La prohibición de las terapias de conversión es una forma de reiterar que no hay nada que curar. Es una iniciativa que nos coloca a la vanguardia de otros países donde han logrado una mayor aceptación y reconocimiento del sector LGBTTTQ+, dijo Tania Esmeralda Rocha Sánchez, investigadora de la Facultad de Psicología de la UNAM.
Es también un llamado de atención para las personas que las imparten en el campo de la salud mental, porque se aclara que es un delito y tiene consecuencias para quien lo ejerce, añadió en una entrevista para UNAM Global.
El contexto
El pasado 26 de abril, el Senado mexicano aprobó (con 77 votos a favor, 4 en contra y 15 abstenciones) las reformas al código penal y a la Ley General de Salud, para prohibir y sancionar las mal llamadas “terapias de conversión”, que intentan corregir la orientación o la identidad sexual de las personas.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, la Organización Panamericana de la Salud, e incluso la Organización de las Naciones Unidas, que regulan en el campo de la salud mental, estas terapias no tienen fundamento científico que asegure su validez, añadió la académica universitaria.
Además, la Asociación Americana de Psiquiatría y la Asociación Americana de Psicología han dejado claro, desde hace más de cinco décadas, que la orientación sexual no heterosexual no es una enfermedad. Por lo tanto, no hay una intervención a realizar.
De hecho, se ha registrado que cuando las personas LGBTTTIQ+ buscan atención o acompañamiento psicológico, es por ansiedad, estrés e incluso depresión, resultado de un ambiente hostil, homofóbico y transfóbico, e incluso por experimentar rechazo o exclusión, tanto en espacios familiares como en el ámbito público.
Al sufrir estos escenarios, estas personas ejecutan acciones contra sí mismas, como cortarse o lastimarse para amortiguar el malestar que están sintiendo y, en casos más extremos, la ideación o intento suicida.
Las terapias de conversión, muchas veces ocurren en espacios clandestinos y, desafortunadamente, en contextos familiares y educativos.
Mal planteado
Las terapias de conversión son mecanismos coercitivos que intentan modificar la identidad y orientación sexual sin ningún fundamento científico, explicó la académica universitaria. A menudo, se engaña a familias y personas haciéndoles creer que mediante tratamiento psicológico se puede cambiar la orientación sexual o identidad de género. Esto constituye un fraude, ya que tal cambio no es posible.
Los intentos de alterar la orientación sexual o identidad de género no se limitan a las llamadas “terapias de conversión”; también ocurren en el ámbito familiar y en espacios religiosos, donde las personas pueden sufrir actos de tortura. Por ejemplo, se coarta la libertad encerrando a las personas y se someten a prácticas violentas como la violencia sexual, que a menudo se utiliza como correctivo, especialmente en adolescentes lesbianas o bisexuales, choques eléctricos y otros tipos de agresión física para castigar y tratar de revertir la orientación sexual o identidad de género expresada por la persona.
Consecuencias
Tratar de corregir la identidad de género o la orientación sexual puede tener muchas consecuencias a corto, mediano y largo plazo. Cuando se usan procedimientos o acciones que involucran violencia física, a corto plazo se pone en riesgo la salud y la vida de las personas.
Cuando se trata de un sometimiento para tratar de lavar el cerebro, en donde se reitera que su vivencia, experiencia identitaria y orientación sexual es incorrecta o inadecuada, a mediano y corto plazo se generan daños psicológicos.
Por supuesto, genera daños en el autoconcepto que tiene la persona de sí misma, en su autoestima, y en muchos casos genera sentimientos de culpa, vergüenza y remordimiento de su orientación sexual o identidad, y piensan que efectivamente es algo que está mal.
Qué sigue
“A futuro debemos trabajar para que haya una conciencia de responsabilidad social, institucional, estatal y en general de toda la sociedad, para que las personas desde temprana edad tengan acceso a una educación sexual y oportuna para desmitificar estas ideas que son arcaicas y que hoy en día se siguen afirmando que son patologías o trastornos mentales cuando no lo son”.
En la medida que se normalice y la información sobre las posibilidades de vivir la sexualidad sea accesible, en pleno respeto de los derechos humanos y con el cuidado del bienestar, se transformarán las estadísticas de la mala salud mental de la población LGBTTTQ+.
También es necesario que el sector de la salud mental se actualice sobre los conocimientos científicos, para responder de forma oportuna, ética y profesional a las demandas que hoy existen de esta población.