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Tiburón: la película que cambió el cine para siempre

A 50 años de su estreno, la obra de Spielberg sigue generando olas

Desde que era niño, Peter Benchley sintió una extraña atracción por los tiburones. Su mente jugaba constantemente con la idea de qué ocurriría si uno de estos escualos —en especial un tiburón blanco— comenzaba a atacar personas sin que hubiera forma de detenerlo. Ese pensamiento se arraigó profundamente en su imaginación y se intensificó en 1964, cuando el pescador Frank Mundus capturó un gran tiburón blanco de dos toneladas frente a la costa de Montauk, Nueva York.

Decidido a escribir una historia en la que un tiburón fuera el principal antagonista, Benchley empezó a desarrollar su idea. Sin embargo, algunos contratiempos familiares y su situación económica lo alejaron por un tiempo de la escritura. A pesar de ello, en 1971 comenzó a redactar la historia que, sin saberlo, no solo le traería fortuna, sino que daría origen a uno de los grandes villanos del cine, sentaría las bases para infinidad de películas con ese mismo argumento y abriría una nueva puerta a la industria cinematográfica.

Tiburón transformó el cine en espectáculo masivo y rentable.

Tres años después, en febrero de 1974, se publicó Jaws (Tiburón). El escritor estadounidense era escéptico respecto a su obra y pensaba que nadie la leería. Su sorpresa fue mayúscula cuando el libro vendió millones de ejemplares y se mantuvo durante 44 semanas como líder en ventas. Entre sus lectores se encontraban dos productores de Hollywood, Richard D. Zanuck y David Brown, quienes confiaban plenamente en que la novela sería un éxito en la pantalla grande.

Paralelamente, un joven cineasta llamado Steven Spielberg comenzaba a abrirse paso en la industria con cortometrajes y películas para televisión, como Firelight y Duelo, además de su primer largometraje, El expreso de Sugarland. Sin embargo, su carrera aún necesitaba consolidarse, y tras leer Tiburón comprendió que la oportunidad que tanto buscaba estaba justo frente a él.

Lo que comenzó como una gran ocasión para mostrar su visión cinematográfica al mundo pronto se convirtió en una pesada carga. La película enfrentó numerosos contratiempos durante su producción y los costos se elevaron considerablemente. A pesar de ello, Spielberg jamás imaginó lo que conseguiría: Tiburón es considerada hoy una de las mejores películas de la historia, y marcó un antes y un después en el cine.

¡Cinco décadas de terror!

Estrenada el 20 de junio de 1975, esta película redefinió para siempre las reglas del cine comercial. Para el profesor José Felipe Coria, de la Escuela Nacional de Artes Cinematográficas (ENAC) de la UNAM, Tiburón no solo transformó el miedo al mar en una experiencia cinematográfica universal, sino que también dejó una huella profunda en la manera de producir, promocionar y consumir cine. Un ejemplo de ello fue la inversión de 700 mil dólares para su promoción televisiva, algo poco habitual en aquella época.

“Hasta Tiburón, los estudios no tenían una estrategia clara para lanzar películas en verano. Antes, las producciones se dividían por temáticas y estaciones. Pero esta película rompió ese paradigma. Fue la primera en ser concebida, promocionada y distribuida como un evento veraniego masivo, dirigido a un público específico: adolescentes y adultos jóvenes, de entre 13 y 30 años. Su éxito fue tal, que marcó el nacimiento del concepto de blockbuster de verano, un modelo que todavía sigue vigente”, mencionó Coria.

La música sustituyó la imagen y generó una tensión psicológica constante.

Esta estrategia no solo transformó la forma de programar estrenos, sino también la manera de concebir el cine como espectáculo. Tiburón equilibró la buena factura cinematográfica con un enfoque comercial claro. El cine dejó de ser exclusivo de nichos intelectuales o artísticos y se convirtió en un evento popular, masivo y, sobre todo, rentable. Su impacto fue tan grande que llegó a convertirse en la película más taquillera hasta entonces, al superar el récord impuesto por El Padrino en 1972, con 145 millones de dólares.

La experiencia no se quedó únicamente en el cine. Después de su estreno surgieron camisetas, toallas, videojuegos y figuras de acción, consolidando a Tiburón como un fenómeno cultural y comercial.

Un reto técnico que se volvió un clásico

Actualmente, con la técnica del CGI, es posible crear efectos visuales sofisticados. Sin embargo, en la década de 1970 se dependía de animatrónicos. Tiburón tuvo una producción caótica, al punto de que Spielberg estuvo a punto de abandonar el proyecto.

“El tiburón mecánico, pieza central del relato, fue un desafío técnico monumental. Aunque los animatrónicos ya existían, su uso en esta película fue pionero por su escala y ambición. Se trataba de construir un tiburón gigante de tamaño real (más de siete metros), capaz de moverse y operar dentro del agua, algo que la tecnología de la época no estaba completamente preparada para ejecutar con eficacia, al grado que tres tiburones se echaron a perder”, recordó el experto de la ENAC.

