Los plaguicidas, comúnmente usados en la agricultura, tienen efectos tóxicos en el cerebro al causar daños a nivel bioquímico y conductual con consecuencias en enfermedades como el Parkinson, autismo y ansiedad, según muestran resultados de estudio en laboratorio, explicó la investigadora del Instituto de Neurobiología (INb) de la UNAM, Verónica Mireya Rodríguez Córdova.

La universitaria, quien lleva a cabo el trabajo científico con ratas y ratones de laboratorio, reveló su interés en la relación entre plaguicidas y la enfermedad de Parkinson; y en el neurodesarrollo ante la exposición a estos y el autismo.
La química farmacobióloga y doctora en ciencias médicas, adscrita al Departamento de Neurobiología Conductual y Cognitiva del INb, consede en Juquilla, Querétaro, abundó:
En el laboratorio los exponemos a bajas cantidades de un plaguicida. Les damos el glifosato en el agua de bebida; otro grupo recibe limpio el vital líquido. Observamos diferentes tareas conductuales para evaluar su memoria, alteraciones en el movimiento y su respuesta con otros congéneres, detalló la científica.
Al finalizar el experimento extraen regiones cerebrales y miden los niveles de neurotransmisores, proteínas y algunos genes para ver si hay alteraciones. De esta manera, el estudio completa una parte de evaluación conductual y otra bioquímica.Entre los resultados, la académica encontró regiones cerebrales en donde se alteran las células dopaminérgicas, principal evento que produce el primer padecimiento mencionado.
“No necesariamente se mueren las neuronas, analizamos si cambia la liberación o el contenido de neurotransmisores, por eso seguimos varias rutas”, precisó la experta en modelos básicos de enfermedades neurodegenerativas.
Al experimentar con la atrazina comprobaron que mata las células dopaminérgicas y disminuye la cantidad de dopamina en el cerebro, además de que altera la conducta en los roedores.
Durante 14 meses les dimos galletas con ese plaguicida, y vimos que causaba alteraciones conductuales como ansiedad; en su conducta motora y en memoria, además de que se alteraban los niveles de dos neurotransmisores (gaba y glutamato).
La investigación se realizó en roedores hembras y machos, lo que mostró diferentes resultados entre sexos, algo que por lo general no se realiza, pues numerosos trabajos básicos se efectúan solamente con los segundos.
“Hallamos más alteraciones conductuales tempranas en las hembras, y esto puede relacionarse con cambios hormonales”, señaló Rodríguez Córdova.
De acuerdo con la universitaria, los seres humanos estamos expuestos a dichas sustancias químicas por los alimentos del campo que comemos, y mediante las partículas PM1, que son de 2.5 micras, o las ultrafinas de 100 nanómetros, metales, lo que quedó de plomo de la gasolina y agua contaminada.
En laboratorio han comprobado que el glifosato también altera las vías dopaminérgicas en roedores hembras y machos. La científica publicará próximamente resultados de una investigación que relaciona el consumo de este producto con autismo.Cabe mencionar que la atrazina se utiliza en cultivos como maíz, sorgo y caña de azúcar, pero también en campos de golf, parques y alrededor de vías férreas.
Actúa al inhibir la fotosíntesis en las plantas, controlando el crecimiento de malezas. Puede persistir en el medio ambiente y contaminar el agua potable, por lo que su venta ha sido prohibida en algunos países, aclaró.
En tanto, el glifosato es el plaguicida con mayor producción y uso en el mundo, y también el más peligroso. Se emplea fundamentalmente en sembradíos de soya, maíz y algodón transgénicos. Estimaciones indican que genera la mayor destrucción de la biodiversidad en la historia natural del planeta. Es de amplio espectro y fue desarrollado para eliminar hierbas y arbustos.