Cuarentena, encierro, aislamiento. Contamos los días que llevamos en casa. No sabemos cuándo regresaremos. Lo que sí sabemos es la tarea que hay que entregar, la clase que se vuelve más difícil sin la presencia física del profesor/a, los compañeros que extrañamos y que vemos en la pantalla de nuestra computadora.
Inventamos un espacio en nuestras casas para nuestras clases virtuales, la mesa del comedor se convirtió en nuestra biblioteca. Pedimos a nuestra familia que guarde silencio. La televisión a bajo volumen, los hermanos ya se pusieron los audífonos. Las ventanas están cerradas para que no se escuche el camión del gas, el agua, la basura o el del fierro viejo que vendan.
Hay que acelerar el paso, es para muchos el último año del bachillerato. La Universidad está a un paso y la clase debe continuar.