“Eso explica por qué el tiburón no se hace presente durante varios momentos de la película”, agregó el maestro José. Ante esa limitación, Steven Spielberg y su equipo creativo tuvieron que encontrar soluciones narrativas innovadoras. Anteriormente, directores como Alfred Hitchcock ya habían utilizado la música para anticipar emociones y representar personajes de forma simbólica. ¿Podría usarse esta técnica para anticipar la llegada del escualo?

Consciente de que una buena música era necesaria no solo para salvar el proyecto, sino para enfatizar que el tiburón estaba ahí, aun sin verlo, Spielberg recurrió al compositor estadounidense John Williams, con quien ya había trabajado. La icónica partitura —dos simples notas repetidas con creciente intensidad— se convirtió en la presencia invisible del monstruo: una advertencia sonora de su inminente llegada.

El verdadero monstruo es la codicia política, no el animal.

“Lo que en principio fue una limitación técnica terminó por convertirse en uno de los elementos más reconocibles y efectivos de la película”, añadió el profesor de la ENAC. La música sustituyó a la imagen, generando una constante tensión psicológica. Cada vez que sonaba el temible “chan chan… chan chan”, el público sabía que el peligro estaba cerca, aunque no se viera en pantalla.

Como los buenos vinos

Aunque a primera vista el tiburón pueda parecer obsoleto comparado con los sofisticados efectos generados por computadora de hoy en día, la fortaleza de Tiburón reside en su estructura narrativa, en su capacidad para construir suspenso y manejar el ritmo con maestría. La aparición del tiburón, limitada y cuidadosamente mostrada a través de sombras, tomas subjetivas y montaje rápido, sigue siendo un ejemplo brillante de cómo crear tensión con pocos recursos.

“Es una película con escenas memorables, como la primera aparición del tiburón que va acompañada de la famosa frase ‘Vamos a necesitar un barco más grande’, del jefe Brody; es algo que sigue resonando en la cultura popular. La muerte de Quint a manos del tiburón también es icónica. Ha envejecido bien porque tiene un gran uso del montaje: se mueve mucho la cámara, enfoca algunos elementos del tiburón, se va para atrás para mostrar cómo esta criatura se ha apoderado del barco, entre otros aspectos”, mencionó el profesor José Felipe Coria.

Agregó que Tiburón tiene un trasfondo político y social que mantiene su vigencia. La figura del alcalde que se niega a cerrar la playa por motivos económicos, ignorando el peligro real que representa el tiburón, es una crítica a la codicia política que privilegia las ganancias por encima del bienestar de las personas. Esta temática sigue siendo relevante y ha sido replicada en muchas otras películas sobre tiburones, como una reciente producción ambientada en el río Sena, que imita la estructura narrativa del filme original.

Spielberg, un innovador

Aunque los contratiempos fueron una constante en Tiburón, Steven Spielberg demostró con esta película su gran talento como cineasta, sentando las bases del blockbuster moderno. Al ser parte de una generación brillante de directores —junto a figuras como Coppola, Lucas y De Palma—, que revolucionaron el cine estadounidense, Spielberg continuó explorando diferentes géneros, desde la ciencia ficción con Encuentros cercanos del tercer tipo y E.T., hasta el drama histórico con obras como La lista de Schindler y Lincoln.

“A lo largo de su carrera ha mostrado una gran versatilidad, combinando cine comercial con propuestas más personales. Aunque ha tenido altibajos —como su criticada versión moderna de Amor sin barreras—, su trayectoria como director y productor es una de las más sólidas de la industria cinematográfica. Spielberg no solo ha dejado una huella imborrable en el cine, sino que también ha influido en generaciones posteriores de cineastas”, concluyó Coria.

El tiburón no se muestra, pero su amenaza se siente en cada nota.

Tiburón no fue solo un éxito comercial ni una película de terror eficaz: fue una revolución en múltiples niveles. Representó una ruptura con las formas tradicionales de estrenar y comercializar cine, sentando las bases de lo que hoy conocemos como blockbuster. También demostró que los contratiempos técnicos pueden convertirse en fortalezas narrativas, y que una buena historia no necesita mostrarlo todo, sino saber cómo y cuándo hacerlo.

La música, el suspenso, los personajes y la tensión psicológica construyeron una experiencia cinematográfica que aún hoy sigue siendo imitada y reverenciada, al grado que incluso en México se hizo algo similar con la película Tintorera (1977).

Steven Spielberg no solo encontró su voz con esta película: definió un nuevo modelo de éxito en Hollywood. La figura del tiburón, omnipresente incluso cuando no se ve, es un símbolo de amenaza y tensión que permanece en la memoria colectiva. En un mundo donde el cine está en constante transformación, Tiburón sigue siendo un recordatorio de que la innovación no siempre viene de lo que se muestra, sino de cómo se cuenta una historia. Y en ese sentido, Tiburón es, cincuenta años después, una lección magistral de cine.