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Nenitas, una obra donde actrices de la tercera edad hacen que el teatro rejuvenezca

El bien envejecer es un acto de protesta, asegura la compañía Soy Pájaro, cuyo elenco está conformado por personas de la tercera edad que hace no mucho descubrieron su amor por los escenarios. “No hablamos de actores que de pronto se hicieron mayores, sino de personas que, al jubilarse, se dieron la oportunidad de aprender algo nuevo y encontraron que les encantaba actuar”, explica Josafat Aguilar Rodríguez, quien dirige este laboratorio gerontológico teatral.

Su montaje más reciente lleva por nombre Nenitas, el cual se integra de 13 monólogos sacados del libro homónimo de Sylvia Aguilar Zélenyy que se presentará por pocos días en el Museo Universitario del Chopo. “Aunque estrenamos en agosto ya llevamos cuatro giras nacionales en las que ninguna función ha sido igual. En cada ocasión seleccionamos los relatos a desarrollar de forma aleatoria para que, al final, el público regrese a sus casas llevándose algo irrepetible”.

Sin embargo, añade Josafat, lo que le da un carácter único a la pieza es el reparto, integrado por mujeres de entre 60 y 85 años quienes, por todo ese tiempo acumulado, tienen otra manera de entender su cuerpo, espacios e incluso la vida. “Por ejemplo, al saberse limitadas en lo físico procuran ser puntuales, ya que dar zancadas o apretar el paso no les es una opción para evitar demoras. De alguna manera este tipo de conciencia repercute en su interpretación y en que tengan enunciaciones e inflexiones más precisas y estables que las de muchos jóvenes que prefieren actuar guiados por el sentimiento”.

Además —destaca— nadie puede permanecer indiferente ante estas actrices, en especial cuando narran cómo alguna vez, en algún lugar grabado a fuego en la memoria, un acontecimiento las marcó de por vida: la muerte de un padre tiránico, el descubrimiento de la fotografía y el sexo, un cáncer de páncreas que se vuelve una sentencia de muerte o cómo el deseo de huir de un abusador sexual se convierte en una adicción por correr maratones o por dormir en las esquinas.

“Yo me asumo como gerontólogo y, por ello, me interesa mucho cómo piensa una persona de la tercera edad. Como profesional de las artes escénicas me dedico a otras labores y soy productor en otras propuestas, pero el haber creado la compañía Soy Pájaro en 2011 y dar continuidad a esta iniciativa me permite seguir explorando esta cuestión que, desde que estaba en la escuela, me intriga”.

Generaciones en diálogo

El interés de Josafat por la vejez y lo que gira en esas órbitas le viene de convivir de cerca con su abuela materna, una mujer que al perder a su esposo decidió terminar la primaria y comenzó la secundaria, se inscribió en cuanto curso tenía a mano, viajó como nunca, administró con éxito una cafetería del IMSS e incluso consiguió novio. “Todos pensaban que con el fallecimiento de su marido ella se vendría abajo ¡y no!, por el contrario, se fue para arriba. Poco después ella moriría de un cáncer fulminante, pero durante todos sus días con nosotros siempre exhibió una sorprendente vocación de vida”.

Dicha vitalidad no sólo inspiraría la máxima del laboratorio Soy Pájaro: “El bien envejecer es un acto de protesta”, sino que guiaría la trayectoria profesional de su nieto, quien se titularía de la carrera de Literatura Dramática con la tesis El teatro como herramienta multiestimuladora a nivel poético, gerontológico y geriátrico en pro de una mejor calidad de vida; sería de los primeros en sumarse al Seminario Universitario Interdisciplinario sobre Envejecimiento y Vejez (SUIEV), y daría clases en la Escuela Nacional de Trabajo Social de la UNAM a fin de abonar al entendimiento de estos temas.

“Y aunque haya estudiado mucho sobre el asunto estas actrices siempre me enseñan algo nuevo. Muchas están saliendo de alguna operación, deben cuidar a la pareja, tienen lesiones en la cadera, dolores de rodilla o dolor en la columna y, sin embargo, mantienen su compromiso con el arte y son capaces de crear poéticas bellas”.

Como ejemplo de esto, a Josafat le gusta citar a Martha Heredia, una de las integrantes de su compañía quien —en un proyecto anterior de teatro-danza— fungió como coreógrafa, sin importar que en ese momento no pudiera levantarse de su silla de ruedas. “Si algo he corroborado al trabajar con personas de esta edad es que sus fisuras y peculiaridades son semillas de algo único y que detrás de sus aparentes fragilidades se oculta una fortaleza impresionante”.

Del papel al escenario

Josafat recuerda que Nenitas le llegó por casualidad, cuando en una feria del libro comenzó a hojear uno de los ejemplares ofertados por la editorial Nitro/Press. Primero le llamó la atención que este título hubiera ganado el Premio Nacional de Cuento La Paz, Baja California en 2012, pero al final lo enganchó cómo la autora, Sylvia Aguilar Zéleny, describía las múltiples formas en las que lo cotidiano suele agazaparse, sacar las garras y atacar por sorpresa a las personas.

“Se parece un poco a lo que hizo Chéjov con el Tío Vania; sólo tuve que leer dos o tres relatos para saber que estaba ante algo fantástico y de ahí nació la idea de traducir estos textos a lenguaje escénico”.

Para hacerlo de la mejor forma posible, Josafat ha estado en contacto con la autora, a la cual le ha mandado fotos y videos de cada presentación, pues como ella vive en El Paso, Texas, le ha sido imposible asistir a alguna de las funciones. “No hemos coincidido físicamente, pero me siento con la confianza de decirle ‘esto no lo entiendo, ¿hacia dónde va?’, y ella me explica, siempre entendiendo que las poéticas del teatro y la literatura son muy diferentes”.

Todos estos textos de Aguilar Zéleny tienen por protagonistas a niñas o veinteañeras que le plantan cara a rostros muy diferentes de la violencia, todos menos El mundo después del agua, donde una anciana de casi 70 años llamada Mini encuentra la felicidad en la piscina, al tomar lecciones natación junto con un grupo de amigas de su misma edad, a quienes nombra de una manera muy peculiar. “Las chicas, increíble que les llame ‘chicas’, le dicen que debería reunirse con ellas tras la clase. Mini sonríe, no dice que no. Tampoco que sí. No quiere llevar esto afuera”, se lee en fragmento del libro.

Por esto, de entre todos los relatos Josafat elige justo éste para ejemplificar la esencia de Nenitas, pues al igual que la protagonista del cuento sus actrices hicieron de lado prejuicios sociales y se animaron a probar algo distinto. Al final todas encontraron la plenitud, aunque en este caso no en una alberca, sino sobre los escenarios.

Y también quizá por ello el director hace lo mismo que Mini y, contraviniendo la lógica de las edades, se refiere a las integrantes de Soy Pájaro de una forma muy curiosa: “Las chicasse han involucrado con sus personajes de forma increíble. Me siento muy orgulloso de ellas por haber logrado un resultado tan interesante”.

La pieza escénica Nenitasse concretó mediante el apoyo del Fonca a través de su programa Fomento y Coinversión, el SUIEV y Teatro UNAM. Las funciones en el Museo Universitario del Chopo tendrán lugar todos los jueves y viernes de enero a las 20 horas; los sábados a las siete de la noche, y los domingos a las seis de la tarde. El costo de la entrada es de 100 pesos y se hará descuento del 50 por ciento a estudiantes, maestros y personas de la tercera edad.