• En el planeta hay más de 275 mil glaciares que cubren una superficie de 700 mil kilómetros y contienen el 70 por ciento del agua dulce del mundo, según datos de la ONU
• En México están prácticamente extintos y ello nos obliga a afrontar los retos de esta nueva realidad climática, añade Hugo Delgado Granados, del Instituto de Geofísica de la UNAM
Los glaciares son masas de hielo en las partes altas de ciertas montañas o en largas extensiones de tierra como Groenlandia o la Antártida. Cada vez es mayor la preocupación mundial debido a que se están derritiendo a ritmos alarmantes a causa del cambio climático y la actividad humana.
Así ocurrió en 2018 con el glaciar Ayoloco, el cual estaba a más de cuatro mil 600 metros de altura sobre el nivel del mar, en una de las cumbres más altas de nuestro país, el Iztaccíhuatl, y que era visible desde el Valle de México. De aquel emblemático cuerpo de hielo hoy extinto sólo queda una placa metálica como evidencia de que, alguna vez, ahí estuvo.
A decir de Hugo Delgado Granados, del Instituto de Geofísica de la UNAM, este proceso de desaparición se debe a un desbalance en su equilibrio natural, pues los glaciares reciben menos precipitación de nieve y sufren una mayor pérdida de masa por el aumento de la temperatura local (concordante con un aumento de la global). Este fenómeno no sólo afecta a la disponibilidad de agua en distintas regiones del mundo, sino que altera el clima y la biodiversidad de los ecosistemas montañosos.
“El incremento de la temperatura global ha elevado la línea de equilibrio de los glaciares, es decir, la altitud a la que la acumulación de nieve compensa la fusión del hielo. En el caso de México, dicha franja límite ha ascendido hasta los cinco mil 300 metros sobre el nivel del mar, lo que significa que la nieve estacional que cae en elevaciones como el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl no logra convertirse en hielo permanente. La Mujer Dormida ya se encuentra por debajo de tal nivel, por lo que cualquier nevada que caiga sobre ella terminará derritiéndose”, explica.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tan sólo en 2023 los glaciares perdieron más de 600 gigatoneladas de agua, la mayor merma de masa consignada en los últimos 50 años, una situación preocupante ya que, según la misma entidad, hay más de dos mil millones de personas en el planeta (cifra similar a la suma de las poblaciones de Estados Unidos y China) que dependen del deshielo de glaciares y nieve como una fuente crucial y constante de agua dulce.
“El aumento de la temperatura natural se ha exacerbado por el incremento de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero. A 2024 se le considera —hasta la fecha— el año más cálido del que haya registro, pues hubo un aumento en el promedio de la temperatura anual global de 1.5 grados por encima de la media que había en tiempos preindustriales”, sostiene el ingeniero geólogo.
En los cinco continentes existen glaciares. Según la página oficial del Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, hay más de 275 mil que cubren una superficie de 700 mil kilómetros cuadrados y que representan el 70 por ciento del agua dulce que hay en el mundo.

“Su desaparición no sólo implica pérdida de fuentes de agua dulce, sino una afectación a los ecosistemas y al clima global. Al reducirse la superficie helada, la radiación solar es absorbida y no reflejada, lo cual provoca un calentamiento adicional en las cumbres de las montañas y altera el ciclo hidrológico, dando pie a fenómenos en cascada como inundaciones, huracanes más intensos, sequías severas y detrimento de la biodiversidad en ecosistemas de alta montaña”.
Aunque pensemos que los glaciares están muy lejos, en la Antártida o en Groenlandia, es importante estudiar los efectos de su desaparición, ya que así podremos anticipar su posible impacto en la pesca o en las zonas de coral, entre otros ámbitos de la vida cotidiana, añade el investigador.
Conmemorar a los glaciares
Para crear conciencia sobre su papel en la seguridad hídrica y el equilibrio ambiental, y sobre la necesidad de protegerlos, la ONU ha establecido el 21 de marzo como el Día Mundial de los Glaciares. Además, esa misma entidad y la Organización Meteorológica Mundial han designado a 2025 como el Año Internacional de la Conservación de los Glaciares, y al periodo 2025-2034 como la Década de Acción para la Criósfera.
“En dicho renglón, Argentina y Chile han impulsado legislaciones a fin de preservarlos por representarles una fuente vital de agua dulce para sus poblaciones. En el primer país, por ejemplo, existe la Ley de Protección de Glaciares, que prohíbe actividades industriales que puedan afectar a estos ecosistemas, como la minería a cielo abierto. En el segundo, se han impulsado iniciativas similares para evitar la destrucción de dichas masas de hielo en la Cordillera de los Andes”, menciona Hugo Delgado.
Cabe destacar que para naciones como Perú y Bolivia estos cuerpos gélidos han sido, históricamente, una fuente crucial de líquido potable y de uso agrícola. Sin embargo, con la desaparición de glaciares como el Chacaltaya hoy está en riesgo el suministro hídrico de miles de personas en la ciudad boliviana de La Paz, mientras que en los Andes peruanos el retroceso glaciar ha afectado la generación de energía hidroeléctrica, obligando a un replanteamiento gubernamental de las estrategias energéticas y de conservación del agua en la zona, agrega el glaciólogo.
¿Cómo enfrentar un futuro sin glaciares?
“En México, donde los glaciares están prácticamente extintos, la conservación ya no es una opción viable. En lugar de proteger lo ya no existente, el reto es adaptarse a la nueva realidad climática y mitigar sus efectos en la sociedad y los ecosistemas”, subraya Delgado Granados.
Ante este escenario, el especialista añade que es importante adoptar medidas de mitigación y adaptación para esta crisis climática. “Es preciso reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y promover el uso eficiente del agua para evitar una crisis hídrica aún mayor en el futuro”.
Algunas estrategias para ello incluyen la reforestación de zonas de alta montaña para mejorar la retención de agua; la inversión en tecnologías de captación y almacenamiento pluvial, y la transición hacia fuentes de energía renovable para reducir la emisión de gases contaminantes.
“El fenómeno del deshielo glacial es irreversible en muchas regiones del planeta y su impacto se intensificará en las próximas décadas. La pregunta ya no es si podemos salvar a los glaciares, sino cómo adaptarnos a un mundo sin ellos”, concluye el universitario.