Participó un equipo multidisciplinario en el que colaboraron profesionales de diversas áreas, como fisioterapeutas, psicólogos, médicos y nutriólogos
El 24 de febrero del 2022, Sergey (25 años) laboraba como electricista en una mina de Ucrania, Ese día él y sus compañeros no escucharon, como en otras jornadas, el movimiento de la maquinaria o sus voces a través de los túneles. Las expectativas de esa mañana no estaban puestas en la producción de minerales, sino a kilómetros de distancia, en la frontera, donde el gobierno de Rusia había comenzado la invasión.
Sergey no dudó y se unió, como muchos otros ucranianos, al ejército de defensa, el cual –hasta febrero del 2025, según el presidente Volodmyr Zelensky– tenía 800 mil combatientes. La Organización de las Naciones Unidas señala que en tres años la guerra ha generado en Ucrania la muerte de 12 mil 600 civiles y más de 29 mil heridos, incluyendo 2 mil 400 niños. Además, “el 10 % de las viviendas han sido dañadas o destruidas, dejando al menos a dos millones de familias sin un refugio adecuado”.
Durante los siguientes meses, Sergey participó en diversas acciones militares junto a sus compatriotas en el frente. Para el 11 de noviembre de ese año, se encontraba en Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania y una de sus demarcaciones industriales, culturales y educativas de mayor relevancia antes de la guerra gracias al millón y medio de personas que la habitaban. Fue ahí que la vida de Sergey se transformó. “Mientras cumplía una tarea militar, una mina antipersonal explotó”, narra el joven soldado en una llamada vía Zoom.
Uno de los países europeos con mayores reservas minerales y entre los 10 principales proveedores del recurso en el mundo (aporta cerca del 5 % del total global, según datos del Foro Económico Mundial), por lo que una fracción muy dinámica de la economía de ese país dependía de su producción minera, al contribuir con el 6.4 % del Producto Interno Bruto, de acuerdo con portal de estadística para datos del mercado Statista, y por ello uno de los polos de empleo más relevantes del país.
El movimiento se dio tras años de especulaciones y maniobras militares en la zona de Donbás, donde fuerzas prorrusas y ucranianas habían cruzado fuego anteriormente. El despliegue de 150 mil soldados rusos dejó claro que la ocupación era ahora oficial y no una “operación especial” como buscó defender la avanzada Vladimir Putin entre sus compatriotas.
La lesión
Luisa Alejandra Santos Borráez, académica de la Escuela Nacional de Estudios Superiores (ENES), campus Juriquilla de la UNAM, describió así las lesiones: “El afectado sufrió una amputación parcial, también conocida como amputación parcial de tipo Chopart, luego de haber pisado una mina terrestre que le ocasionó perder gran parte del pie, lo único que conservó fue su talón”.
El Comité Internacional de la Cruz Roja (ICRC, por sus siglas en inglés) define a las minas antipersonales como aquellas que “están diseñadas para matar o provocar heridas graves cuando son activadas por una persona; es decir, que son inherentemente activadas por sus víctimas. Es difícil verlas, dado que por lo general están enterradas o camufladas en el suelo”.
“Algunas, como las minas explosivas, detonan directamente bajo los pies, lo que genera lesiones graves en los miembros inferiores; otras, como las minas de fragmentación, proyectan trozos metálicos sobre una superficie más amplia y causan lesiones en muchas personas. Por estas características, son fáciles de activar y no hay distinción entre combatientes y civiles”, añadió el ICRC.
Inicialmente, Sergey recibió atención médica en su país. “Primero cirugía y luego rehabilitación en un hospital privado pagado por el gobierno ucraniano”, recordó el soldado. Heridas como la suya, dijo Santos Borráez, representan un reto para los protesistas, por el espacio reducido con el que se cuenta para la protetización.
Como parte de la atención hospitalaria, Sergey recibió dos prótesis de un material similar a la resina, rememora el joven minero. Cuando una de éstas se rompió, Sergey ingresó a un programa de vinculación promovido por el gobierno de su país que, a través de organizaciones no gubernamentales, busca mejorar el día con día de los veteranos y aquellos afectados por el combate.
Fue de esta manera que la Sociedad Civil Ucraniana en México, con apoyo de la Embajada de Ucrania en nuestro país y el Ministerio de Salud ucraniano (instancias que han realizado labores de vinculación entre ambos países en distintos ámbitos; siendo uno de ellos, el posible proceso de rehabilitación y protetización de ucranianos que han perdido extremidades por la guerra), hicieron de puente entre Sergey y un grupo de especialistas de la ENES Juriquilla, quienes podían auxiliarlo no sólo a nivel físico, sino también mental.
Rehabilitación
El equipo multidisciplinario de dicha entidad universitaria fue comandado por Luisa Alejandra Santos Borráez, y contó con la participación de la académica Nora Ramírez, de la licenciatura de Nutrición, con la estudiante Aleida Cisneros de la misma área, los estudiantes Adrián Pastrana y Andrea Peña de la licenciatura en Órtesis y Prótesis, y los alumnos Daniel Rodríguez y Andrea Torres, de Fisioterapia.
