En lo alto de los volcanes del centro de México, entre pastizales y rocas, habita un pequeño y escurridizo mamífero que pocos han visto: el teporingo, dijo Alejandra Alvarado Zink, investigadora de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia.
Conocido también como el conejo zacatuche, esta especie endémica enfrenta una lucha silenciosa contra la deforestación y el avance humano que amenazan su existencia. De hecho, desde hace más de 40 años se encuentra en peligro de extinción, debido a la fragmentación de sus hábitats.
Es difícil sacarlo de ese estatus porque existen varios problemas dentro de las zonas montañosas donde vive, como la tala inmoderada, la recolecta de madera, el aprovechamiento de recursos como los hongos y otros productos que, al final, perturban la zona de alguna forma; es decir, la intervención humana.
Su hábitat está fragmentado debido a que, en muchas ocasiones, se construyen carreteras que dividen las zonas boscosas en donde vive. Al ser un organismo tan pequeñito en un hábitat transformado, corre peligro de extinción. “Además, al teporingo no le gusta convivir con los humanos”.
Su reproducción es muy difícil y lenta, y esa es una de las razones por las que está en peligro de extinción. Además, tienen camadas muy “pequeñas”: por lo general solo un par de crías, a diferencia de los conejos que pueden tener entre 10 y 20 gazapos.
El problema es que “no se puede conservar a una especie sin su medio ambiente y sin los animales con los que convive, porque entonces no tendría ni alimento ni depredadores”.
Hábitos
Vive entre la vegetación, también conocida como zacate, que crece en las grandes montañas de México; de ahí su nombre de zacatuche, explicó en entrevista para UNAM Global la experta del Museo de las Ciencias, Universum.
Habita en todo el eje transversal neovolcánico y forma parte integral de la biodiversidad nacional. No es más grande que un gato doméstico y sus orejas son muy pequeñas en comparación con otros conejos.
Pocos tienen la oportunidad de verlo porque vive en zonas montañosas. Por eso es tan misterioso, y al mismo tiempo, tierno. Además, tiene un papel crucial en el ecosistema, añadió la académica universitaria.
Características
El teporingo antes se clasificaba con los conejos y liebres, pero actualmente se agrupa con los “lagomorfos”. Son muy parecidos a los conejos y son mamíferos, al igual que los perros y gatos.
Particularmente, el teporingo parece un roedor; es como una rata grande, pero desde el punto de vista biológico están completamente separados. “Con el análisis de la clasificación y el genético, ya se pueden ordenar en un grupo distinto llamado lagomorfos”.

Una de las características más sobresalientes de los lagomorfos es que tienen dos pares de dientes largos incisivos superiores, que están uno detrás del otro, explicó la académica universitaria. Por su parte, el teporingo tiene unas orejas chiquititas y no tiene la típica “colita” de los “conejitos”, y por eso a veces la gente lo confunde con las ratas.
Mientras que las ratas, como los roedores, tienen un par de dientes incisivos largos, los lagomorfos tienen dos pares, agregó la especialista en el tema. Dentro de esta categoría y de acuerdo con su fisiología, se clasifican en el grupo de los Romerolagus diazi.
Es un conejo muy chiquito: mide entre 20 y 35 cm de largo y pesa como 600 g, “que no es nada”. Su pelaje es suave, denso, de color pardo oscuro, aunque a veces tiende a ser un poco más negro, pero depende del lugar en donde habita.
Su denso pelaje le ayuda a soportar el frío, por eso vive en las altas montañas de México. También se le puede encontrar un “poquito” más abajo, donde hay bosques de pino-encino.
Verlos es muy difícil porque o son muy madrugadores o tienen hábitos nocturnos (justo cuando empieza a oscurecer). De hecho, las personas realizan excursiones para poder observarlos.
Son animales sociales, pero viven en grupos muy pequeñitos. Generalmente vive la mamá con sus crías y forman madrigueras entre el zacate o en las zonas montañosas, donde aprovechan las rocas y sus cavidades. Ahí se meten y las modifican para tener a sus camadas.
Un símbolo de identidad
Encontrar teporingos es un buen indicador de que la salud del ecosistema está bien. Sin embargo, solo las personas que viven cerca de esas montañas los reconocen.
Se trata de un símbolo de las comunidades, y actualmente, debido al interés por la especie que se encuentra en peligro de extinción, la prensa, la radio y diversos medios lo han convertido en un “animalito” más coloquial. “Lo podemos ver en algunos zoológicos importantes de la Ciudad de México”.
Los lagomorfos
Los lagomorfos tienen una amplia distribución a lo largo y ancho del país. Es importante para México porque lo pone como un centro de biodiversidad de este grupo, por lo cual también es una responsabilidad la conservación de sus hábitats.
De acuerdo con la especialista, los lagomorfos se dividen en dos grandes categorías:
- Leporidae: este nombre viene de los labios leporinos, porque tienen una incisión. “Lo podemos ver en los conejos que tienen una incisión en el labio superior”. Aquí se encuentran los conejos y liebres. En México hay alrededor de 10 especies de conejos y cuatro de liebres.
A nivel mundial se han identificado alrededor de 90 especies distribuidas en diversos hábitats, desde el ártico (donde está el conejo de las nieves), las selvas tropicales, hasta las liebres del desierto.
Desempeñan un papel ecológico importante debido a su dieta, porque son herbívoros. Además, sirven de alimento a otros animales como los linces, e incluso aves rapaces como búhos, águilas reales y halcones.
Por eso, forman parte integral de las cadenas tróficas que hay en diferentes ecosistemas: ellos se alimentan de las plantas y otros organismos se alimentan de ellos.
- Octodontidae: es una familia de roedores histricomorfos que se encuentra principalmente en Sudamérica. Esta familia se caracteriza por presentar una estructura particular en su mandíbula inferior, conocida como histricognata. Incluye roedores como los degús, los octodontes y los tuco-tucos.
En la UNAM
La UNAM, con la participación de la Facultad de Ciencias y los Institutos de Ecología y Biología, trabaja junto a organizaciones gubernamentales como la CONABIO en una variedad de estudios sobre comportamiento, genética de poblaciones, conservación, entre otros.
Además, la investigación realizada por el Instituto de Investigaciones Biomédicas en su Estación Científica La Malinche (ECLM), en colaboración con la Universidad Autónoma de Tlaxcala, también apoya la conservación del teporingo. “Hay que apoyar desde diferentes frentes a través de la investigación”, concluyó.