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Observan por primera vez, microorganismos que habitan en la región más calurosa de la Tierra

La región geotérmica de Dallol, situada en la zona norte de la depresión de Danakil (Etiopía) con una profundidad de 124 hasta 155 metros por debajo del nivel del mar, es considerada como uno de los ambientes más extremos de la Tierra y el más caluroso del planeta.

Este ambiente de múltiples extremos se encuentra en la conocida como Depresión o Triángulo de Afar, un fondo marino incipiente con formación de corteza terrestre ubicado en la confluencia de tres placas tectónicas terrestres, la placa de Nubia, la Somalí y la Arábiga.

La parte norte de la Depresión está dominada por la llanura salina de Assale, una acumulación de sal marina en los depósitos de evaporita que albergan el volcán de Dallol.

La interacción entre los yacimientos evaporíticos y el vulcanismo ha dado origen a unas aguas termales únicas, que son altamente ácidas (con un pH de cero o inferior) y salinas (saturación), con unas temperaturas máximas que oscilan entre los 90 y los 109ºC.

Ahora, un nuevo estudio, liderado por Felipe Gómez, investigador del Centro de Astrobiología (CAB), y publicado en la revista Scientific Reports, presenta la primera evidencia de la existencia de vida en esta región.

Describimos por primera vez la evidencia morfológica y molecular de nanomicroorganismos termo-halo-acidófilos (amantes de la alta temperatura, de la alta salinidad y presencia de sales y metales; y de muy bajos valores de pH) existente en este novedoso ambiente multi-extremo“, señala Gómez.

El estudio muestra que las estructuras ultra pequeñas descubiertas están enterradas dentro de depósitos minerales. Estos microorganismos han sido identificados inicialmente como pertenecientes a la Orden Nanohaloarchaea, aunque podría también tratarse de nuevos microorganismos no descritos hasta el momento.

Los resultados de este estudio tienen importantes implicaciones para la comprensión de los límites ambientales de la vida y también proporciona información útil para evaluar la habitabilidad tanto en la Tierra como en otras partes del Sistema Solar, o incluso en el Marte primitivo y, por tanto, podría ser un paso crucial en la selección de sitios de aterrizaje para futuras misiones que pretendan detectar vida.