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Las juventudes, cruciales en la transformación y flexibilización de instituciones

Instituciones tradicionalmente hegemónicas como el matrimonio y la familia están en un proceso de transformación y flexibilización debido a cómo se relacionan con ellas los jóvenes y, sobre todo, por la heterogeneidad de las llamadas juventudes, las cuáles han llevado a replantear aspectos conservaduristas que parecían inamovibles hasta hace poco, explicó Andrea Kenya Sánchez Zepeda, académica de la Escuela Nacional de Trabajo Social (ENTS) de la UNAM.

Ello se aprecia en la cada vez mayor aceptación de parejas del mismo sexo, familias monoparentales o con padres gays, sujetos transgénero o incluso aquellos de religiosidad exacerbada. “Ello es parte del amplio abanico de la diversidad”, indicó la profesora.

“Las últimas ediciones de la Encuesta nacional sobre discriminación en México (documento elaborado por el Conapred) muestran que mientras menos edad tenga un individuo suele ser más tolerante, lo que debe verse con optimismo pues coloca a estas generaciones en un punto de partida diferente al de sus predecesoras”, dijo.

Sobre el último aspecto, la especialista sugirió que, a diferencia de hace décadas, a los jóvenes de hoy ya no les toca cuestionar el significado de la familia y el matrimonio, sino analizar y reflexionar sobre sus implicaciones, lo que les da una capacidad de incidencia muy diferente.

“Por ello se comienzan a observar ciertas transformaciones en el renglón, pues tanto juventudes como instituciones se reflectan, es decir, hay una mediación entre ambos. Esto puede resultar en la concreción de cierto estilo de vida o en el surgimiento o recrudecimiento de formas de ser. Estamos en una etapa de transición que hace imposible vaticinar algo; lo que sí es evidente es que dichos procesos afectan los modelos hegemónicos que nos han regido”, subrayó.

Para Sánchez Zepeda, un error común es querer agrupar a todo un sector etario bajo una definición generalizadora, como la de jóvenes, pues pese a la cercanía cronológica de sus nacimientos, este colectivo se compone de individuos con características y formas de pensar diferentes, los cuales construyen su subjetividad a partir de relaciones particulares con su espacio, territorio, deseos y proyectos de vida, por lo que es preferible referirse a ellos como juventudes.

“En lo que sí coinciden estas personas es en una búsqueda de identidad como estrategia para afrontar el adultocentrismo —modelo hegemónico que adjudica, por decreto, más experiencia, madurez y autoridad a alguien sólo por ser mayor—, lo que hace que los menores de 30 años, a fin de descubrir quiénes son y qué quieren, construyan urbanidades y formas de ser a través de circunstancias complejas.

Por ello, la experta reconoció como relevante la reforma constitucional de 2011 sobre derechos humanos, pues además de aportar un piso jurídico, visibiliza la diversidad en cualquiera de sus formas y otorga garantías que ponen freno a quienes quieren imponer visiones conservadoras y tradicionalistas.

“No obstante, estamos también estamos en un proceso de transición en este aspecto, por lo que nos toca pasarle la estafeta a los jóvenes para que ellos consoliden este reconocimiento”.

Es importante dar respaldo a la diversidad ya sea a nivel de sectores poblacionales o de manifestaciones ideológicas, pues esto es un camino para reconfigurar, reconstruir o deconstruir las instituciones sociales que se han constituido como modelos hegemónicos. En ello las juventudes tienen y tendrán un papel importante”, concluyó.