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La Carrera de la Tortilla

[vc_row][vc_column][vc_gallery interval=”3″ images=”70725,70726,70727″ img_size=”large”][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][vc_column_text]El domingo, como todos los días en Santa María Coapan, inicia desde temprano la rutina, aunque a veces abrumadora, es para crear alimentos y bebidas tradicionales que se obtienen del maíz: Ir en la madrugada al molino para obtener la masa, que fue remojada 6 horas antes para crear el Atole de Granillo y poder venderlo puerta por puerta nos cuenta Tere, que da el servicio de molienda a las mujeres de su pueblo, en el ya famoso molino Gertrudis.

Pero Coapan no solo se distingue por su atole, si no por las delgadas y finas tortillas que se elaboran en el pueblo y se venden en Tehuacán (Puebla)  y en comunidades alrededor, que valoran las tortillas de las coapeñitas, como cariñosamente se les conocen a las mujeres de todas las edades que corren 5 km  cada año, para celebrar a su patrona La Asunción de María, y para defender al maíz y a su tradición, como le llaman a la Carrera de la Tortilla, que este año se celebró la 27ª edición.

La organización de la Carrera es un gran reto año con año:  buscar patrocinadores, difundir la convocatoria, organizar la llegada de las corredoras, marcar la ruta, buscar a las y los voluntarios, solicitar el servicio médico, atender a los invitados, y, sobre todo, cuidar que las reglas de la carrera conserven y difundan la tradición más importante de la Capital de la Tortilla.

Un día antes las corredoras recogen sus números, con identificación oficial las mujeres mayores de edad demuestran que son originarias del pueblo y las niñas que van de los 4 a los 17 años, con su acta de nacimiento, porque ahí todas las mujeres pueden correr, pero lo más importante es que entre todas conservemos la tradición, todas nos aplaudimos al llegar, porque el maíz es nuestro y nosotras somos del maíz.

El domingo de la Carrera de la Tortilla es todo un rito. Preparar tu traje tradicional, la blusa, la falda y el medio mandil, los listones de las trenzas y los huaraches de piel, o descalza, cada corredora decide como hacerlo. Desde temprano ir al molino a traer la masa, hacer las tortillas para cargarlas en el rebozo y correr con ellas toda la carrera. Las más pequeñas, de 4 a 6 años cargan un kilo, las más fuertes, de 19 a 39 años seis kilos de tortilla recién elaborada.

Ya con el traje tradicional puesto, asiste cada corredora a la Presidencia Auxiliar al pesaje de su tenate con la tortilla correspondiente, si le faltan kilos ahí la apoyan para completar, si le sobran, aunque sea 100 gramos, le avisan a la corredora para que ella decida si lo quita o lo deja.

Ya listas, las mujeres son llevadas a Tehuacán para salir de las calles del centro. Se siente la adrenalina, las más jóvenes ríen y se emocionan, las más grandes, las de más de 50 años, se abrazan, se toman de las manos, porque después de 15 años de correr con sus tortillas en la espalda, lo que importa es que las jóvenes lo sigan haciendo, que no se pierda la tradición. Como la Señora María del Carmen de 64 años, que corre al lado de su nieta Josamary de solamente 8 años.

Salen las corredoras, es una emoción increíble, las más jóvenes rápidamente toman la delantera, porque ellas no solo quieren el premio, lo necesitan, porque cada vez la vida es más cara, un comal, un costal de maíz, tenates, libros, son premios que te hacen la vida más tolerable.

La primera corredora llega a los 23 minutos, pero aunque parezca inverosímil, eso no es lo más significativo, lo importante es correr por el maíz, por la tradición, por el pueblo, por el trabajo que cada vez es más difícil, la piel se me eriza cuando llega doña Mari de 75 años, haciendo un esfuerzo extraordinario por atravesar la meta, pero no viene sola, la acompañan su hijo y sus nietos, ella lo hace por el pueblo, me comenta su hijo que trae en la mano una bebida hidratante para que su mamá la tome en el camino.

Mientras realizo entrevistas, Karina, una corredora de solo 5 años, me dice que en esta edición si espera ganar, porque quiere una bicicleta, su mamá Alejandra me cuenta que cada año su hija se emociona este día, ¿Y tú no corres?, le pregunta a la joven madre ¡Claro! Solo que si yo corro ¿Quién cuida a la niña mientras participo? Me toca enseñarle la tradición.  No existen palabras para corresponder a tan contundente tarea, me toca sonreírle y desearle toda la suerte, pero antes de irme le pregunto a la pequeña corredora: ¿Y te gusta hacer tortillas?  Y ella me responde, ¿y a quién no le gusta?

Conservar las tradiciones y fiestas donde se valorice el papel de las mujeres en el ámbito social, cultural y económico de las regiones indígenas, es una tarea que corresponde a todas las ordenes de gobierno, a la sociedad y a cada uno de los que participan en tan importantes eventos. Porque al difundir el pluriverso de los pueblos de México, protegemos la diferencia que nos permite vivir de distinta manera, pero con los mismos derechos.

[1] Directora de Cultura Alimentaria, en la Dirección General de Culturas Populares, Indígenas y Urbanas de La Secretaría de Cultura
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