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El suelo: factor fundamental que define el sabor de la miel

Cuando pensamos en la miel, se nos viene a la mente su dulzura, su color dorado y sus beneficios para la salud. Pero nunca imaginaríamos un factor esencial que está detrás de su sabor, aroma y calidad: el suelo. Este componente del entorno natural no solo nutre a las plantas de las que se alimentan las abejas, sino que también determina la composición floral de cada región. Así, el suelo se convierte en un protagonista silencioso de la producción de miel.

Para que entendamos mejor esta conexión —que nos permite relacionar la miel con otros productos en cuyo sabor influye el suelo, como el vino o el café—, dos expertos del Laboratorio de Agroecología de la UNAM, Rebeca Vallejo González y Joset Tsiri Díaz Guerrero, compartieron sus conocimientos en el podcast “Del suelo al cielo”, producido por el Instituto de Investigaciones en Ecosistemas y Sustentabilidad (IIES).

¿Cómo influye el suelo en la miel?

El suelo es el sustrato que permite el crecimiento de las plantas, las cuales son la fuente primaria de néctar para las abejas. Un suelo rico en nutrientes favorece una flora diversa y abundante, lo que garantiza una oferta constante y variada de néctar. Por el contrario, los suelos degradados o contaminados limitan el desarrollo vegetal, reducen las opciones alimenticias de los polinizadores y afectan negativamente la calidad de la miel.

“Hay una triada importante en el proceso de producción de miel. La planta, a través de sus raíces y con ayuda de los microorganismos del suelo, toma minerales y agua. Si el suelo es fértil, producirá flores con polen de calidad. Las abejas lo recolectan y esto se refleja en una miel rica en sabor y aroma. Además, la polinización que hacen estos insectos no solo nos brinda miel de calidad, sino también mejores alimentos”, explicó Vallejo González.

Por su parte, Díaz Guerrero señaló que muchas plantas leguminosas, como algunas especies de frijol o de alfalfa, producen grandes cantidades de néctar. Por ello, cuando están bien establecidas, se puede obtener miel abundante, nutritiva y de alta calidad. Sin embargo, advirtió que estas plantas requieren suelos no ácidos para desarrollarse plenamente; de lo contrario, el néctar que producen será escaso y de baja calidad, lo cual se refleja directamente en el producto final.

En resumen, la flora dominante en un paisaje —y el suelo que la sustenta— define el sabor, aroma, color y textura de la miel.

Las abejas no tienen la patente

Hasta aquí hemos pasado por alto un detalle que quizá no sea del conocimiento de todos: hay muchos más tipos de miel que la de abeja. Por ejemplo, hay miel de castaño, tomillo y romero; también miel que proviene de las avispas o las hormigas; o miel que se genera a partir de una sola flor o la combinación de varias.

En México, por ejemplo, se cuenta con la miel de aguacate, que se distingue por su color oscuro y un alto contenido mineral, por lo cual es muy demandada para exportación, indicó Díaz Guerrero.

Cuidar el suelo para mantener abejas sanas

El suelo también juega un rol indirecto en la salud de las abejas. Cuando los suelos están bien manejados, contribuyen a un ecosistema equilibrado en el que las abejas pueden prosperar, junto a otros organismos vivos, como hongos, bacterias y lombrices, que ayudan a reciclar nutrientes y mantener la fertilidad del terreno.

En cambio, si las prácticas agrícolas intensivas empobrecen el suelo –como el uso excesivo de fertilizantes, herbicidas y pesticidas– no solo afectan la flora local, sino que también introducen contaminantes en el néctar recolectado por las abejas, alterando la calidad de la miel e incluso poniendo en riesgo la salud de las colmenas y también la de los humanos.

“Si la miel está contaminada con fertilizantes o pesticidas, pierde todas las propiedades benéficas que puede tener. Y es más preocupante cuando se contamina con metales pesados (como el cobre), pues puede terminar impactando en la salud del consumidor a largo plazo. De igual manera, el uso excesivo de herbicidas limita mucho las fuentes de alimentos de las abejas, lo cual reduce la diversidad de la miel que se puede llegar a obtener”, explicó el experto universitario.

Mejores prácticas

La especialista Vallejo González, por su parte, hizo énfasis en que se necesitan promover prácticas sostenibles que mantengan la biodiversidad del suelo y eviten químicos dañinos, protegiendo así, por ejemplo, a las abejas y la miel que producen.

“Afortunadamente, la gente que se dedica al campo está abierta al cambio y procura realizar prácticas más amigables con el medioambiente y con los animales. Por ejemplo, en Michoacán los productores de miel de aguacate se mostraron conscientes de que necesitaban cambiar sus prácticas y lo hicieron. Pero esa misma predisposición debería verse en la gente que toma decisiones”, agregó. 

Actualmente, el Laboratorio de Agroecología de la UNAM analiza cómo los microorganismos del suelo y el uso de sustancias químicas en éste influyen en la producción de miel. El siguiente paso, de acuerdo con los expertos Vallejo González y Díaz Guerrero, es la creación de paneles de evaluación para mieles y estudios de calidad que detecten contaminantes, con el fin de que el consumidor se alimente con un producto seguro.