Jorge Ayala Blanco, uno de los críticos de cine más prolíficos, es académico del Centro Universitario de Estudios Cinematográfico (CUEC) desde 1965. Para muchos cineastas y para igual número de cinéfilos, se trata de uno de los mejores críticos de cine de nuestro país. Para muchas generaciones de alumnos es el máster, el sensei, el maestro.
Con poco más de 52 años como docente, Ayala Blanco se siente un maestro querido “una especie de vampiro espiritual que se alimenta de la sangre joven, de la frescura de sus alumnos”, en quienes busca crear una conciencia formal “tienen que ver películas como organismos vivos que pueden ser desmontados”.
Ingeniero químico de profesión, buscó un lugar dónde escribir, y así, se inclinó hacia el terreno del ensayo. En ese contexto, dirigió los debates en un cineclub del Instituto Politécnico Nacional y realizó labores de curaduría en la programación, “me gustó más la química cinematográfica por ser más vital e impredecible, me interesa mostrar las películas no como si fueran mecanismos, sino como organismos vivos, hablar de ellas y confrontarlas con la visión de los muchachos”.
El arte de vivir para el crítico de cine es “vivir la vida como si ya la hubieras vivido, como si no necesitaras trabajar, de jubilado”, y así lo ha hecho, ha dedicado toda su vida a ver películas y escribir sobre ellas, empezó a entender lo que era dar clase sobre la marcha, encontrar ese camino fue “el mejor regalo que me había dado la vida, nadie había hablado a profundidad del cine mexicano”.
Para el autor de La Madurez del Cine Mexicano, escribir es un ejercicio que no le pesa, “sentarse a escribir es tener mil ideas y saber ordenarlas, es dictarse a uno mismo”. No busca la belleza en lo que escribe sino la precisión, definir lo específico con un lenguaje adecuado y asegura que si tiene 36 libros publicados quizá tenga otros 36 inéditos.
Para el decano del CUEC, dar clases a sus alumnos es un regocijo, “ellos son los que me están enseñando a mí”. Ayala Blanco destaca que la relación alumno-maestro es creativa y cambiante, “me han marcado en todos los sentidos, mis mejores amigos han sido mis alumnos y colegas, los que ya son profesores”.
No ha pensado en retirarse pues se aburriría espantosamente, “veré películas y hablaré de ellas hasta que me dé un infarto en clase”. Por ello, disfruta mucho sus pasiones: ver películas y escuchar música. Para Ayala Blanco, no hay filmes deleznables, “el deleznable es quien las ve, la mirada crea el objeto”.