobreviviente en campos de concentración

Juan Felipe Miramontes Hernández es psicólogo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), cursó una maestría en la Universidad Iberoamericana y es especialista en análisis existencial y logoterapia. Ha escrito dos libros “Encuentro y relación de Frankl, Adler y Schwarz en el surgimiento del análisis existencial y la logoterapia” y “Volver a los escritos de Víctor Frankl”, éste último fue redactado consultando cartas del Frankl archivados en Viena.

Frankl (1905-1997) estudió medicina en Viena. Estuvo en cuatro campos de concentración entre 1942 y 1945. En esos campos murieron sus padres, su hermano y su esposa. Cuando estaba recluido en Dachau las fuerzas aliadas liberaron el campo en abril de 1945. Al salir escribió “El hombre en busca de sentido”, cuyo título original fue “Un psicólogo en un campo de concentración”.

Se unió al profesorado de la Universidad de Viena y viajó por varias universidades del mundo para dictar cátedra.  La gran aportación de Frankl es la logoterapia, una psicoterapia enfocada a la búsqueda del sentido de la vida.

Frankl tuvo contacto con el gran psicoterapeuta Sigmund Freud a través de correspondencia. Coincidió con algunas de sus ideas cuando era joven, pero después siguió su propio camino de investigación, cuenta Miramontes Hernández en entrevista.

Fue una persona importante en la historia de la psicoterapia y psiquiatría del siglo XX.  Durante su estancia en el campo de concentración, Frankl atendió a sus correligionarios que intentaron suicidarse y no lo lograron. Estuvo recluido TennesseeAuschwitz-Birkenau, Kaufering y Dachau. Ahí asistió como médico a los pacientes con tifus.

Frankl llegó a la conclusión de que el paciente, la persona, no debe ser quien le cuestione a la vida, sino que sea él quien le responda. Es decir, ante una situación adversa preguntarnos “¿para qué me sucedió esto a mí?”.   

“Frankl da por sentado una cosa: el ser humano tiene capacidad para sufrir y enfrentar pérdidas, desilusiones, enfermedades, incluso la proximidad de la propia muerte.  El médico llamaba la “triada trágica” al sufrimiento, la culpa y la muerte.

¿Cómo llegar a un “para qué” de las situaciones adversas?

Hay varias maneras de llegar a un “para qué”. Se puede cambiar el paradigma y replantearnos “¿qué está pidiendo la vida de mí con esta situación?, ¿que lo viva?, ¿que me sobreponga?, ¿que trabaje en algo en particular?”. Plantearnos estas interrogantes nos pueden dar como respuestas tareas que la vida propone.

Si llega al consultorio un paciente con una situación difícil provocada por la COVID-19, por ejemplo, el paciente será acompañado y escuchado, y no habrá un juicio previo. El diálogo llevará a reconocer las preguntas que la vida nos hace, como una primera aproximación.

La logoterapia trabaja en relación con los valores y ética cotidiana para encontrar caminos que respondan a lo qué está sucediendo, ver qué oportunidades se abren, entre otros.

La logoterapia acompaña a la persona a descubrir cuál es el sentido de su vida y que la persona retome el amor por su existencia asumiendo que tiene la posibilidad de sufrir o de sentirse pleno anteponiéndose a las dificultades.

¿Cómo tomaría Víctor Frankl el confinamiento de 2020? Me puedo imaginar que él pedía no caer en desesperación o en derrotismos, y reconocer qué sí hay en medio de lo que no hay, es decir, cuáles son nuestras áreas de libertad, a pesar del confinamiento. Hay personas que han encontrado cualidades que nunca se habrían imaginado, como la de un oficio, otros tienen más tiempo para leer porque bajó su ritmo cotidiano, entre otros”.

Un libro que ha salvado vidas

Finalmente, el terapeuta comenta que la obra de Frankl, “El hombre en busca de sentido” le ha salvado la vida a muchas personas en el mundo porque es un libro que narra, desde una mirada psiquiátrica, su experiencia y la de sus compañeros en los campos de concentración, lugares donde perdieron familias, amistades, pertenencias, la individualidad y su vida.

“Nadie nos enseñó a estar en cuarentena, no estamos formados para ello; las reacciones que se produzcan son humanas, pero se deben reconocer. Eso no quiere decir que tengamos que sacar nuestra ira con las personas que viven a nuestro lado”.