Cuando escuchamos hablar de que cierto producto obtuvo denominación de origen, la mayor parte de las personas no sabemos qué es, para qué sirve, por qué se otorga.
De acuerdo con Jessica Tolentino Martínez*, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, la denominación de origen (DO) es la garantía detrás de la calidad de un producto originario de cierta región del país cuyas características se deben exclusivamente al medio geográfico y al saber hacer de sus productores.
“La denominación de origen garantiza al consumidor un producto de excelente calidad y al mismo tiempo permite a sus productores obtener una protección legal contra la elaboración de productos con el mismo nombre en otras zonas geográficas, lo que influye en su precio final y en la posibilidad de formar parte de mercados con mayor valor agregado”, explica la investigadora.
“En general, estos productos están estrechamente vinculados con las características fisiográficas del terruño, como altitud y clima, y el saber hacer de sus habitantes, que forma parte de sus conocimientos ancestrales”, agregó.
El caso del arroz de Morelos
Un ejemplo de lo anterior es el arroz que se produce en Morelos, resultado tanto de las características fisiográficas de la región, donde las condiciones climatológicas permiten que desarrolle la llamada “pancita blanca”, peculiaridad de este arroz, como del saber hacer formado históricamente, lo que ha permitido a los productores continuar con un proceso de siembra y cosecha artesanal.
Conseguir la denominación de origen para el arroz del estado de Morelos no fue fácil. “Una de las primeras dificultades a las que se enfrentaron los productores para obtener una DO para su arroz fue que ya había una marca registrada como Arroz Morelos, principal producto de una empresa comercializadora de dicho alimento, en cuyo empaque estaba impresa la imagen del héroe de la Independencia.
Aunque ese arroz no tenía la calidad del arroz para el que los productores querían obtener la DO, no podían pedirla con el nombre “arroz de Morelos”. No obstante, la declaración de quiebra por parte de la comercializadora fue un momento clave que aprovecharon actores locales (productores, gobierno e investigadores), quienes se organizaron para obtener la DO en el año 2012.
Conseguir una DO no es sencillo
Se tienen que seguir procesos complicados, muy costosos y bastante prolongados; entre los requisitos, por ejemplo, está justificar la petición de una DO, mostrando antecedentes históricos, desde cuándo se produce el artículo en la región y por qué es exclusivo su proceso de producción.
Es importante mencionar que quienes llevan a cabo el proceso de certificación no son los mismos productores, sino sus representantes, abogados contratados para que hagan todas las gestiones ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI).
Los productos protegidos con DO adquieren gran reconocimiento comercial, por lo que sus productores pueden utilizarla para promover los productos de su región y como un factor de desarrollo económico regional y nacional.
Por esta razón, los productos con DO están expuestos a la falsificación y a la apropiación de la marca. La protección jurídica que aportan las denominaciones de origen está basada en el reconocimiento de que hay una relación entre la calidad y las características de dichos productos y zonas geográficas específicas.
La DO en el mundo
Las denominaciones de origen aparecieron en la década de 1950 para rescatar las diferencias socioculturales entre productos similares de regiones diferentes, que fueron considerados como iguales con la apertura de las fronteras al comercio.
Numerosos países, entre los que estuvo México, empezaron a proteger algunos productos debido a que sus materiales, métodos de producción y calidad final son distintivos de determinado lugar.
El sistema de registro internacional de denominaciones de origen, que se adoptó en 1958, está regulado por el Arreglo de Lisboa, Portugal, cuyos términos obligan a los países miembro a proteger en su territorio la denominación de origen de los productos reconocidos e inscritos en el registro por la Oficina Internacional de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI).
La DO designa el nombre de una región geográfica y de un producto originario de dicha zona, cuya calidad y características se deben principalmente al medio geográfico y a los factores naturales y humanos.
“Por lo tanto, la DO representa la cultura, tradición y la especialización de un determinado arte u oficio que diferencia a una sociedad de otra”, explica la investigadora, quien se hizo acreedora al Reconocimiento Distinción Universidad Nacional para Jóvenes Académicos 2020 en el área de Investigación en ciencias económico-administrativas.
En el caso de México, las primeras DO fueron para el tequila y para el mezcal, bebidas que se reconocieron en el Acuerdo de Reconocimiento Mutuo para la protección de las denominaciones de origen del sector de las bebidas alcohólicas entre México y la Unión Europea, que se firmó en 1997.
