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La vergüenza nos permite observar y asumir las reglas sociales

¿Qué es la vergüenza?

La vergüenza es una emoción que nos mueve a ocultar algún defecto, rasgo o acción propios que creemos que, de ser revelados, provocaría la no aceptación o rechazo de otros. Es una emoción que nos lleva a esconder nuestras fallas y errores y, a menudo, a caer en excesos de autocrítica, posiblemente para prevenir o minimizar el rechazo o la crítica destructiva de los demás.

Las críticas que tememos recibir y la vergüenza que sentimos activan el sistema de amenaza/protección; cuando somos descubiertos en aquello que nos produce vergüenza, el malestar llega a ser muy incómodo y doloroso moralmente.

Aquello que resulta motivo de vergüenza puede variar mucho en función de las normas, costumbres y creencias sociales prevalecientes en un tiempo o sociedad; depende en gran medida de la cultura y de una evaluación social previa a su manifestación. Es considerada una emoción moral, cuya expresión y experiencia se origina en función de un público o en referencia a un valor. Involucra un juicio negativo contra uno mismo, porque la conducta o característica se interpreta como desfavorable en función a los propios valores, socialmente asimilados; es decir, la persona siente desagrado ante sí misma, ya que no cumple con lo que esperaba o debería ser.

Manifestación y expresión

La vergüenza se manifiesta cuando un individuo reconoce que ha quebrantado una norma social; por ejemplo, asistir a una reunión con una vestimenta inadecuada. Ante ello, se tiende a asumir comportamientos que intentan reducir la censura social sobre el sujeto (justificar su acción).

Al sentirse expuesto o descubierto, la vergüenza puede generar respuestas corporales, como el rubor facial, de aparición instantánea, que se propaga por el rostro, cuello y orejas de modo uniforme. Otras manifestaciones físicas son que la sangre fluye más rápido, porque se dilatan los vasos sanguíneos de nuestra piel. Eso es lo que produce el enrojecimiento del rostro cuando sentimos vergüenza. El cuerpo se contrae y, si la vergüenza es muy fuerte, incluso quisiéramos desaparecer.

En el plano psicológico, se produce una valoración negativa de nosotros mismos o de nuestras acciones ante los demás: timidez, retraimiento, agobio, ansiedad e inseguridad.

Albert Bandura, psicólogo reconocido por postular la teoría del aprendizaje social, propuso que esta emoción podía ser la respuesta de un proceso de autorregulación de la personalidad que se produciría en tres pasos:
Observación de uno mismo. Contemplamos nuestro comportamiento.
Juicio. Comparamos nuestro comportamiento con el de los demás; es decir, con los estándares que conocemos y que consideramos como correctos y aceptables por los demás.
Auto respuesta. Con base en el juicio que hacemos, nos damos una respuesta, que será positiva cuando consideramos que hemos hecho la tarea mejor que los estándares. En este caso, nos sentiremos bien con nosotros mismos, sintiéndonos orgullosos y aumentando nuestra autoestima. En cambio, la respuesta será negativa si creemos que hemos desempeñado la tarea peor que lo esperado por los demás. De esta forma, se asume que la vergüenza surge cuando creemos que actuamos peor que otros ante las mismas situaciones y circunstancias. El sentimiento de estar haciendo las cosas mal nos crea inseguridad, porque buscamos constantemente la aprobación, la aceptación y la estima de las personas que nos rodean.

Diferencia entre culpa y vergüenza

La culpa es un sentimiento desagradable generado cuando la persona se percata de que ha hecho algo en contra de sus valores y, por tanto, busca la manera de enmendarlo y cambiar las acciones; así, la culpa suele tener una influencia positiva en el comportamiento. La vergüenza, por su parte, está más vinculada con ideas o conductas con efectos autodestructivos y no se enfoca hacia buscarles solución.

Cuando es excesiva, la vergüenza se asocia a una autocrítica destructiva; cuando es así, se pueden generar trastornos de ansiedad, fobia social y depresión, entre otros. Su tratamiento es complicado, porque muchas veces sus raíces están en la infancia, en las conductas vinculares. Se recomienda el tratamiento desde la perspectiva de la terapia de aceptación y compromiso, haciendo hincapié en la compasión y la autocompasión.

La vergüenza en mujeres y hombres

El aspecto o imagen corporal es uno de los principales desencadenantes de vergüenza en las mujeres, máxime si se tiene la expectativa de verse perfecta ante los demás. Socialmente, se espera que las mujeres sean bellas por naturaleza. En la sociedad actual, se les requiere con un cuerpo delgado, ideal, ser modestas, dulces, etcétera.

En el caso de los hombres, una causa frecuente de vergüenza es aparecer débiles o vulnerables ante los demás.

Autorregulación de la vergüenza

¿Cómo hacerle frente a la vergüenza? Dejar de concentrarte en qué dirán los demás y aceptarte tal y como eres, con tus virtudes y tus defectos, asumiendo que ser, pensar, sentir o actuar de forma diferente a los demás, no te hace peor, simplemente te hace eso, diferente. Hay que dejar de darle tanto valor a lo que pensarán las otras personas sobre nuestros actos.

