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La contaminación acústica daña severamente a la vida silvestre

La contaminación acústica o sonora es el exceso de sonido que altera las condiciones normales del ambiente en una determinada zona. Si bien el ruido no se acumula, traslada o perdura en el tiempo como los otros tipos de contaminación, también puede causar grandes daños en la calidad de vida.

El ruido afecta la salud y causa tanto sordera como enfermedades crónico-degenerativas (cardíacas, cáncer, afecciones respiratorias y diabetes, entre otras), expuso Santiago Jesús Pérez Ruiz, investigador del Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico (CCADET).

Pero los seres humanos no son los únicos afectados. Esta contaminación sónica tiene la capacidad de alterar el entorno acústico de los hábitats acuáticos y terrestres, lo que puede tener un efecto dramático en los animales que viven en ellos.

Esta contaminación ambiental, como todas, son subproductos de la urbanización, transporte y la industria, características del desarrollo humano y su creciente población.

El ruido antropogénico tiene el potencial de causar estrés, distraer y enmascarar sonidos importantes y, por lo tanto, afectar el comportamiento de los animales.

La evidencia generada a partir de varios estudios es considerable, particularmente entre las aves cantoras y en los mamíferos marinos, que dependen en gran medida de la comunicación sonora y vocal.

Por ejemplo, se ha demostrado que el ruido de los barcos puede afectar el comportamiento vocal y producir estrés fisiológico en los cetáceos (ballenas, delfines y marsopas).

En 2002 maniobras militares realizadas cerca de las islas Canarias estaban provocando el varamiento de ballenas, a las que el ruido del sonar (Sound Navigation and Raging, por sus siglas en inglés) asustaba y obligaba a huir a tal velocidad hacia las profundidades que sufrían una descompresión que les daña internamente y las desorienta

Pero los impactos del tráfico marítimo no se limitan solo a los mamíferos marinos, sino que también se documentan efectos negativos considerables en peces e invertebrados marinos y de agua dulce, donde el ruido enmascara el ruido ambiental y los limita a responder ante un depredador, así como de encontrar presas. Es decir, el ruido tiene el potencial de aumentar los riesgos de inanición y depredación.

En los hábitats terrestres, se ha demostrado que la diversidad y abundancia de aves disminuye alrededor de las ciudades y las carreteras.

En un intento de adaptación, varias especies han demostrado ajustes en su comportamiento, por ejemplo aumentar la frecuencia de sus llamadas para reducir el enmascaramiento acústico que produce el ruido urbano predominantemente. Otros, ajustan el tiempo de su canto para que coincida con los períodos más tranquilos de la ciudad.

Los perros de las praderas, que comúnmente viven en hábitats cerca de áreas urbanas, redujeron significativamente su alimentación y aumentaron su comportamiento de vigilancia cuando se les expuso al ruido de la carretera. Tales cambios en el comportamiento podrían tener un impacto en la salud de la población a largo plazo, particularmente en combinación con otros factores estresantes, como las enfermedades y la pérdida de hábitat.

También se ha demostrado que el ruido de la carretera perjudica la eficiencia de alimentación de los murciélagos y altera la comunicación vocal en ranas e invertebrados.

Las ciudades ostentan imponentes estructuras y edificaciones, pero también conserva bosques, barrancas, parques, zonas agrícolas, áreas verdes y jardines, donde se alojan numerosas especies silvestres que encuentran recursos para alimentarse, protegerse y reproducirse: recursos para vivir.

La Ciudad de México es la octava ciudad más ruidosa del mundo, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). El ruido generado en casa habitación o vía pública es una infracción contra la tranquilidad de las personas prevista en el Artículo 24, fracción III, de la Ley de Cultura Cívica de Ciudad de México y puede denunciarse ante el juez cívico o la Secretaría de Seguridad Pública de la CDMX. Las sanciones van de 11 a 20 días de salario mínimo o arresto de 13 a 24 horas, pero generalmente no se sancionan, pues la operatividad de la policía les permite solo advertir y solicitar que los infractores bajen el volumen.

Se espera que el desarrollo, la urbanización y el crecimiento de la población humana continuará en el futuro. Por lo tanto, debemos garantizar un esfuerzo de colaboración entre los científicos, la industria, entes gubernamentales y la participación ciudadana, a fin de proteger los paisajes sonoros naturales donde sea posible, y a la par, promover nuevas tecnologías y enfoques que mitiguen los efectos del ruido.

Referencias:

-“Estos son los efectos perjudiciales de la contaminación sónica en la vida silvestre“. Tekcrispy

-“Indefensos ante el ruido: no hay una ley clara, solo medidas conciliatorias“. Animal Político.

-“Ruido antropogénico submarino daña ecosistemas y especies del océano“. SEMARNAT