La UNAM me crió, me presentó al arte y a la ciencia, me mostró lo hermosa y amplia que es la vida, y me dijo que para disfrutarla debo recorrer la infinita senda del conocimiento. La UNAM es mi hogar, mi refugio, mi madre. Por eso mi alma llora cuando lastiman, violan y asesinan a mi raza en su seno.
El miércoles 5 de septiembre todos los hijos se unieron para levantar a la madre usando como arma lo que ella nos ha enseñado, que nuestras ideas, siempre críticas, razonadas e informadas, pueden cambiar el mundo.
Como buena madre, la UNAM contó historias a sus niños, nos decía: “es importante conocerlas para no repetirlas”. Y así durante la marcha estuvo la memoria del dolor, la violencia, el miedo y la muerte, pero su recuerdo no nos hizo desistir, lo abrazamos y aprendimos de él. Tomamos muchas medidas de seguridad para que no entrara nadie ajeno a la camada. Escribimos nuestros nombres y teléfonos en nuestros brazos y enlazamos nuestras manos entre hermanos para evitar que la señora de las sombras las tomara primero.
Madre estaba herida, la enfermedad la había invadido y sus 30 mil cachorros le cantaron al oído: “Cielito lindo, luchando se arreglan los corazones”.
[envira-gallery id=»47527″]*Estudiante de la Preparatoria 2 de la UNAM