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Golem, un robot que evoluciona

Si los robots evolucionaran al estilo darwiniano, Golem sería un ejemplo de esto, pues a 14 años de su nacimiento, no sólo ha aumentado de tamaño, sino que ha aprendido a charlar, ha desarrollado brazos, es capaz de gesticular para emular emociones, reconoce rostros y ha comenzado a adaptarse a situaciones imprevistas en vez de sólo seguir órdenes como hacen este equipo de máquinas.

La primera versión de este autómata creado en el Instituto de Investigaciones en Matemáticas Aplicadas y en Sistemas (IIMAS) por el doctor Luis Pineda y su equipo, comenzó a gestarse en 1998 y vio la luz en 2002. Era parecido a una aspiradora y para 2007 era capaz de servir como guía de museo, pues mediante un motor que accionaba las pequeñas ruedas de su base, se desplazaba por galerías, se colocaba delante de diversos carteles y explicaba su contenido.

Golem forma parte del proyecto DIME (siglas de Diálogos Inteligentes Multimodales en Español), en el que confluyen expertos de diversas disciplinas para lograr algo que para muchos pertenecía sólo a los relatos de ciencia ficción: hacer que un robot interactúe con un humano en vez de sólo limitarse a acatar órdenes.

Enseñarle nuevos trucos a una máquina

De servir como guía en el Universum, Golem pasó a ser la estrella de una de las exposiciones de ese museo cuando el grupo de Pineda dio un gran saltó y en 2010 le enseñó algo que no se había hecho hasta la fecha en el mundo hispanohablante: enseñarle a jugar cartas con niños.

Para ello, los universitarios le dieron al robot la capacidad de hacer inferencias y con base en una serie de preguntas adivinar la carta de su oponente, aunque el verdadero reto fue hacer que el robot fuera capaz de entender las voces infantiles.

“Para lograrlo hicimos que 100 pequeños grabaran cinco mil frases a fin de que Golem aguzara su oído. Lo demás ya fue más sencillo”, expuso en su momento Luis Pineda.

¿Cómo piensa un robot?

 Para el doctor Iván Vladimir Meza Ruiz, uno de los colaboradores de Pineda, la clave para el avance acelerado que ha mostrado Golem en los últimos años radica en formularse la misma pregunta cada vez que quieren que el autómata haga algo nuevo: ¿cómo piensa un robot?

La clave es intentar ponerse en sus zapatos —si los tuviera— e intentar resolver el problema planteado a través de sus puntos fuertes y limitaciones. “Ello nos ha mostrado escenarios muy interesantes y que de otra forma se nos hubieran antojado impensables, como el percatarnos que es más fácil hacer que esta máquina reconozca rostros a que sepa si una puerta está abierta o cerrada”, expuso.

Bajo este precepto, Golem ha evolucionado y aprendido a hacer compras en un supermercado, preparar un desayuno sencillo, servir como mesero de restaurante e incluso hasta identificar a un sujeto concreto entre una multitud.

Para ello, también ha evolucionado físicamente y ha dejado de ser la pequeña máquina parecida a una lavadora y ahora es una estructura humanoide con ojos, que se desplaza mediante ruedas de oruga y a últimas fechas tiene brazos que operan de manera similar a los humanos, gracias al diseño del ingeniero Hernando Ortega.

En uno de sus textos más famosos, Philip K. Dick se preguntaba si ¿sueñan los androides con ovejas eléctricas? Eso no lo sabemos, responde el doctor Meza, pero en el caso de Golem podemos imaginar cómo pensaría un robot, aplicar nuestras intuiciones y así ayudarlo a  evolucionar.