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Los invisibles


Claudia Alarcón, Maestra en Filosofía de la Ciencia, UNAM

“En el país de los 61 mil mexicanos desaparecidos que son buscados por sus familiares están los otros desaparecidos, los casi 10 millones de mexicanos invisibles a los ojos de la sociedad y del Estado. Niñas, niños, adultos, con o sin discapacidad, personas con alguna enfermedad mental o con alguna adicción que viven en condición de calle. Sólo en la Ciudad de México en el 2019 se contabilizó un número aproximado de cuatro mil 500 personas en esta situación. Son 10 millones de personas en el país que, aunque vivas, nadie las busca, nadie se pregunta por su salud física y mental, nadie se preocupa por su integridad. Personas que renunciaron o que nunca han tenido derecho de identidad, que son invisibles para nosotros, pero no para la violencia, los abusos, la explotación y, por supuesto, no para los efectos de una epidemia”.

Los vagabundos, los que no tienen casa, los que no tienen techo, los menesterosos, los que fueron mandados al exilio en su propia ciudad, los olvidados…Los que no miramos, los que siempre están en una esquina, afuera de los comercios, los que siempre nos piden algo, nos observan atentos a que una moneda salga de nuestros bolsillos.

No nos preguntamos qué hacen en las calles, cuál es su historia, qué los llevó a luchar contra la intemperie y la soledad, qué los hace resistir nuestras miradas, nuestros juicios.

Con la pandemia y el confinamiento su presencia es más notoria. Las esquinas, las banquetas, las entradas de los cines y teatros son todas suyas.

Sólo interrumpen sus silencios para pedir, para rogar, para que los veamos.

Sus miradas son el espejo de una sociedad fracturada.

David Pastor Vico, Filósofo

“Al final lo que hemos conseguido es una sociedad muy fracturada que a la hora de enfrentar una situación como la que estamos viviendo del coronavirus, del confinamiento, este sistema no vale, porque si vivimos así no vamos a ser el responsable socialmente. ¿Yo por qué tengo que hacer la cuarentena, si mi vecino no la hace yo tampoco la hago? Y entonces todos jugamos a eso y al final resulta que México es uno de los países que tiene los niveles más bajos de confinamiento de Latinoamérica. La de México es una de las sociedades más fragmentadas, individualistas y más insolidarias y menos empáticas de Latinoamérica”.

¿Está aburrido? ¿Los días se han vuelto muy largos? ¿No sabe en qué día vive? ¿Ya lanzó su tuit para quejarse de algo? ¿Tiene insomnio, se quejó la ley seca? ¿No se puede concentrar en sus actividades cotidianas? No desespere, tarde o temprano regresaremos a la “normalidad”. Mientras eso ocurre, miles de personas vigilan y limpian nuestra megalópolis, nuestro monstruo. En el zócalo, junto a los letreros amarillos que advierten de las zonas de alto contagio, los policías vigilan, no se mueven un centímetro de su zona asignada. Observan, esperan instrucciones y su relevo.

Y otros miles, nos llevan la comida a domicilio, nos atienden en las farmacias, nos dan consulta médica y odontológica. En uno de esos consultorios una maestra de bachillerato hace fila, tiene tos y dolores de cabeza. El médico que la atenderá tiene careta, bata, guantes de protección. El paciente anterior a ella tiene coronavirus. El miedo aumenta, pero el médico sigue en la primera línea de defensa. No va a rendirse, no va a cerrar.

Claudia Alarcón, Maestra en Filosofía de la Ciencia, UNAM:

“En otra dimensión, pero también en una condición vulnerable están las personas que en las ciudades más activas del país se han visto obligadas a realizar empleos precarios para garantizarles condiciones de bienestar a quienes sí pueden quedarse en casa sin necesidad de poner en riesgo la salud o la vida. A estos se les une la población cuyo sustento económico depende de una estructura económica informal en las que las transacciones mercantiles son definidas por la realidad inmediata y cotidiana. Tres grupos que conforman la población de mayor riesgo de contagio, y quizá, la que menos se queja o se reprocha el no poder hacer una vida normal porque la normalidad para muchos de ellos consiste en vivir en un estado permanente de riesgo”