Hasta hoy, las DO otorgadas en nuestro país que cuentan con registro internacional bajo el marco del Arreglo de Lisboa son dieciocho:
- Tequila
- Mezcal
- Cajas de Olinalá
- Talavera
- Café de Veracruz.
- Bacanora.
- Ámbar de Chiapas
- Sotol
- Mango Ataulfo
- Charanda
- Café de Chiapas
- Vainilla de Papantla
- Chile habanero de la península de Yucatán
- Arroz del estado de Morelos
- Cacao Grijalva
- Chile de árbol de Yahualica
- Raicilla
- Café Pluma
Antes de recibir la DO, estos productos fueron aprobados por una norma de la Dirección General de Normas, en la que se especifica el proceso de elaboración del producto, y registrados en el Instituto Mexicano de Propiedad Industrial (IMPI).
“Cabe mencionar que es necesaria la existencia de un Consejo Regulador que verifique el cumplimiento de la norma. A su vez, este organismo debe cumplir con los requisitos de la Entidad Mexicana de Acreditación (EMA)”, dice Tolentino Martínez.
El caso del cacao mexicano
“Lo primero que nos dice una denominación de origen es que detrás de cada producto hay una calidad certificada y avalada; por esta razón se han otorgado muy pocas DO en nuestro país, siendo tan vasto en productos agroalimentarios y en artesanías”, explica la académica puma.
Al obtener un producto con DO, el consumidor sabe que está adquiriendo un producto con características específicas, aunque haya una denominación de origen en otros países, como el caso del cacao.
El cacao mexicano es un producto exclusivo cuyas propiedades derivan del saber hacer de sus productores, que se ha transmitido por generaciones, y también de las características fisiográficas de los territorios en los que se produce.
Por eso es tan importante que el consumidor esté informado de que consume cacao de excelente calidad. Pero es aún más importante para el productor, porque le permite generar un valor agregado en su producto.
En México, las DO no funcionan como deberían
Las DO que tenemos en México se hicieron a similitud de las europeas; sin embargo, en nuestro país generalmente no funcionan como deberían porque la mayor parte se ha otorgado por acuerdos políticos y empresariales, explica la investigadora.
Se han otorgado a algunos empresarios que buscan acaparar los mercados, por lo que no siempre la cadena productiva beneficia a los pequeños productores.
Buena parte de los beneficios se la llevan los grandes empresarios, quienes pueden mover sus productos con mayor facilidad, pagar alguna promoción y vincularse a mercados de exportación, como el caso del tequila.
“El tequila que se produce en nuestro país es de una enorme calidad, pero los beneficios no llegan a los pequeños productores de la región de Tequila porque las grandes marcas se llevan las ganancias”, explica la investigadora. “Aunque algo queda en el territorio, en la mayor parte de los casos el pequeño productor y el trabajador terminan entregando su materia prima y su mano de obra”.
Agrega que el caso del tequila es el más representativo, pero en todas las DO se da algún grado de acaparamiento por parte de los empresarios locales o extranjeros.
“Por ejemplo, en el caso del cacao, en el que he estado trabajando, la DO la buscó un empresario local, pero los demás productores no sabían que tenían una DO ni para qué sirve. Ese es otro problema de las DO, que los productores, a quienes debería beneficiar, muchas veces no están enterados o interesados”, explica la académica universitaria.
Marca colectiva, alternativa a la DO
Aunque ha perdido cierto interés, la marca colectiva es algo muy bueno, ya que grupos de pequeños productores se pueden organizar para buscarla ante el IMPI, instituto que también otorga DO.
Por otra parte, “la certificación depende de qué producto se busque certificar”, explica Tolentino. “Si son productos orgánicos, por ejemplo, hay certificaciones orgánicas que también generan valor agregado al producto y garantizan al consumidor un producto con características exclusivas”.
“Diferenciar un producto por medio de una denominación, marca colectiva o certificación puede ser algo importante en cuanto al precio final, pero será aún de mayor valía si beneficia al productor primario”, finalizó la investigadora universitaria.
* http://www.iiec.unam.mx/directorio/persona/tolentino-mart%C3%ADnez-jessica-mariela