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Hemos puesto el feminismo en boca de todo el país

I

No me cuidan, me violan

El 12 de agosto del presente año hubo una protesta organizada por feministas enfrente del Búnker en la Ciudad de México (CDMX) que dejó unos cuantos vidrios rotos y una “brillantinada rosa” en Jesús Orta, el secretario de Seguridad.

La manifestación se suscitó particularmente por algunos casos recientes de violaciones perpetradas por elementos policiales, entre ellos, el caso de una menor que denunció ser violada por cuatro policías evidenciando no sólo un delito recurrente, sino las acciones deliberadamente ineficientes y omisas del gobierno mexicano.

La Procuraduría General de Justicia (PGJ) filtró información confidencial de la menor, el Ministerio Público no aplicó los protocolos adecuados y “perdió pruebas”, y en general, mostró que no atienden con perspectiva de género. Ante estos hechos, la narrativa gubernamental se enfocó más en criminalizar la protesta, en lugar de dar una respuesta favorable a las víctimas.

II

Exigir justicia no es provocación

Ante dicha coyuntura, feministas en todo el país nos organizamos como siempre lo hemos hecho. Hartas de esta situación y de esta lamentable realidad, el 16 de agosto se llevó a cabo una manifestación que tuvo una atención mediática no sólo nacional, sino internacional. Miles de mujeres salimos a las calles a alzar la voz en contra de la violencia que vivimos cotidianamente.

La Ciudad de México (CDMX) fue el foco principal en los medios de comunicación porque destruimos la estación del Metrobús Insurgentes, rayamos la Ángela de la Independencia y quemamos la estación policiaca en la calle de Florencia.

Hablo en plural a partir de la “nosotredad” porque fuimos TODAS. La reivindicación de nuestra dignidad humana es una causa que tenemos todas. No hay ni una sola mujer en México que esté exenta de haber vivido algún tipo de acoso, abuso o violencia por el sólo hecho de ser mujer. Todas las que estuvimos en esa manifestación compartimos la rabia e indignación ante los feminicidios, violaciones, desapariciones, entre otros actos, en contra de nuestras vidas, de nuestros cuerpos y de nuestros derechos.

Posteriormente, la criminalización en contra de las manifestantes —y del feminismo en general— se agudizó. El acoso y la violencia digital en contra de las feministas y de quienes apoyaron la manifestación se desbordó en las redes sociales. Por una parte, hubo una oleada de insultos como “feminazis” y amenazas de violaciones y asesinatos; cabe mencionar que, incluso, un grupo de hombres convocó a una marcha para golpear “a morir” a feministas.

Por otro lado, las narrativas gubernamentales y de los medios de comunicación se centraron, nuevamente, en deslegitimar la manifestación enfocándose en el “vandalismo” y la “violencia cometida por las manifestantes”, sin prestar atención en lo verdaderamente alarmante: la situación de violencia que vivimos nosotras las mujeres.

Sin embargo, a partir de la fuerza que unió a los diversos feminismos el viernes 16, seguimos repitiendo ante el mundo: exigir justicia no es provocación. Cualquier persona con un mínimo de empatía debería solidarizarse con el dolor de una madre quien pierde a una hija a manos de un feminicida, de quien acompaña a una hermana a denunciar una violación, de quien busca a una amiga desaparecida.

Ni un vidrio, ni un edificio, ni un monumento vale más que nuestras vidas. Estas manifestaciones son otra prueba de que somos nosotras las mujeres quienes nos cuidamos entre nosotras. Poner el cuerpo y protestar de esa manera no sólo es disruptivo, sino un acto de amor. Si tocan a una, respondemos todas.

Mujeres en todo México se unieron a este llamado de emergencia, entendiendo que necesitamos luchar juntas para sobrevivir. Ya no tendrán la comodidad de nuestro silencio. Este grito es por todas: las que ya no están, las que seguimos, y por las que vendrán.

Y fue así, como ha comenzado un nuevo proceso de incidencia en el tema para erradicar la violencia de género cometida contra las mujeres.

III

América Latina será toda feminista

El gobierno respondió. Dos días después de la manifestación del viernes 16 de agosto, la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, convocó a varias feministas, en su mayoría jóvenes, para dialogar.

Llegamos sin saber realmente qué esperar, pero con puntos específicos que denunciamos y exigimos de manera colectiva. Entre ellos: reuniones abiertas e inclusivas en donde haya mayor representatividad y pluralidad de voces; que no haya persecución de las compañeras involucradas en las manifestaciones; el seguimiento y la integración de procesos transparentes sobre los casos no resueltos de acoso, abuso, violaciones, trata de personas, feminicidios y demás denuncias de violencia de género; la exigencia de una narrativa por parte del gobierno acorde a la realidad que se vive en el país sobre la violencia feminicida, machista y patriarcal, libre de revictimización y criminalización al movimiento feminista; solución y carpeta de investigación ante el atropello de derechos humanos por parte de la PGJ al filtrar información confidencial de la menor que denunció ser violada por policías; separación del cargo de servidores públicos con denuncias de acoso y abuso sexual, y la capacitación y sensibilización con perspectiva de género a las instituciones gubernamentales, sobre todo, en Ministerios Públicos y a elementos de Seguridad Ciudadana.

La Jefa de Gobierno, junto con las demás funcionarias, escucharon respetuosa y atentamente y, desde mi perspectiva, mostraron empatía y disposición para trabajar conjuntamente. Minutos después de la reunión, la doctora Sheinbaum declaró que no habrá carpetas de investigación en contra de las manifestantes y días después publicó que no se tolerarán las amenazas, el acoso y los ataques cibernéticos a las mujeres de la CDMX que luchan contra la violencia de género. Hasta la fecha, se siguen organizando y llevando a cabo varias reuniones, asambleas, foros y mesas de trabajo para seguir abordando estas problemáticas.

Con o sin el gobierno, las feministas seguiremos alzando la voz y trabajando por una sociedad más justa y menos violenta. Tenemos la esperanza de que un día caminaremos sin miedo por las calles de este país.

 

*Joven feminista, activista por los Derechos Humanos, coordinadora de proyectos y estados en la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos en México (ddeser), licenciada en Pedagogía por la UNAM, estudiante de la Maestría en Derechos Humanos de la CNDH.