El duelo nos enseña a decir adiós, ya sea que se trate de familiares, relaciones sentimentales o de aquello que sientes como parte tuya, pero también es una forma de entender lo incomprensible y de acercarnos a lo no presente, explica Celeste Bejarano, quien seleccionó 17 piezas de su autoría para ser exhibidas en las instalaciones de la UNAM en San Antonio, Texas.
“Se trata de un conjunto de pinturas y esculturas con las que comencé a explorar lo relacionado con la separación y el luto a fin de sanarme tras una serie de pérdidas, un poco como terapia y otro tanto para dialogar con el público, pues el verdadero sentido del arte se manifiesta cuando, al estar frente a una obra, el espectador descubre algo de sí y de su historia, y algo cambia dentro de él”.
La exposición Duelo. Vivir la ausencia forma parte de los festejos por los 300 años de la fundación de San Antonio y los 50 del Hemisfair Park, una de las plazas más emblemáticas de esta ciudad texana y donde la UNAM tiene sus instalaciones. El cartel de la muestra está impreso en tonos plumbagos y retrata a un corazón azul y aterido en cuyo centro han comenzado a formarse cristales rosáceos, como si cualquier color cálido viniera envuelto, desde un principio, en una coraza fría, rígida y vítrea. La pieza se llama Homenaje a la tristeza.
“Me gusta este cuadro porque habla mucho de mí como artista, ya que en él mezclo técnicas como óleo, encáustica, acuarela e intervenciones con cristal. La inspiración me vino tras escuchar a un terapeuta aseverar que, pese al dolor y el sufrimiento, la existencia sigue, y eso es muy cierto. ¿Quién nos dijo que es imposible vivir con tristeza? El mundo gira con y sin nosotros, y si debemos hacer las cosas sintiéndonos tristes que así sea, hay que seguir adelante”.
Celeste tiene claro que, de no haberse dedicado al arte, hubiera estudiado Psicología, pues su curiosidad siempre la ha llevado a hurgar en las emociones. “Sin embargo, elegí este camino a los 14 años, después de que mi padre me regalara un caballete, un estuche con pinceles y un paquete de libros acerca de cómo pintar. En lo que hago mi familia es algo crucial, con sus presencias y sus ausencias”.
El arte de decir adiós
A inicios de 2016 tuvieron lugar los funerales de la abuela de Celeste Bejarano y fue ahí cuando la joven comenzó a reflexionar sobre la muerte. “Antes no gustaba de estar sola: al viajar lo hacía acompañada, no tenía espacios propios y me costaba despedirme de la gente, incluso sabiendo que las vería de nuevo en breve, pero esta pérdida, y otras que vendrían después, me hicieron cambiar”.
La obra con la que abre el recorrido lleva por nombre Retrato surrealista de mi abuela y ahí se puede ver una antigua máquina de coser Singer, de esas que incluían una mesa de roble con dos gavetas de sastre corredizas y cuya maquinaria se ponía en marcha al pisar repetidamente un pedal metálico unido a una banda de cuero.
“Se trata del objeto con el que más la recuerdo y, de manera simbólica, coloqué dos flores unidas por un hilo para representar el vínculo que aún me une a ella. Para mí el arte fue una tabla de salvación indispensable para sobrellevar ésta y otras pérdidas. Así fue como nació esta serie bautizada como Duelo. Vivir la ausencia”.
De 2016 a la fecha, Celeste se ha dedicado a crear diferentes propuestas a fin de acompañar su proceso de sanación y de ahí que cada una sea tan diferente y exhiba diferentes aspectos del dolor, la melancolía y la aceptación de lo irreversible e inevitable.
“Otro aspecto que revelan estas piezas es que al fin aprendí a decir adiós, tanto a personas como a momentos. De hecho, desarrollé cierto desapego por mi obra; antes me costaba despedirme de una escultura a la que había dedicado años y hoy puedo dejarla ir y murmurarle ‘gracias por lo que me diste, ya no me perteneces. De alguna manera esta muestra retrata muchos de los cambios en mí”.
En busca de la libertad
Para Celeste, la obra más significativa de Duelo es la escultura de un cuerpo humano a escala natural llamada La cuchara, y no por la dificultad técnica de su manufactura, sino porque encarna su estado de ánimo al verse confrontada con la muerte de alguien querido.
“Todo empezó cuando mi terapeuta me pidió visualizar mis sentimientos y describirlos cual si se tratara de una imagen. Le expliqué que sentía como si alguien hubiera tomado una gran cuchara, la hubiera hendido en mi torso y se hubiera llevado casi todo, empezando en la garganta y terminando en las entrañas”.
Con este concepto en mente, la joven creó —con resina y acero— la escultura de una mujer apoyada en un asiento y doblegada por la derrota a tal grado que su languidez la hace derretirse en gotas gordas, negras y espesas, como haría la cera frente a la flama.
“Para mí se trata del momento de dolor máximo, en el que apenas y puedes respirar; sin embargo, se trata de un trance necesario, pues el duelo consta de diversas fases. Según yo, esto se parece mucho a un trampolín en el que rebotas y a veces pareces avanzar y en ocasiones retroceder, pero eso sí, nunca caes en el mismo lugar”.
A sus 27 años, Celeste Bejarano suma ya siete exposiciones individuales y más de 10 colectivas, pero para ella ésta es la más introspectiva y personal. “Aquí reflejo parte de mi vida y lo mucho que he cambiado desde 2016. Hablo de mi pasado, pero también de cómo será mi futuro pues, aunque pesa y es difícil deshacerse de él, después del duelo sólo puede seguir una cosa y eso es la libertad”.
La muestra Duelo. Vivir la ausencia estará hasta el 31 de agosto en la galería del plantel de la UNAM en San Antonio Texas, con domicilio en el 600 Hemisfair Plaza Way.