Uno de los primeros retos a los que se enfrentaron, tanto Sergey como el equipo de Juriquilla, fue el idioma y la distancia. Para resolver el primero se apoyaron en voluntarios traductores y de aplicaciones de traducción, para entablar una comunicación más precisa con el paciente. Y, en cuanto al segundo, echaron mano en las primeras etapas de videoconferencias hasta que el paciente pudo hacer el viaje a México.
“El joven llegó procedente de Ucrania en noviembre de 2024, con una prótesis que no se adaptaba a sus medidas, ya que él había bajado de peso y ésta era de un tamaño más grande de lo que requería; por tanto, le impedía hacer sus actividades diarias de manera adecuada”, acotó Santos Borráez.
“El procedimiento inició con una valoración multidisciplinaria por parte de especialistas de medicina, fisioterapia, nutrición y del área de órtesis y prótesis, quienes determinaron el tratamiento integral del paciente, incluyendo el tipo de prótesis que se ajustara a las necesidades, expectativas y nivel de actividad del paciente”, relató la especialista, porque, desafortunadamente, no todas las víctimas de la guerra son candidatos a procesos de protetización a corto, mediano o incluso a largo plazo.
Y agregó: “también fue valorado por el área de nutrición, ya que presentaba bajo peso, y por los fisioterapeutas, quienes le aplicaron un tratamiento para el fortalecimiento muscular y la mejora de su equilibrio”.
Santos Borráez indicó que después de dichos tratamientos, se concluyó que el paciente tenía las condiciones adecuadas para el proceso y se inició el desarrollo de una prótesis de prueba.
“Primero se le tomaron medidas para elaborar sus moldes, sobre eso se hace el proceso de termoformado que involucra diversos ajustes hasta tener el socket (cuenca donde se aloja el muñón del paciente) definitivo. El joven ucraniano utilizó esta prótesis de prueba un mes y una vez que se hizo la alineación, la adaptación y el paciente se sintió cómodo, se desarrolló la definitiva. Todo el procedimiento tuvo una duración de cuatro meses”.
La docente enfatizó que “el tipo de prótesis que se le hizo fue en fibra de carbono con un apoyo en la parte anterior, en la parte de la tibia”.

Este acercamiento multidisciplinario fue una de las razones por las que la ONG y las autoridades ucranianas decidieron ponerse en contacto con la UNAM, aunque tienen convenios con otros países, como Canadá, Alemania y Japón, esta alianza con México, forjada a través de la sociedad civil y voluntarios ucranianos, ofrecía una rehabilitación no sólo física, sino también complementada con actividades culturales, lúdicas para sanación psicológica y emocional.
Nuevo comienzo
Santos Borráez precisó que el paciente ya fue dado de alta y actualmente se encuentra en Ucrania con su familia, y con esta nueva prótesis puede hacer diferentes actividades como correr, agacharse, subir y bajar escaleras, rampas y caminar en diferentes terrenos.
Con la nueva extremidad el joven ucraniano también mejoró su equilibrio, ya que anteriormente se le dificultaba el apoyo monopodal. Y, como él mismo lo confirma, ahora puede caminar sin ayuda: “Me gustó el trabajo. Están cuidándome mucho, corriendo, siempre haciendo algo, tratando de ajustar las cosas, ayudando”.
“La tecnología que ofrece la UNAM es muy completa en el área de Órtesis y Prótesis, principalmente porque contamos con especialistas y también con tecnologías de vanguardia como los escáneres o robots, que nos permiten hacer los procesos de forma más rápida y de manera más precisa”, subrayó Luisa Alejandra Santos Borráez.
La universitaria comentó que el área de fisioterapia cuenta con diversos equipos que ayudan a fortalecer los músculos y el equilibrio de los pacientes, todo esto hace que el tratamiento sea integral y permite una mejor rehabilitación del paciente.
Agregó: “Este caso tuvo éxito gracias a que el afectado fue atendido por un grupo multidisciplinario de profesionales y de alumnos quienes son el pilar de la UNAM, y, a su vez, estas experiencias, supervisadas por profesionales, les dan a los estudiantes la oportunidad de reforzar su conocimiento por medio de la atención de casos reales de pacientes que requieren una prótesis”.
Por último, refirió que se evalúa la posibilidad de extender esta atención en los próximos meses a otras personas con situaciones similares, para fortalecer los vínculos de colaboración internacional y reafirmar los valores esenciales de la UNAM, como la solidaridad y el compromiso con la mejora de la calidad de vida de los pacientes. Sobre la experiencia en general, Sergey aseguró que de México disfrutó del “calorcito” y espera que en un futuro más personas de su país puedan ser auxiliadas, más si han estado en combate: “Muchísimos ucranianos en este instante necesitan ayuda”.