El cineasta estadounidense es el invitado de honor del 22º Festival Internacional de Cine de Morelia, donde también participó en una conferencia magistral.
El Teatro Melchor Ocampo, en la ciudad de Morelia, se vistió de gala para recibir a uno de los grandes cineastas que surgieron durante los años 70 del cine norteamericano: Francis Ford Coppola. El director de la saga de El Padrino (1972, 74, 90) llegó a tierras michoacanas por invitación del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), cuya organización decidió investirlo como invitado de honor de su vigésima segunda edición.

Cientos de fanáticos se dieron cita para escuchar a Coppola en una clase magistral moderada por el equipo de programación del festival. Sin embargo, antes de iniciar con el diálogo, Hugo Villa Smythe, director general de Actividades Cinematográficas de la UNAM, subió al escenario para entregarle al realizador la Medalla Filmoteca UNAM, la cual se otorga a personalidades que han destacado en labores cinematográficas.
“Querido Francis, no hay adjetivos que no hayas escuchado respecto a tu obra monumental y formidable”, recalcó Villa. “Esta medalla se hace con plata que recuperamos de nuestro laboratorio. Lo que te estás llevando en esta medalla son esos exteriores maravillosos de Gabriel Figueroa, son esas miradas poderosas de María Félix y de Dolores del Río, y en breve: un poco de la historia cinematográfica de nuestro país y de nuestra región”.


El “Tío Pancho”, como pidió ser llamado el cineasta, agradeció el gesto entre los aplausos del público y comentó: “Lo que estás explicando, y espero que todos lo entiendan, es que esta plata fue recuperada de las películas. Así que estoy sosteniendo el legado del cine mexicano en mi mano. Por lo que estoy muy agradecido”.
Su legado
Para comprender la importancia de Francis Ford Coppola en la historia del cine mundial, Francisco Martín Peredo Castro (FMPC), investigador y docente de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, abordó los momentos más importantes de su carrera.
¿Cuál es la importancia de Francis Ford Coppola para la historia del cine de su país?
FMPC: La historia de Francis Ford Coppola es crucial no solamente para la historia del cine estadounidense, sino para la historia de la cultura fílmica mundial. Nacido en 1939 (ahora tiene 85 años de edad), fue una especie de hermano mayor para una generación de cineastas que en los años setenta del siglo pasado transformaron a Hollywood. George Lucas, Steven Spielberg, Brian De Palma y Martin Scorsese, entre otros, forman, junto con Coppola, la punta de lanza de un movimiento en el que, si se pudiera hablar de una suerte de Nueva Ola Hollywoodense, sin duda alguna los tendría a ellos como los protagonistas principales. A veces, entre las referencias al cine independiente estadounidense, el “New American Cinema”, la Escuela de Nueva York, etcétera, y a esa especie de nouvelle vague norteamericana, en realidad se está haciendo referencia a toda una transformación que sufrió la industria del cine en Estados Unidos, pero también en el mundo. El rígido Código Hays de censura fílmica había dejado de tener vigencia a mediados de los sesenta, cuando se estaba enfrentando todavía la etapa final de la lucha por los derechos civiles de la población afrodescendiente, estaba en boga el feminismo sesentero, el movimiento hippie, el consumo de las llamadas “drogas psicodélicas”, etcétera. Y justo en ese contexto, había una juventud desencantada por las mentiras que el presidente Lyndon B. Johnson y sus sucesores les habían dicho permanentemente, de manera cínica e impune, sobre la realidad de la guerra de Vietnam, y de su previsible derrota.
Un poco bajo la lógica de que un buen director de cine primero tiene que ser un buen director de teatro, existente desde los lejanos tiempos en que Griffith también primero hizo teatro antes de incorporarse al cine, Coppola había estudiado en el Hofstra College, en cuyo transcurso de estudios montó diversas puestas en escena. Pero, de inmediato al titularse en 1960, se inscribió en la Escuela de Cine de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). La destreza adquirida en el conocimiento y la composición de estructuras dramáticas, provenientes de la literatura teatral, se manifestó en sus primeros guiones, que le ganaron reconocimientos como el Premio Samuel Goldwyn.
Entre 30 guiones y 70 producciones, lo que verdaderamente destaca en su labor como realizador, con 40 filmes aproximadamente, que comprenden desde sus primeros ejercicios familiares a finales de los años cincuenta, o trabajos para Roger Corman en su empresa (American International), como la reedición del filme soviético Nebo Zovyot (Batalla más allá del sol, 1959). En él, al igual que también hiciera David W. Griffith en sus inicios (como Lawrence Griffith), Coppola utilizó un pseudónimo, el de Thomas Colchart, para deshacer la propaganda de Guerra Fría que aquel filme soviético contenía, y exhibirlo en una “versión estadounidense”, reeditada por Coppola y con nuevo pietaje agregado.
El aprendizaje con Corman le posibilitó hacer su primer filme como autor, Dementia 13 (1963, que circula todavía en DVD) y lo capacitó para intervenir después en los guiones de filmes muy significativos, hechos para directores consolidados: ¿Arde París? (de René Clément, 1966); Reflejos en un ojo dorado (de John Huston, 1967), en una trama sobre homosexualidad y corrupción en el ejército estadounidense, protagonizada por Elizabeth Taylor y Marlon Brando; y Patton (de Franklin J. Schaffner, 1970).
Al finalizar el decenio de los sesenta, y después de fracasar en la dirección de dos musicales (Ya eres un hombre en 1966 y El camino del arcoiris en 1968), y de la también fracasada The Rain People (Dos almas en pugna, 1969), una reunión virtuosa le llevó a una alianza con George Lucas para la fundación de la empresa American Zoetrope. Para entonces Coppola estaba listo para transitar de su etapa de aprendizaje y ensayos a la que fue su verdadera entrada triunfal al universo Hollywoodense con El Padrino (1972), que ya en alguna otra conversación discutimos, junto con sus secuelas en 1974 y 1990.