Algunas claves para superar la vergüenza son:
Aceptarnos a nosotras o nosotros mismos.
Identificar qué situaciones nos generan vergüenza.
Creer en nosotras o nosotros mismos, mostrándonos con seguridad y convicción.
Dar pequeños pasos: exponernos gradualmente, primero en situaciones que nos ocasionan menos vergüenza.
Ser autocompasivas, amables con nosotros mismos cuando estamos sintiendo vergüenza: así es más probable que podamos actuar con empatía.
Practicar la conciencia crítica (¿Eres capaz de reflexionar sobre las ideas que te conducen a la vergüenza? ¿Son realistas? ¿Son lo que tú deseas para ti o lo que los demás demandan o requieren de ti?).
Comunicarnos asertivamente, reconociendo y compartiendo nuestra propia experiencia.
Hablar de la vergüenza, expresar nuestros sentimientos y pedir aquello que necesitamos cuando sentimos vergüenza.
Aceptar que todo el mundo siente vergüenza en algún momento.

Función
La vergüenza es un potente mecanismo de adaptación. La vergüenza nos señala qué es lo correcto y aceptable dentro del grupo social al que pertenecemos y nos permite asumir las reglas sociales como propias. Por ejemplo, en ocasiones, la perspectiva de dar nuestra opinión puede generar un sentimiento de vergüenza, cuando sabemos que el resto de las personas tiene otro pensamiento; por ejemplo, nos acabamos de mudar a una nueva comunidad de vecinos y, en una reunión, todos los residentes proponen pintar las paredes de blanco; aunque estamos en desacuerdo, como vemos que somos los únicos que pensamos diferente, no decimos nada, por vergüenza y por miedo al “qué dirán” de nosotros. En este caso, la vergüenza está funcionando como mecanismo de adaptación al grupo.

¿Cuándo pedir ayuda? ¿en qué momento se convierte en algo negativo?
Es conveniente pedir ayuda cuando esta emoción nos desborda e interfiere en nuestras actividades de la vida diaria, limitándonos, o se está transformando en algo tóxico, patológico y perjudicial. La emoción de vergüenza se puede experimentar con mucha pena, angustia, malestar y/o dolor. Cuando ocurre esto, la persona a menudo se siente perdida y siente pena y autocompasión por sí misma, porque considera que es mucho peor que los demás y se estará desvalorizando continuamente. La valoración que se hace de uno mismo en estos casos es muy negativa, porque uno se piensa indigno, defectuoso, deficiente, imperfecto o incluso peor en comparación con el resto de la sociedad.

Es mejor pedir apoyo cuando la autoestima se ve afectada, y se manifiesta ansiedad o depresión. La vergüenza es algo natural, pero si te limita en la vida diaria puede resultar patológica.

¿Cuáles son nuestras defensas ante la vergüenza tóxica? Las personas avergonzadas generalmente desarrollan estrategias de supervivencia que disminuyen su conciencia de vergüenza. Estas defensas minimizan el dolor a expensas de ignorar la realidad:
La negación. Negar las partes de nuestra vida que nos acarrean la vergüenza, borrando los problemas reales de conciencia.
Alejamiento (o evitación). Alejarse de los demás de forma temporal con la consiguiente pérdida de energía e interés.
La ira. Alejar a los demás para que no puedan ver nuestros defectos. Esto sucede cuando creemos que otros deliberadamente tratan de humillarnos y recurrimos a la ira para ello.
El perfeccionismo. Tratar de contener la vergüenza esforzándonos por no cometer errores o por hacer todo a la perfección.
La arrogancia. Actuar como si uno fuese superior a los demás o insistir en los defectos de otros.
El exhibicionismo. Exponer públicamente una conducta que preferiríamos esconder de forma exagerada.

Cuando estas defensas les funcionan para disminuir su exposición a la vergüenza, las personas que las manejan se convencen de estar bien pero, realmente, la vergüenza sigue afectándolos y seguirá disminuyendo su autoestima poco a poco.

Ejemplos
Actuar, cantar o hablar ante un grupo. “Me da vergüenza presentarme en público”.
Ante comportamientos ajenos con los que no quisiéramos que nos asocien. “No entiendo cómo X no siente vergüenza al vestirse de esa forma”.
Hacer el ridículo. “Se tropezó en medio del salón y se puso rojo de la vergüenza”.

Referencias culturales o de divulgación

https://www.guiainfantil.com/ocio/cuentos-infantiles/la-pesadilla-de-teo-cuento-corto-para-ninos-sobre-la-verguenza/

Poema de Marisa Alonso Santamaría:

No me gusta que me miren
me pongo muy colorado
y siento mucha vergüenza
cuando me siento observado.

Si me preguntan en clase
no contesto muy nervioso,
o al hablar tartamudeo,
¡piensan que soy perezoso!

Pero dice mi maestro
que yo no soy perezoso,
todo lo que me sucede
es que soy muy vergonzoso.