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Olas de calor marinas: alimento perfecto para los huracanes

En los últimos años, el océano ha comenzado a emitir señales claras del impacto que el cambio climático está causando en él. El aumento de la temperatura del agua está alterando los ecosistemas marinos y afectando a numerosas especies, como los corales —en peligro de extinción— o peces que deben migrar hacia zonas menos cálidas para sobrevivir. Otro efecto evidente del calentamiento global es el derretimiento de los glaciares y el deshielo en los polos.

La situación es cada vez más visible, y recientemente ha cobrado protagonismo un problema que, aunque antes era menos notorio, ha aumentado significativamente en la última década: las olas de calor marinas. Al igual que en tierra firme, estas se caracterizan por un aumento anómalo y persistente de la temperatura del agua, usualmente de entre 3 y 4 °C, que se prolonga al menos cinco días, aunque muchas se extienden por semanas o incluso meses.

Estas olas de calor no están fijas a una sola área y pueden presentarse en diferentes regiones del mundo con variada intensidad y extensión. Por ejemplo, en el océano Pacífico, en la última década se han registrado seis eventos importantes, siendo el más destacado el de La Mancha en 2014, el cual duró dos años y afectó gravemente a los ecosistemas marinos. Este fenómeno provocó cambios en la distribución y abundancia de especies, incluyendo un aumento de algas nocivas y la migración de fauna marina.

Lo que antes era poco frecuente ahora podría volverse habitual. Estudios como el publicado en la revista Nature, titulado “El grave blanqueamiento de corales de 2020 en el Atlántico tropical está vinculado a las olas de calor marinas”, señalan que estos fenómenos son ahora 5.1 veces más frecuentes y 4.7 veces más intensos desde que se iniciaron los registros en 1982. A ello se suma un dato aún más preocupante: en 2023 y 2024, los océanos experimentaron hasta un 240 % más días con olas de calor respecto a los promedios históricos.

Las olas de calor marinas no solo dañan la vida marina, también generan un impacto económico, afectando especialmente a quienes dependen de la pesca, la acuicultura y el turismo marino como fuente de ingresos. En Baja California, por ejemplo, una investigación analizó datos pesqueros recolectados durante cuatro décadas. El resultado: las capturas de langosta, erizo de mar y pepino de mar disminuyeron entre un 15 % y un 58 % tras estos eventos, particularmente entre 2014 y 2016.

Un combustible para el desastre

Más allá del impacto en la biodiversidad y la economía, estudios recientes han demostrado que las olas de calor marinas juegan un papel clave en la intensificación de fenómenos meteorológicos, especialmente los huracanes. Según una investigación publicada en EOS, “la probabilidad de que los huracanes experimenten una intensificación rápida aumenta en un 50 % durante las olas de calor marinas”, particularmente en los que se forman en el Golfo de México y el noroeste del mar Caribe.

Para el Dr. Alejandro Jaramillo Moreno, del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático (ICAyCC) de la UNAM, estos resultados abren nuevas perspectivas para el análisis de los ciclones, ya que brindan a los especialistas herramientas adicionales para evaluarlos.

Expertos como él ya habían identificado que las altas temperaturas del mar juegan un papel importante en la intensidad de los huracanes, pero hasta ahora se conocía poco sobre el impacto específico de las olas de calor marinas en este proceso.

En el texto “Resiliencia ante el huracán Otis: Lecciones aprendidas en la gestión del desastre en Acapulco, Guerrero”, en donde es coautor, Jaramillo explicó que “durante la formación y evolución del huracán Otis, las temperaturas de la superficie del mar (TSMs) estuvieron por encima de los 27 °C y aumentaron a más de 30 °C cerca de las costas de Guerrero, lo que favoreció su rápida intensificación”.

Al integrar este análisis con los hallazgos del estudio en EOS, concluye que las olas de calor marinas se consolidan como variables clave para comprender el fortalecimiento acelerado de los huracanes, y como elementos indispensables para mejorar su diagnóstico.

¿Cómo afrontar fenómenos hidrometeorológicos cada vez más intensos?

El cambio climático y las olas de calor marinas representan dos grandes desafíos para el estudio de los huracanes, ya que alteran las condiciones atmosféricas y oceánicas que tradicionalmente se empleaban para prever su formación y comportamiento.

Ante ello, Jaramillo señala la necesidad de mejorar los sistemas de monitoreo meteorológico y predicción climática, incluyendo satélites, estaciones meteorológicas y redes de sensores que proporcionen datos en tiempo real. También urge a establecer sistemas de alerta temprana que lleguen al mayor número de personas posible.

“En un contexto donde hay tantas variables que influyen en los huracanes, como el cambio climático y ahora las olas de calor marinas, es necesario ajustar los modelos meteorológicos que predicen las trayectorias e intensidades de los ciclones de manera más realista. Otis fue una de las intensificaciones más rápidas en el Pacífico oriental, solo por detrás de Patricia en 2015. Este tipo de estudios no solo nos brindan más herramientas para analizar los huracanes, también muestran la necesidad de considerar nuevos factores para mejorar el diagnóstico y dar a la población mayor oportunidad de refugiarse”, indicó.

Respecto a ese punto, agregó que —al igual que ocurre con los sismos— es necesario desarrollar simulacros, así como planes de evacuación, seguridad y respuesta ante huracanes, y que la población los conozca. Capacitar a la ciudadanía sobre cómo actuar ante estos fenómenos hidrometeorológicos será vital.

Un llamado urgente

Las olas de calor marinas no son solo una manifestación del cambio climático: son también un llamado urgente a la acción. Su intensificación, junto con la creciente amenaza de huracanes más destructivos, exige una respuesta global coordinada.

Es necesario replantear nuestra relación con el medio ambiente, adoptar políticas más estrictas de protección ecológica e invertir en tecnologías avanzadas de monitoreo que proporcionen datos en tiempo real sobre las condiciones oceánicas y atmosféricas. Al mismo tiempo, debemos fortalecer nuestras capacidades de adaptación ante fenómenos climáticos cada vez más extremos.