Desde entonces quedó definido el Coppola que veríamos en lo sucesivo, cuyos antecedentes estaban prefigurados ya en Dos almas en pugna y se complementaron con la tetralogía de El Padrino, El Padrino II, La conversación y Apocalypse Now. En aquella filmografía afloró Coppola como agudo observador de la sociedad estadounidense y a la vez como crítico de su sociedad, sus alienaciones y sus distorsiones judiciales, bélicas y corruptas (como las denunció, en el último aspecto, en The Rainmaker / El poder de la justicia, 1997). Los éxitos de público y de crítica lo consolidaron como cineasta eficaz en su narrativa (por sus antecedentes formativos en literatura dramática), un magnífico director de actores y actrices, y un artista profundamente sensible para el cuidado a todo detalle de sus puestas en escena (dirección de arte, dirección de fotografía).
¿Cómo describiría su filmografía?
FMPC: La filmografía de Coppola se puede definir como heterodoxa y ecléctica, en la que enriquece las creaciones de otros como productor y a la vez se nutre de ellos para sus realizaciones sucesivas. Tanto fue así que paradójicamente un filme en el que solo fue productor ejecutivo (American Graffiti, de George Lucas, 1973) le redituó las enormes ganancias financieras que le permitieron refundar American Zoetrope, luego de sus fracasos comerciales, comprar un teatro, una estación radiodifusora, una publicación de San Francisco (City), y unos estudios de cine en California (General Studios). Empoderado como creativo y como magnate, se involucró en empresas relacionadas con la preservación de la cultura fílmica mundial, como la restauración de la portentosa Napoleón de Abel Gance (1927), o el financiamiento de Wim Wenders para Hammet (Investigación en el Barrio Chino, 1982).
Esta heterodoxia en la filmografía “coppoliana” no es sino la manifestación de un creativo desmesuradamente inquieto por diversas cuestiones que le atraen, le preocupan, le molestan y le mueven a analizarlas, exponerlas, denunciarlas. Casi como artista renacentista, en su filmografía aparecen las críticas corrosivas a la corrupción que posibilita los desbordamientos de las mafias, del crimen organizado estadounidense (en toda la serie, fílmica y televisiva de El Padrino, y otro tanto también en Cotton Club, 1984), los resabios de la Guerra Fría en su filme sobre espionaje y abuso de poder (en La conversación), que parecería casi premonitorio del sucesivo escándalo de Watergate que significó la caída de Richard Nixon como presidente. Sobre todo, será notoria su referencia al que es el gran trauma nacional, histórico–bélico, en la conciencia nacional estadounidense: la guerra de Vietnam (en Apocalypse Now y en Jardines de piedra). Si en la historiografía mundial del cine se tienen que incluir en un capítulo aparte las películas que hagan crítica descarnada, sin condescendencias, sin complacencias, del culto fílmico por el belicismo, por la muerte “heroica”, tal como se difundió durante la Segunda Guerra Mundial en las cinematografías de las naciones beligerantes, sin duda alguna los filmes antibélicos de Coppola tienen un lugar aparte. El universo de horror, de destrucción, de muerte, oscilante entre lo real, lo imaginario y lo pesadillesco, lo onírico, la locura, tal y como se mostraron a los espectadores en Apocalypse Now son la más aguda condena al espíritu “guerrero” de Estados Unidos.
Fuera de lo más destacado de su filmografía, por sus temas, por sus logros en realización, por sus reconocimientos por la crítica y por el éxito en los mercados mundiales del cine, hay de todos modos otros filmes de Coppola que conviene recordar, como sus miradas sobre la juventud violenta en The Outsiders (Los rebeldes o Los marginados) y sobre todo Rumble Fish (La ley de la calle), ambas en 1983; su aguda observación sobre la mitología del “self-made man” y el American Dream, del éxito a cualquier costo “porque Estados Unidos es la tierra de promesa”, en Tucker: el hombre y su sueño (1988); su vuelta a la literatura, en este caso la novela gótica para Drácula (1992); la mirada intimista sobre la relación de dos hermanos y su reflexión sobre la infelicidad existencial y su manifestación en el quiebre emocional y el fracaso personal (en Tetro, 2009).
¿Cuáles son sus películas más destacadas?
FMPC: Todas las relacionadas con El Padrino, para cine e incluso la serie de 4 episodios hecha para televisión y sus filmes sobre Vietnam.
¿Qué podemos esperar de su nuevo trabajo, Megalópolis?
FMPC: Lo que él mismo ya prefiguró en toda la actividad de promoción que ha desplegado para el filme, aparentemente de manera un tanto infructuosa, pues están muy divididos tanto la crítica como las audiencias que ya han visto el filme: una película más sobre temas / problemas que sobre personajes, como ocurrió con sus grandes filmes sobre El Padrino. No conozco el filme, pero prefiguro, por lo que leo y escucho, que la hizo a sus 85 años como para que fuera su “testamento fílmico”, pero que dolorosamente no está teniendo el éxito que él esperaba.
De todas maneras, me parece magnífico que le den la Medalla de Plata Filmoteca, porque sin duda la merece, no solamente por su contribución personal a la cultura fílmica universal, sino porque él mismo se ha preocupado siempre por rescatar legados importantes de ese universo cultural, como cuando restauró Napoleón o cuando contribuyó en el cortometraje sobre Henri Langlois, el heroico preservador fílmico de la Cinemateca francesa.